miércoles, 11 de junio de 2025

BRATISLAVA (2)

2

Es bonita. Te aseguro que me alegra que lo sea. Lo que no soporto es que no me recuerde a mí. Supongo que me sorprende que alguien como tú, en lugar de seguir mi rastro, haya abierto un nuevo camino.La he visto a ella antes. Luego, su vestido te ha traído a mi cabeza, y mi cabeza te ha sentado en esa silla. Intuyo que no lleva bragas.Y que tú sigues creyendo en Dios, solamente si te arrodillas.


En aquel entonces no me hubieras entendido. Y ahora, sería como si alguien te contara el final de una película que ya no tienes interés en ver.Tu palabra favorita era "ancla", y la mía, "naufragio". Mientras tú divisabas la orilla, yo buscaba una ola. Tú, asegurándote de hacer pie; yo, desaprendiendo a nadar. Nunca me darás las gracias, pero yo salvé el amor.


Si hubiéramos seguido juntos, ya no me querrías como antes.Es más, ni siquiera me querrías como ahora. Hay un momento en el que los besos, en lugar de sumar, restan. Te sabes la próxima caricia, el siguiente “te quiero”; se pactan los regalos de cumpleaños, se eligen por turnos las películas, se espera a agosto para la risa. Al sábado, para las copas.


¿Has visto algo más triste que el paisaje que queda después de un incendio? Sobre todo cuando se apaga, porque ya no hay nada que lo prenda. Soy yo quien dejó la hoguera encendida. La que ha conseguido que ahora, en el espacio que nos separa, estén creciendo flores, como si fuera primavera.


Cuando me levante y simule mis ganas de ir al baño, te miraré. Tú dejarás de querer un ancla. Yo descartaré la palabra "naufragio". Tu siguiente ola tendrá mi nombre. Mi siguiente isla, tu pecho. Y puede que te quedes ahí sentado, con los ojos llenos de reproches.Pero no, no podrás apagar un fuego que lleva ardiendo diez años.

Y en el que no estoy dispuesta a dejar de soplar.

 

lunes, 9 de junio de 2025

BRATISLAVA

 

1


Nos separan dos mesas. Dieciséis tubos de cerveza vacíos, dos tazas de café, una pareja de ancianos que, por lo visto, sí cumplieron sus promesas. Aproximadamente tres metros y veinte centímetros.

Hace diez años que no te veía. Para ser exactos: nueve años, doscientos quince días y una hora. Lo acabo de calcular en una servilleta.

No sé si no me has reconocido o si estás dispuesta a llevarte otro Óscar: el de mejor actriz que ha pasado por mi vida. (Fue una película muy triste, por cierto). Yo me di cuenta de que eras tú incluso antes de que lo fueras. Como si fuera posible la herida antes del golpe. Como si una bala con tu nombre hubiera silbado por el aire antes de que tu imagen me jodiera el peinado.

Irene piensa que es ansiedad. No sospecha que es un fantasma. De hecho, Irene no cree en los fantasmas.

Cuántas veces sentí orgullo por la melodía de tu risa, y ahora que no soy yo quien la provoca, la escucho tan desafinada, que la odio. Supongo que eso pasa con las canciones: solo se pueden bailar si eres capaz de seguir el ritmo.

Supongo que el chico que ahora baila en tu risa es tu novio. Además, te agarra como si fueras un globo. Sois cuatro parejas, y el único que mantiene el roce es él. Intuyo que ya ha tropezado en algún acorde, y que conoce el ruido que hace el silencio cuando tú no lo rompes

Me gustaría decirle que la canción no acaba nunca. Que cuando te vayas —porque te irás—, la canción seguirá ahí, en su cabeza. Que lo que de verdad te llevas tú es la música.



martes, 8 de abril de 2025

DESORDEN EMOCIONAL

Día 47


He decorado el salón por orden afectivo.
He arrancado las cortinas,
y en tu lado del sofá
he puesto un demonio de peluche.

En el cuarto del hijo que ya no tendremos
he clavado las notas que nunca sacará:
sobresaliente en todas las asignaturas,
menos en cariño,
que ha suspendido por tu culpa.

Las cartas a tu nombre,
catálogos de ropa que te pondrás
para que otro te la quite,
bostezan en el mueble de la entrada.

Me he quedado un rato observando
a la chica de la falda azul;
en la siguiente página
tiene el pelo recogido
y una camisa a la que le sobran dos botones.
Sus muslos son una película de suspense,
sus labios, la canción favorita
de un adicto a la asfixia.
Te juro que no he pensado en ti
hasta que me he corrido.
Y ahí, he dicho tu nombre.

Supongo que mis orgasmos
también te echan de menos.

He cogido un folio y he escrito:
“Cuando una mujer se va,
no te está cambiando el presente,
te está robando el futuro.”
Luego he hecho un avión de papel
y lo he lanzado por la terraza.
Apenas ha volado medio segundo.

La nostalgia no solo te arrastra
hacia el suelo;
también te arranca las alas.

En la tele, una mujer con pinta
de haber jodido un matrimonio
habla de lo difícil que lo va a tener Tauro
para encontrar el amor.
Luego ha sonreído como si me estuviera viendo.
He dejado el canal, por si acaso a tu signo
también se le complican las estrellas,
pero supongo que sigues brillando demasiado
como para depender de otras luces.

Estoy bebiendo para tener una excusa
a la hora de olvidarte,
fumando para morirme sin ti,
escribiendo a todas las mujeres
que se llaman como tú
para que tu nombre duela menos.

Borrando tus canciones de mi playlist
para que ningún cantautor
invada la derrota.
Cambiando tus zapatos de sitio,
para que intuyas que quizás
te equivocaste de camino.

No estoy seguro de querer que vuelvas.
Creo que me dolerían más
tus respuestas que tu ausencia.
La certeza que la duda.

Creo que no aceptaría un perdón,
que huiría de la ternura,
que rogaría un empate.

Quitarme esta cara, no de haberte perdido,
sino de hacerlo a mí mismo,
y que solo seas tú la que sepa
dónde coño me encuentro.

Y decirte adiós.
Adiós a la cara,
porque ya solo puedo ganar
si te pierdo para siempre.

lunes, 3 de marzo de 2025

LA RESACA DEL INCRÉDULO



35


Julia tiene los ojos tan azules

que observarla es lo más cerca

que puedes estar del mar

sin pisar una orilla.


La primera vez que me senté en su barra,

después de pedir la tercera copa,

sin aún conocerme, soltó:


“Mañana, además de su ausencia,

también te dolerá la cabeza”.


Luego se colocó bien las tetas,

como si pudiera llegar a la tregua

a través de su escote.


“Aquí todos vienen a olvidar:

algunos, su trabajo;

otros, el matrimonio;

la mayoría, una ausencia.

De todos ellos, juraría

que eres el único

que merece el recuerdo”.


Aquello lo soltó

como si fuera caricia,

y dolió, sin embargo,

como un duro puñetazo.


Le hablé de mí,

de la diferencia entre estar solo

y estar sin ti.

De lo enorme

que se ha hecho la casa de repente.

De que, ante la ausencia de tus ojos,

lo cruel de los espejos.

De que estoy usando la misma ropa

porque le tengo miedo a los fantasmas

que se cuelgan de las perchas.


Le hablé de que ya no me duele la cabeza,

porque me duele más ella.

Que, si me cruje la espalda,

es más fuerte el silencio.

Que hay cantautores que parece

que también la perdieron.


Le cuento que, a veces,

tengo la sensación

de estar jugando al escondite

y que todos se han olvidado de buscarme.

Que cada vez que alguien dice su nombre,

aunque ni siquiera se refiera a ella,

aparece a mi lado un precipicio.

Le juro que es peor

mantenerse en equilibrio.


Le hablo de mí, solo de mí.

Si le hablara de ti,

tampoco me creería.



jueves, 20 de febrero de 2025

DESPERTAR SIN TI ES MADRUGAR DOS VECES

 MES 1 DESPUÉS DE TI

Todavía estiro la mano por las mañanas hacia tu hueco. Y duermo hacia el lado izquierdo para que seas lo primero que vea al despertarme. No consigo acostumbrarme a tu ausencia. No la soporto. Ni siquiera la asumo. No es una cuestión de esperanza. Simplemente no acepto la derrota. No hallo el modo de salir ileso, me duele igual callar tu nombre que gritarlo. Es como tener una herida en la punta del dedo con el que te tocas el resto de la piel. En realidad solo te duele el dedo pero lo ignoras.

A mí solo me dueles tú pero se me está quejando el mundo.

La calle es un inmenso agujero. No tener tu mano al otro lado es como estar en una eterna caída. Apenas salgo.

La casa tampoco ayuda mucho. Estás por todas partes y en ninguna. Te has olvidado tu olor, parte de tu ropa, dos palabras de amor en el espejo del baño, un cuadro a medio pintar, ese maldito cantautor en la radio, una lágrima en mi chaqueta preferida y un viaje de ida al centro del infierno, por el atajo que existe en el cajón de tus bragas.

Espero que donde estés no te encuentres bien. Y que me eches de menos. Que te duela decir mi nombre. Que te agobie callarlo. Que la calle también sea un puto agujero. La cama, una guerra. Dormir, un suplicio. Que no consigas escribir la palabra orgasmo en el crucigrama de tu coño. Y si lo haces sea con una herida en la punta del dedo. Que ignores si es placer por ti misma o el dolor de mi ausencia.

Y vuelvas. A por todas las cosas que te has olvidado. Sobre todo a por mí. La más importante.

lunes, 17 de febrero de 2025

OJALÁ TÚ TAMBIÉN


DIA 23


La palabra ojalá,
es como envolver el futuro
en papel de regalo.

Hubo un tiempo,
antes de ti,
en que la nostalgia
me parecía hermosa,
como un lugar al que volver
cuando todo estuviera perdido.

Pero ahora no quiero volver,
ahora quiero que vuelvas.

Regresar a ti, a través de ella,
es como arrancarle las alas a un pájaro
y echarlo a volar.

Mamá dice que el único amor que importa
es el propio.
Papá dice que el único amor que importa
es el de mamá.
El perro solo mueve la cola;
si pudiera decir algo,
pediría comida.

A mí, cuando era joven, también me dejaron.
Luego apareció papá.
Él se limita a sonreír.

Me gustaría preguntar algo
sobre el olvido.
Pero creo que el más sincero de los cuatro
es el perro.

En las noticias no apareces.
Hay otra guerra,
dos terremotos,
un tornado,
quinientos desahucios,
tres asesinatos.

Una parte de mí se agarra torpemente
a todas esas personas
que están peor que yo.
La otra parte de mí
se jode en demasía
al no poder echarte la culpa
también de esas tristezas.

Mamá dice que lo bueno
de las heridas que duelen de verdad
es que ya sabes dónde está la piedra
y la próxima vez
puedes escoger otro camino.

Papá dice que si mamá fuera una piedra,
él estaría todo el día en el suelo.
Oddie simplemente quiere otra galleta.

En el salón hay una foto mía.
Estoy sonriendo.
Estoy sonriendo y no te conocía.
No parece forzada,
parece inercia la felicidad,
como si nunca la fuera a echar de menos,
como si el futuro estuviera envuelto
en papel de regalo.

Y al abrirlo, solo hubiera una palabra:
ojalá.

Y que se cumpliera,
se cumpliera siempre.

lunes, 10 de febrero de 2025

LA CRUELDAD DE LO INVISIBLE


DÍA 13


Odio a la mujer de tu contestador.

Tal vez ni siquiera exista

y, sin embargo,

la imagino muy delgada,

con el pelo lacio cayendo sin gracia

más allá de las cejas,

las gafas empañadas,

la nariz puntiaguda,

los labios finos.

Le quedan grandes los pantalones

y pequeño el corazón.

Y estoy seguro

de que nunca vio el mar.


Mi teléfono lo he puesto en silencio.

En cualquier sonido eras tú.

A veces, incluso antes de alcanzarlo,

dejaba que pasara el tiempo.

Es triste reconocer

que lo más cerca

que he vuelto a estar de ti

se lo debo a esa pequeña incertidumbre.


Llevo haciendo el mismo camino

desde que te fuiste.

Nunca me he sentido tan solo.

Paso a diario por el kiosco

de la señora María

y la saludo muy educadamente.

Ella muestra esa efusividad de siempre

y me mueve la mano

como si fuera un abanico.

Hoy he parado allí,

he comprado esas golosinas de colores

que tanto te gustaban.

(Reconozco que es un modo

absurdo de besarte).

Y ella, de golpe,

me ha dicho cuánto tiempo hace

que no me veía.


A esto me refiero:

sin ti, soy invisible.


También Julia, esa simpática mujer

que les echa de comer

a las palomas de la plaza,

en lugar de observarme a mí,

mira el espacio que has dejado.

Es como si fuera incapaz de reconocerme.

Te juro que, en algunos instantes,

le temo más a mi ausencia

que a la tuya.


Lo peor siempre es el regreso.

Ese ruidoso silencio

que golpea las paredes,

como si la inexistencia de tu voz

hiciera crujir los cimientos.

El libro en la mesa esperando tus manos,

la serie nórdica sin acabar,

donde seguro, como siempre,

volviste a acertar al asesino.

La canción que ya no cantas en la ducha.

El chocolate escondido en el cajón

donde guardabas tus pastillas.

El olor casi intacto de tus bragas

en la cesta de la ropa sucia.

Tus zapatos esperándote.

La botella de agua vacía en la nevera.

El beso que olvidaste en la mesita.

La manta encogida en el sofá.

El interminable camino del pasillo,

la cama enorme.

El vacío, el terrible vacío,

como si todo el suelo

fuera un precipicio.

Cada paso es un tropiezo,

cada tropiezo una herida,

y cada herida, tu culpa.


Nunca una casa estuvo tan lejos

de llamarse hogar.