Espero que recuerdes que no creo en las casualidades. Que lo del destino me parece una total falta de coherencia. Que si he cenado aquí (sigues teniendo un gusto pésimo) es porque sabía que te encontraría. Que estás en esa etapa de cena y polvo. Aunque me temo que hoy estás castigado sin lo último. Y te va a parecer cruel, pero me alegro.
Entiendo el enfado de tu acompañante. Los celos son miedo e inseguridad. Yo nunca los tuve contigo, porque estaba segura de que no me dejarías. Tú sí sabías que yo me acabaría marchando. Tu miedo no era cuándo, sino a dónde. El de ella, el de tu chica, no es ni dónde, ni cuándo, sino con quién. Y hoy, de repente, lo ha descubierto.
Budapest sin ti fue terrible. Dicen que al lugar donde fuiste feliz no deberías tratar de volver. Yo pienso, sin embargo, que al lugar donde fuiste feliz no deberías haberte ido. Por eso estoy aquí. Porque estoy segura de que de ti no me fui nunca.
A menudo recuerdo cuando nos conocimos en aquel aeropuerto. Tú, con tu miedo a volar. Yo, con mi adicción al tropiezo. Después de abrazarte dijiste aquello de: “Ahora lo complicado será volver al suelo”. Sé que siempre he sido una herida. Pero también soy la única que puede curarte.
Ahora no haré nada. Yo ya he movido mi pieza.Te toca a ti. Confío en que no vas a tardar mucho en colocar las manos en el tablero.Si decides lo contrario, aceptaré este estúpido empate. Creo que podré vivir con tu silencio.
Pero ¿y tú?
¿Podrás vivir con la duda?
No hay comentarios:
Publicar un comentario