lunes, 15 de diciembre de 2014

Poema para después de follar


Estamos hechos de una montaña de disculpas,
de un - le estabas mirando las tetas
porque a ti te gustan grandes-
de anocheceres con gafas oscuras
para que no veas donde miro
cuando no te miro tanto.

Estamos hechos del olvido
de alguna fecha importante,
del eco de un portazo,
de insultos afilados como cuchillos ciegos,
de tus dolores de espalda
y de mi jodida jaqueca.
De sobres de ibuprofeno en la encimera
y paroxetina en los cajones,
de perchas que sostienen un verano
que nunca volverá.

De aquellos amigos, que no fueron tan amigos,
cuando de verdad la amistad fue necesaria.
De tu óvulo impaciente esperando
otro polvo sin condón.
De pijamas de vaquitas
y dormir con calcetines,
de un yo también cuando a un te quiero
de respuesta no le basta una mirada.

De miedo, confusión y algunas dudas,
de diez minutos tarde otra vez,
de hoy estoy más calvo y tú mas gorda,
de ese jardín que aún no hemos tenido,
de esta ventana sin olor a mar.

Pero también amor, estamos hechos,
de este café con vistas a tu boca,
del siempre es primavera allí en tus ojos,
del yo te salvaré de la tormenta
a precio de un abrazo interminable.
Del déjame escribir luego te quiero,
del te quiero querer luego te escribo,
del no se qué escribir si no me quieres.

De tu respiración en mis pulmones,
de esta alergia infernal a tus ausencias,
de tu perfume fiel en la almohada.

Estamos hechos,
de tu ataque frontal a mis costillas,
de mi beso a traición y por la espalda,
de tu mordisco cruel, de la caricia
que recorre mi piel como una ola.

De un fóllame cabrón,
de un hasta el fondo,
de un beso de sudor
y cien suspiros.
Del yo te haré feliz,
del para siempre,
del tu eres mi canción
y yo tu baile.
De lo horrible del mar
si no es contigo,
de a falta de jardín,
riégame a besos.

Estamos hechos
y lo que nos falta por hacer
ya nos lo haremos.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

De flotar y otros vuelos, nuevo poemario




"De flotar y otros vuelos" ya se puede pedir, aunque no será hasta el día uno de diciembre cuando lama los bordillos de mi calle y espere una racha de viento. O un torbellino. O tus manos, que deben ser lo mismo. Un abrazo.




http://ernestoperezvallejo.com/

lunes, 10 de noviembre de 2014

Abre la boca y dispara


Supongo que sabe que su sonrisa,
consigue hacerme claudicar,
que puedo dejar de mirarle las tetas a la camarera
y a la amiga de esa amiga que nunca tuve.

Que consigue que haga el idiota sin ruborizarme,
contarle aquella vez que me cai en un charco,
algo sobre la eyaculación precoz con cierta rubia teñida,
algún vicio inconfesable,
o hablarle del beso que le di al aire
pensando que el amor de mi infancia
jamás se apartaría.

Supongo que sabe que su sonrisa,
hace girar las agujas del reloj
a una velocidad distinta
a la que acepta la cordura.
Que hace un minuto era de día
y ahora tiene una estrella entre los labios
que jamás sera fugaz.

Que ignoro por completo,
si ha preferido zapatos planos
para no despertar al hombre equivocado.
Si lleva el pelo suelto o una trenza,
si es un vestido nuevo,
o el mismo que he pensado
desabrocharle mil veces.

Supongo que sabe que cuando sonríe,
me duele tanto parpadear
como una guerra en Palestina.
Que el olvido es el primer atajo
que atraviesa por sus pómulos.
Que su garganta un eclipse,
que sus dientes un verano,
que su lengua mar de fondo.

Más allá de su rostro la vida,
es una película de Tarantino,
el futuro la promesa de un político,
el amor hipotecas para siempre.

Supongo que lo sabe, que es consciente,
que tiene esa certeza incuestionable,
de hacer feliz al resto si se ríe,
cosquillas en el alma, cicatrices,
de heridas que juraron ser eternas,
paisajes devorados por su nombre,
la magia concentrada en una mueca,
la oscuridad humillada por su brillo.

Supongo que lo sabe, aunque no importa,
si ignora la verdad de su sonrisa,
si algún espejo dijo lo contrario,
si algún complejo le mintió al respecto,
si algún recuerdo le confunde el ánimo.

Yo se que su sonrisa es mi sonrisa
y espero que ningún hijo de puta
me la haga nunca llorar.

jueves, 9 de octubre de 2014

Yo siempre digo la verdad, menos cuando miento

Pongamos que no llegué tarde,
que te miré jugar con tu pelo en la distancia,
que aún quedaban doce minutos para las nueve,
que amenazaba con llover si no llegaba a tiempo,
que solo hacía frío cuando no te miraba.
Que llevabas aquel jersey que te regaló tu madre
para que nadie pudiera imaginarse tu desnudo.
Pongamos que aún con él,
eras la mujer más bonita que había visto nunca.

Digamos que estabas sentada en un banco,
que no fumabas por si los besos,
que ya te habían guiñado el ojo
siete hombres y dos mujeres.
Que olvidaste a conciencia el reloj de tu muñeca
para que ningún minuto fuera el comienzo del odio.

Supongamos que me latía el corazón en la lengua,
que a cada paso que me acercaba a ti
el futuro se me abría más de piernas,
que ya habías perfumado tanto el ambiente con tu piel
que marchitaban de impotencia los rosales de la plaza.

Digamos que giré justo en la última esquina,
que me burlé de la palabra destino,
que te dejé allí, preguntándole la hora
a cualquiera que te recordara un poco a mí.

Que no tuvimos hijos con tus ojos,
ni hipotecas temblando en el buzón,
ni álbum de familia,
ni canciones,
tampoco un lugar de veraneo,
ni nada similar a una sonrisa.

Digamos que fui el único culpable
y que aún me llaman cobarde las farolas de esa calle.

Pongamos que les dije a todos con descaro,
que yo pasé de ti, no eras mi tipo
y que todos me miraron extrañados.
Algunos con asombro, otras con odio.
Les dije - Soy un hombre.
Y lo entendieron.

Es más fácil de creer cuando te insultas.

Pongamos que esa fue toda la historia.

No importa en absoluto si el recuerdo,
me lleva la contraria bruscamente.
A veces la memoria es una puta
que grita los fracasos en voz alta.

Que eran más de las nueve, eso dice,
ni rastro de tu pelo por allí,
las rosas se hicieron las dormidas,
que no torcí mi paso en una esquina,
que fue el destino aquel que se burló
y hacía un frío terrible aquella noche.

Que era yo el que estaba en aquel banco
y nadie guiño un ojo en mi presencia.
Que si que había reloj lo que faltaba
eran cojones de poder mirarlo.
Que nadie preguntó que había pasado,
que ya mi rostro daba las respuestas.

Que ha pasado el tiempo, mucho tiempo
y aún sin esperanza
yo la espero.

Que sabrá mi memoria del pasado
si a veces cuando más lo necesito
no puede ni olvidarse de su nombre.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Lloviendo por no llorar


Te perdí en un abrazo,
hoy lloran los aeropuertos.
Está lloviendo dicen otros.

Te recuerdo de espaldas,
dos maletas y el pelo suelto,
era jueves creo.
Nunca me río los jueves.

Se cruzaban las llegadas con las despedidas,
en un abrazo nadie sabría diferenciar
quien trae el amor y quien se lo lleva.
Es el número impar el que a los cinco minutos
te cuenta el secreto.
Nunca el dos fue tan divisible.

Ha pasado el tiempo, ya es otoño,
el verano fue una puta con jaqueca,
le he dicho hasta la próxima
con unas simples mangas largas.
Ojalá todo fuera tan fácil.

Sigue llorando,
la ventana del salón parece que ha tenido un orgasmo,
hay gotas de sed que deletrean tu nombre,
echar la persiana es como dormir del otro lado
de uno mismo.

Odiaba la lluvia hasta que se vio en un charco,
luego ocurrió que hubo nubes
enamoradas de su pelo
y un desahucio de paraguas
en el pecho.
Hoy si quiero algún relámpago
me acuerdo de su sonrisa.

No miré si el avión pintó en el cielo un corazón roto,
no se si a través de la ventanilla  la ciudad
se te hizo tan pequeña que la olvidaste.
Supongo que me marché,
que era jueves
y que no había llovido todavía.

Y ni de eso estoy seguro.
Tal vez mañana en lugar de en un aeropuerto,
te perdiera en una nota pegada en la nevera,
en un tren en dirección contraria,
en un beso de otro,
en una carta sin remite,
en un coche a ciento sesenta
por la autopista más triste de mi alma,
o en un suspiro.

Cualquier cosa es valida para no aceptar la derrota.
Por que alguien que ha probado tus labios
ya nunca puede aprender a perder.

Y no, no hubo aviones,
ni aeropuertos.
Tampoco abrazo.

Pero el cielo sigue llorando.



martes, 26 de agosto de 2014

Visión optimista de lo imposible


Es tan bonita,
que no le silban por la calle,
la tararean.

Deberías verla,
la poesía no alcanza su belleza.
Da igual lo que escriba, no la abarca,
no rozo ni siquiera su silueta.

Es como pretender hablar del sol,
poniendo como ejemplo una bombilla.
Como en un triste charco de domingo,
querer reproducir toda la lluvia.

Deberías verla,
caminar como si en su reloj
siempre fueran menos cinco
y cada paso adelante conllevara un atajo.
Como si el equilibrio estuviera enamorado
de la suela de sus zapatos
y dejara a los bordillos tras su ausencia
borrachos de nostalgia y abandono.

(He sido su bordillo muchas veces
por eso se muy bien de lo que hablo)

Sus manos son pequeñas sin embargo,
le cabe en una palma mi existencia,
sus dedos son diez naúfragos heridos,
la isla es una curva de mi espalda.

Su pelo es casi negro
(y digo casi)
nunca una oscuridad ha brillado tanto,
su boca es casi dulce
(y digo casi)
nunca un adiós me supo tan amargo.

Deberías verla,
sonreír como quien deja de propina un billete grande,
conseguir con la amplitud de su presencia
que también la próxima estrella que muera
lleve su nombre,
sonrojar con tres palabras de ternura
al macarra que me habita aquí en el pecho.

Verla,
floreciendo como una rosa en la terraza,
bailando casi desnuda canciones de la radio,
buscando enfadada las llaves en el bolso,
mi vida en su bolsillo,
la luna en los tacones.
Quejándose frente al espejo de la mentira de los kilos,
lamiendo la cuchara del helado
hasta pervertir su reflejo y mi memoria.
Reírse,
volver a reírse,
equivocarse de día,
de mes,
de año.
De vida.
Llegar tarde,
que perdón y orgasmo sean sinónimos
y mi nombre un adjetivo.

Deberías verla, en serio,
llorar por la muerte de un oso en el ártico,
salvar a una araña del peso de mi pie,
robarme la almohada cuando ya me he dormido,
volver a la infancia en un solo relámpago
y que un abrazo le baste
para espantar a los monstruos.

Deberías verla,
aunque eso conlleve que después
ya no puedas olvidarla.

martes, 29 de julio de 2014

Del olvido y otras formas de perderte

Era mayo,
había llovido tanto
que los charcos pensaban que eran parte del mar.
Crecían flores por las grietas de las aceras,
por eso no te vi en ese momento,
cuando pasaste por mi lado.
Hacía tiempo,
un año, tal vez dos,
a cierta edad el tiempo que transcurre
solo se cuenta en tartas de chocolate
y sonrisas complicadas de traducir.

Tocaste mi espalda creo,
aunque tal vez fue mi espalda la que acarició tu mano,
tú siempre fuiste alérgica a los perros callejeros.
Luego sonreíste.
He de confesar que de no hacerlo
ni siquiera hubiera sabido que eras tú.
Pero esa sonrisa era mía.
La había provocado tantas veces
que de algún modo siempre
me he sentido partícipe de ella.
Incluso en este tiempo que se la habrás regalado a cualquiera
cuando intuía que lo hacías me culpaba
por no haberte hecho llorar lo suficiente.

Mayo, a punto de cumplir años
y pedir el deseo de olvidarte
y te pegaste a mi espalda para que tu aroma
me dijo tu nombre antes de verte.

- ¿ Como estás? preguntaste.
- Cuanto tiempo. Añadiste.
- Un año, tal vez dos. Dije.
- Hacen casi cuatro años. Confesaste ruborizada.

No había cambiado tanto,
tenía los mismos ojos de gata
a las doce de la noche en callejones oscuros,
el pelo más largo, más claro,
como si en un alarde de creatividad
a su peluquera le hubiera fallado el pulso.
No lucía escote y el pantalón más ancho
que cuando paseaba por el barrio
dejando un orgasmo en cada puerta.

- Cuatro años. Repitió.

Supongo que sin ella cualquier día había sido más largo.
Que perdí la cuenta y el calendario
era una bola de papel en el aire
con la que erraba el lanzamiento
todos los meses.

- Estás igual. Dijo.
No supe que hacer con su recuerdo en ese momento.
Como si de golpe hubiera estado intentado olvidar
algo que en realidad ya no necesitaba.

Ni siquiera cuando sonrió
sentí que aquellos labios
hubieran atado los míos
al borde una copa.

- Tengo que irme. Dije.
Como quien escapa del ruido del pasado
cerrando todas las puertas del destino.

Caminé hasta casa, extraño, confuso,
con la sensación de haber perdido las llaves
del resto de mi vida
y esa tristeza infinita en el pecho
de quien ya no tiene de quien olvidarse.

- Cuatro años. Me dije en voz alta sorprendido.
Seguramente ni siquiera era mayo.

Próximo destino: Ignorancia


Ya hace una semana que vine, nadie me mira.
No es diferente esto a otras ciudades,
a otros instantes,
ni siquiera las carteristas se acercan por la espalda,
debo parecer pobre.

Dicen que cuando nadie te ama
es complicado amarse a uno mismo
y si no te amas a ti mismo,
nadie acabará amándote.
Un laberinto extraño.

Yo no me amo.
Me odio a veces incluso,
me soporto otras,
me intuyo siempre.
No soy esa canción de Ismael Serrano.
Me encanta esa canción.
He llegado a cantarla en voz alta frente al espejo
es muy fácil mentirse
si lo que temes es la verdad.

La chica de la trenza es bonita,
dos bancos más allá hay otra con el pelo corto,
muy morena, como si el verano
se hubiera estancado por siempre en su piel,
parece que se llama Ana,
es absurdo ponerle un nombre más largo
a tanta belleza.
Lo bonito debe surgir como un chasquido de dedos,
-Ana. Y ella mira.
Todo lo demás se nubla
Y solo existe su rostro.
Cuando digo su rostro también me refiero a su escote,
he visto la caras mas preciosas
en las tetas de cualquiera.

La chica de la trenza fuma.
Me gusta las mujeres que fuman.
Saben que pueden morirse cualquier día
pero no tienen prisa.
No lleva tacones pero no importa,
sería capaz de hacerte daño
solo con un simple no.

He pensado en pedirle fuego
pero se que si me mira a los ojos
sabrá en ese mismo momento
donde está el incendio.
A veces resulto demasiado previsible.

Esta ciudad es como un gato
si la necesitas huye
pero cuando menos te lo esperas
se te mete entre las piernas
y te deja esa sensación absurda
de haberla sentido un instante.
Como el orgasmo de una puta.

Recuerdo a Julia diciendo.
- Una puta solo tiene un orgasmo en cada sesión
y es cuando le pagas.

Nadie me mira.
Casi una hora en esta estación
sin que un hola me desvirgue este desastre.
La chica de la trenza se marchó,
no recuerdo el destino,
creo que le miraba el culo mientras guardaba la maleta.
Aunque tampoco me acuerdo de su culo.

La del pelo corto sigue allí.
He pasado por su lado y he dicho Ana dos veces.
No ha mirado.
Tal vez debería intentarlo con otro nombre.
O con otra ciudad.
No se.

Creo que el próximo tren es buen destino,
está tan lejos de ti
que quizás el recordarte
sea el atajo más corto que tenga el olvido
y pueda amarme de nuevo
y esta vez
 sin ti.

Y alguien me mire.
Aunque no se llame Ana.





jueves, 3 de julio de 2014

Al otro lado de mi silencio


Me ven solo y piensan que estoy triste.
Se preguntan por qué no soy capaz de relacionarme,
por qué no acompaño sus risas,
o me hago partícipe de sus historias cotidianas.
Por qué no les cuento algún secreto inconfesable
para así no tener que avergonzarse de los suyos.

Ni uno solo de todos ellos
ve mi soledad como elección.

Ellos, que cuando por fin te decides a hablar
encuentran en tus palabras alguna similitud
con aquello que les ocurrió una vez
y dejan tus labios huérfanos de la siguiente frase
para mover los suyos hasta la extinción de la saliva.

Los mismos que te preguntan el típico  - ¿ Hola que tal?
Y se apoderan también de la respuesta.
Siempre estarán mucho mejor o mucho peor que tú
porque incluso a la hora de estar jodidos
también necesitan la victoria.

Soy yo el tipo raro,
el que solo ha movido un pie en toda la fiesta,
el que va ya por la cuarta copa
para soportar con cierta dignidad
cada uno de sus diálogos.
Que a Noelia el sexo anal le parece un asco,
que Víctor ha dejado preñada a una tal Eva,
que han echado del trabajo a Sergio
y que a quién coño le va a extrañar con lo flojo que ha sido siempre.
Que con Alba todos coinciden en que cada día está mas gorda
pero justo cuando ha aparecido,
han alabado su vestido
y le han confesado que le está sentando de maravilla
ese nuevo gimnasio.
Que Alvaro ya ha ido cuatro veces al baño
y nadie puede mear tantas veces en tan poco tiempo.
Que eso es lo que tienen las malas compañías.
Luego una hora después, Alvaro, las malas compañías
y los mismos que me lo han dicho
hacen cola en la puerta del aseo
moviendo la mandíbula al ritmo de una canción
que ni siquiera oyen.

Y en toda esta selva
la única persona que me importa ni me mira.
Sus ojos me dirían más
que todas las lenguas juntas
de este maldito mundo.
Y si además se acercara
yo no solo movería un pie.
Tal vez hasta le contaría algo gracioso,
los lunares de sus brazos
y un secreto.
O cien.
Y hasta puede que en esta mierda de noche
yo también supiera sonreír.

Pero ni caso.
Yo soy el hombre extraño.
- Habla poco. Dicen.
- Ni siquiera mira a los ojos. Murmuran.
- Es demasiado antipático. aseguran.

Y ella, la chica que no me observa,
se va de la mano con él,
el chico con el récord en abdominales
que desea comprobar si lo de su novia Noelia y el sexo anal,
no es una moda extendida.

Yo me marcho a casa sin más.
Mientras la gente nunca logra entender
porque siempre estoy tan solo
y yo jamás conseguiré explicarme
como ellos todavía
son capaces de aguantarse.

miércoles, 4 de junio de 2014

Si pasa una estrella fugaz dime tu nombre

Tal vez no debía haber posado mis ojos en ti,
yo soy de esos que se enamoran tres veces al día
y ahora lo vuelvo a hacer cada vez que te recuerdo.
Ya van dieciséis en una hora.

Eres como una de esas actrices,
que consiguen con su belleza
que te acabes olvidando
de la trama de la película.
Ha sido observarte e ignorar por completo
el resto de mi vida.

Tan apretada a ti misma
que casi podía considerarse un milagro
que no te rompieras en la siguiente pisada.
Tanta curva en tan poco espacio
que incluso antes de acercarme un metro
ya me sabía a asfalto el cielo de la boca.

Y ya van veintiuna.

Has conseguido con tu presencia,
que vuelva a sentirme partícipe del género masculino.
Tan común como el carnicero de la tienda de la esquina,
tan sátiro como el viejo de la terraza del bar,
tan imbécil como el chico adicto a las abdominales,
tan obsceno como ese casado al que has girado como una peonza,
para poder luego pensar en tu culo
mientras le dice a su mujer que gima más bajo.

Eran mis ojos, los ojos del resto de los hombres,
la misma mente,
la misma hambre.

Y he sentido la tristeza de una rosa entre las rosas,
la impotencia de un camino que se acaba en un barranco.

Te has marchado como hoja empujada por el viento,
con ese desfilar insultante solo permitido
en la estrecha pasarela de mis sueños.

Nos hemos mirado todos a la cara,
el viejo al carnicero,
yo al imbécil,
el imbécil al casado
 y así sucesivamente.
Incluso en un patético instante hemos sonreído,
luego bajando la cabeza
hemos seguido con lo nuestro
como si no hubiera pasado nada.

Pero ha pasado.
Y yo ya llevo veintisiete.

martes, 20 de mayo de 2014

Sed


Cuando acepté que el alcohol no era sinónimo de olvido
empecé a beber sin tener excusas.
La gente no me miraba bien.

Los mismos con los que compartí algún brindis
para maldecir una cintura, o unas caderas, o un buen culo,
me dieron la espalda.

Los que te han visto siempre triste
no aceptan tu "felicidad"
si no se consideran culpables.
Como si la tristeza al ser mutua
en lugar de aumentar, restara.

Para sentarse en aquella barra
debías tener al menos dos motivos
y uno a la fuerza tenía que ser el nombre de una mujer.
Si eran dos los nombres
la resaca era espantosa.

Decía lucía, la camarera,
"Si un amor se va antes de tiempo
el desamor se queda para siempre"
También decía,
"Hay gente que lleva tanto tiempo sola,
que confunde soledad con amor propio"

En aquel tiempo yo tenía motivos
y tenía nombres
y nostalgia
y hasta amigos.
Creo que nunca estuve tan solo.

De vuelta a casa le preguntaba a las farolas por mi hogar
pero aquellas putas luces me llevaban a casa
y jamás a tus piernas.

Nunca hubo una resaca peor que despertar sin ti.
Y si perdí el equilibrio era más por ausencia de tus manos
que por el borde de las copas.

Ahora me siento y bebo sin más,
no es una cuestión de nostalgia,
ni siquiera de tristeza,
ni de tu nombre,
ni de esas putas luces,
es simplemente que respecto a olvidar
yo a diferencia del resto
ya me he dado por vencido.

martes, 6 de mayo de 2014

Todavía a veces sigo escribiendo en voz alta


Hay quien llama distancia a la falta de deseo,
quien usa la palabra platónico para camuflar su cobardía.

Hay quien mantiene el silencio,
por temor a que lo que salga de su garganta
sea un nombre que ya debería haber olvidado.

Están los que se escandalizan con ciertas palabras,
coño, polla, follar, semen,
como si su existencia estuviera basada
en el acto de frotar dos piedras.

Estáis los que pedís la verdad a gritos
ignorando estúpidamente
que jamás podríais soportarla.

Los que pensáis que al tener esa ingrata habilidad
de saber pedir perdón sin despeinaros
ya os da todo el derecho de poder hacernos daño.

Los que habláis de imposible por que no fuisteis capaces.
Los que llamáis soledad a la incapacidad de estar con nadie.
Los que decís te quiero mirando a los ojos
porque en ellos veis vuestro propio reflejo.

Esos seres perfectos que culpan al destino de sus errores
y llaman intuición a cada acierto.
Esos que piensan que tener orgullo
es más importante que tener a alguien.

Vosotros que os habéis quedado con la duda eterna
por temor a la respuesta,
que confundís esperanza con optimismo,
que al dormir solo lo apodáis nostalgia.

Ustedes que miden el ego en centímetros,
el amor en tiempo en lugar de en suspiros,
el tiempo en minutos y jamás en pulsaciones.

Que lanzan una promesa como un globo
olvidando que pesa como una roca,
que al tamaño de unas tetas prominentes
lo llaman amor a primera vista.

Todos  esos que vais de cuerdos cuando la peor locura
es parecer demasiado sensato,
los que llamáis inteligencia al simple hecho
de citar a algún escritor que de saber de vuestras palabras
se hubiera hecho de ciencias.

Vosotros que me dais tanta pena,
que solo puedo reírme
mientras llega algún motivo
para llorar de verdad.

Como tu nombre.

martes, 15 de abril de 2014

Abril, por ejemplo

El verdadero problema de estar solo es saber que existes.

¿Sabes cuando tienes una herida
en el dedo por ejemplo
y todos los golpes van ahí?

Pues con mi corazón, lo mismo.

Hasta esta chica desconocida
que pasa ahora como un vendaval por mi lado sin mirarme,
 me duele.

Supongo que todo masoquismo empieza en una ausencia.

Abril me cabe en un bolsillo,
es fácil perderlo,
cuando se vaya no me sentiré como Sabina.
No me pueden robar lo que no es mío.
Desde que no hallo tu cintura
es como si el mundo me lo hubieran prestado
y estén siempre a punto de exigirme su vuelta.

Como vivir en una deuda infinita
en la que nunca podré pagar
todos los errores.

Se parece a ti la chica de la barra,
quizás menos morena y menos alta,
los ojos más oscuros,
el cabello  más riachuelo que cascada,
las tetas menos juntas y su culo
no parece un columpio en movimiento.
Ahora que lo pienso fríamente,
si comparo tu belleza con la suya,
ni siquiera me parece una mujer.

Esta nostalgia es cruel
como leer el diario
de una hija adolescente.
Como el hilo musical de los centros comerciales
a las diez de la mañana,
o el silencio de una cena familiar.

Intuyo que todo olvido comienza con otro nombre.

Decía con los ojos en mi boca.
- Eres el único hombre que jamás
me ha hablado de otra mujer-
Como si eso me hiciera mejor persona.
Ignorando que cuando me besó
ya nunca hubo otras mujeres,
ni antes, ni después.
Tampoco ahora.

Has reducido sin saberlo mi vida a un folio
en el que me reflejo si no escribo.
Y no hay desamor más grande que la falta de amor propio.

Imagino que aceptar la derrota es el modo más seguro de ganar.

No sabes lo horrible que está la ciudad
sin mirarse en tus ojos.
Es como si le quedaran grandes las fachadas
y pequeñas las casas,
como si hubiera comprado deprisa y en rebajas
los paisajes que la rodean.

Hay quien habla de la primavera como si te hubiera conocido.

Me alejo, cuanto más camino,
más me encuentro sin ti,
cuanto más cerca de mi mismo,
más distancia entre nosotros,
cada una de mis huellas,
borra una de tus pisadas.

Se que no puedo olvidarte mientras te busco
y se que no puedo encontrarme si no te olvido.

Lo malo de mi soledad es tu existencia.
Y que ya nunca será lo mismo estar solo,
que estar sin ti.
Y eso no hay corazón que lo soporte.

¿ Sabes cuando tienes una herida
en el dedo por ejemplo
y todos los golpes van ahí?

sábado, 8 de marzo de 2014

Si deshojas una margarita estás matando una flor

Si tus manos se olvidan de salvarme del precipicio,
si tus dedos se han cansado de desatarme la vida
si a mi nombre lo has anclado al fondo de tu garganta,
si tu lengua ya no sabe el sabor de tus  orgasmos.
Si tu dientes ya no quieren tatuarme tu sonrisa,
si tus ojos ya no ven más allá de lo que miras,
si tu pelo y mi almohada se recuerdan con nostalgia,
si el color de tus zapatos ya no es el de mis sueños.
Si tu piel es traducida a un idioma desconocido,
si en tu forma de callar solo encuentro más silencio,
si tu odio y un portazo no me dicen hasta luego,
si tu amor y una caricia no prometen para siempre.
Si tus piernas no se abren como flores en el campo,
si en el vaho de tus suspiros no coloco nuestros nombres,
si tus muslos no reclaman que arrodille mi deseo,
si tu culo ya no incita que le escriba al equilibrio.
Si tus pies y mi camino se han llevado la contraria,
si un prohibido te censura y un perdona te conmueve,
si los charcos no reflejan la verdad sobre la lluvia
si un paraguas te resulta un lugar acogedor.
Si le has llamado destino al último cambio de acera,
si has llegado con retraso para no verme venir,
si tu cuerpo ya no tiembla si te llamo por tu nombre,
si tu nombre ya no tiembla si te llamo por tu piel.
Si ya no soy capitán del naufragio de tu barca,
si ya no soy esa isla ni tu quieres ser ciudad,
si ya no sabes si yo, por el temor a ser mía
si yo no quiero otro tú que el que me acerque a ser yo.
Si ya no quieres volver, si no has sabido quedarte,
si yo no quiero quedarme por si no piensas volver,
si vuelves ya no estaré por temor a que no vengas,
si estoy tú no vendrás por si acaso ya me fui.

viernes, 7 de marzo de 2014

Viaje nostálgico a la calle del viento

La había visto pasar antes,
era ese tipo de chica que no te mira
si no sabes su nombre.
De aquellas que le ponen voz a las sonrisas que se cruza.

Yo acababa de cumplir dieciséis y solía fumar
para que me pidieran fuego.
Ella tenía mi edad
pero si decía veinticuatro
no había hombre en el barrio tan estúpido
para ponerlo en duda.

Llevaba música en los zapatos,
no me refiero al sonar de sus pisadas,
quiero decir que verla caminar
tenía banda sonora.
Como si te metieras dentro de una melodía
y no pudieras salir hasta que doblaba la esquina.
Luego tarareabas su ausencia
y comprendías que para evitar la soledad
tenías que silbar una canción hasta encontrarte.

Silbé muchas canciones aquel año,
ninguna fue mejor que su camino.

Me recuerdo asomado a la ventana.
- Te enamoras de cualquier mujer que pasa por la calle-
Decía mi madre.
Supongo que suspiraba demasiado.
La realidad es que yo ya  estaba incluso enamorado de la calle
porque por ella pasaba esa mujer.

Luego un día,
otra chica cualquiera me besó a la luz de una farola
y la calle, mi calle, se quedó a oscuras.

Cambié la melodía de su ausencia
por un ritmo desafinado
de dos lenguas que buscaban el amor que no le dieron
en la boca equivocada.

No volví a silbar hasta los veinte.

A veces todavía cierro los ojos
y veo aquella calle
y a ella caminando como quien nunca llega tarde.
Una parte hermosa de mí sigue aún en la ventana
esperando como un idiota que después de su nombre
estuvieran sus ojos.

Porque la llamé, la llamé muchas veces
y aunque si que me miró nunca jamás
consiguió verme.

jueves, 27 de febrero de 2014

De la soledad y otros asuntos

Podrías pensar que tengo razones suficientes
para querer follarte,
que la amabilidad de mis palabras,
es el disfraz atípico de lo perverso.

Imaginar también que este ímpetu en subirte la autoestima,
conlleva consigo el deseo de querer bajarte las bragas.

Puedes sospechar incluso que contigo mi lengua
se está moviendo siempre en el lugar equivocado.

Que al fin y al cabo soy un hombre.
(Esa maldita etiqueta)
Y tú eres tan bonita que todavía no me creo
que no haya una ciudad a tu nombre.
Que cada vez que descruzas las piernas sube la marea
y hay un naufragio del que no quiero salvarme.
Y tienes esa pose imperfecta,
entre la ingenuidad y el descaro,
entre lo cotidiano y lo irreal
que consigue hacer terrible
todo aquello que está lejos de ti.

Puedes tener el total convencimiento,
de que cada adjetivo lleva implícito una miga de pan
para no perder el camino hacía tu boca,
que cada verbo es una pista de hielo
para hacer que resbales lentamente
y tu caída y mi mano,
parezcan una más de nuestras casualidades.

Suponer tal vez que es estrategia,
una táctica ya usada en otros muslos,
donde yo echo de menos no encontrarme
y tu has dejado de buscarte por si me hallas.

Intuir también que estas manos escriben
porque no pueden tocarte
y tu no quieres tocarme
para que siga escribiendo.

Puedes pensar y estás en tu derecho
de que solo quiero follarte.

Pero a veces la verdad es mucho más simple
y a pesar de este alrededor que me rodea,
de este ir y venir de gente conocida,
de una sonrisa aquí,
de una copa allá,
del abrazo del "amigo",
o de esas bocas que no saben ni que existes,
tu sigues siendo todavía el único modo que conozco
de no sentirme solo.

jueves, 20 de febrero de 2014

Una vez escribí un poema que no tenía la palabra coño

Duerme,
parece como muerta y solo duerme,
apenas se la oye respirar,
casi como un suspiro, aún más leve,
como brisa de mar pero en caliente
tragar el mismo aire que ella suelta
se parece a besarla sin el beso.

Duerme,
apenas se ha movido en estas horas,
un giro inesperado a media noche,
más culpa del calor que ella desprende
que de la dulce inercia de su espalda.

Parece como muerta y solo duerme,
tan bella como siempre por ejemplo,
igual que cuando baila o cuando miente,
cuando rompe mi cintura en el pasillo,
igual que cuando ríe o cuando odia,
cuando queda desnuda en la penumbra,
cuando sale vestida por la puerta,
igual que cuando llora o cuando canta
o me invita a otra fiesta entre sus piernas.

Su cabello en la almohada como un charco,
sus manos alejadas de su rostro,
su pecho izquierdo buscando la salida
de un pijama al que le faltan dos botones
y le sobran unos cuantos todavía.

Duerme,
se traga toda la oscuridad de este cuarto,
parece iluminada por un foco,
parece un foco iluminando la noche,
luna creciente que se cuelga en mis retinas,
que mengua cada vez que parpadeo
o llena cada vez que hallo el vacío.

Duerme,
ya casi son las nueve y el reloj,
hará que su bostezo me despeine,
su aliento de verano me consuma,
sus dedos afilados me perviertan
dirá sus buenos días y con un beso
hará cumplir con creces sus palabras.

Se mueve en el tic tac muy suavemente,
sus ojos son columpios de jardín,
su boca el tobogán de mis sonrisas,
despierta sutilmente, ya no duerme
y yo sigo soñando.

sábado, 1 de febrero de 2014

Inventario exterior

No tengo amigos.
Pero soy yo el culpable de todo el silencio.

No se reír sin ganas,
no se escuchar sin hambre,
ni se llorar sin lágrimas.

No soy sociable, ni simpático, ni siquiera amable.
Odio las fotos, los espejos y los cristales de los coches.
A veces sonrío pero nunca lo bastante
como para que alguien pudiera confundir
paisaje con felicidad.

Estoy al borde del abismo por decisión propia,
estuve en otros precipicios por inercia del amor.
Me cambiaría ahora
pero es tarde.

He visto los mejores escotes del mundo
en una sola mujer.
He prometido no volver a decir su nombre.
Aunque yo nunca he cumplido una promesa.

Nunca he podido evitar trastocar los propósitos del año nuevo,
en febrero ya ni siquiera me acuerdo de olvidarte.

Sigo fumando,
no salgo a hacer ejercicios por el paseo marítimo,
ni he dejado de masturbarme a diario.

Si fuera realista diría
que lejos estás mejor.
Pero soy pesimista y pienso
que lejos mejor muerta.

Supongo que el desamor me queda grande
como los pijamas que me compra mi madre cada reyes.

Hace trescientos cuarenta y seis días que no lloro,
alguien podría pensar que es carencia de sensibilidad
yo creo que simplemente  me faltan  los motivos.

Ahora que nadie dice adiós
es complicado ponerse triste y que te crean.
La moda del hasta luego es sin lugar a dudas
la más malvada de todas.
Supera al tanga incluso.

Si supieras a cuantas personas he perdido en un hasta luego
el hasta nunca te parecería un recurso poético
para que el dolor atravesara este folio.

Una vez, una sola vez en mi vida me dije te quiero.
En realidad era a ella
pero en aquellos tiempos estábamos tan unidos
que ni sabía diferenciarme.

Ahora me odio.
O la odio.
Tampoco lo sé.

sábado, 18 de enero de 2014

Razones de un ser irracional

1- Por lo general las cosas van mejor en la cama cuando dejas de asociar la palabra puta con un precio.

2- El destino es la palabra trampa. Los mismos que lo alaban al encontrarte, son los mimos que lo culpan cuando se van.

3- Hay preguntas estúpidas.
¿ Me quieres como el primer día?
¿ Has pensado en mí todo el tiempo?
¿ Le has mirado las tetas a esa morena?
Te van a mentir de todos modos, deberías al menos no ponérselo tan fácil.

4- Es totalmente necesario que tu espejo y sus ojos no estén del todo de acuerdo y siempre sientas más felicidad cuando el te mira, que cuando tú te ves.

5- Si en tus caídas en lugar de tumbarse contigo te levanta, se llama amigo.

6- Alguien cuyo propósito es cambiarte a su antojo, jamás lo hace para quererte más a ti, si no para quererse él dos veces.

7 - Puede ser cierto que la ignorancia en el amor de cierta felicidad pero suele ser mejor estar triste que ser felizmente estúpido.

8- Sabes cuanto necesitas a alguien de verdad, cuando a su ausencia en lugar de llamarla soledad la llamas nostalgia.

9- No se trata de que ame tus defectos, si no de que los confunda con virtudes.

10-  La confianza es como la virginidad, una vez la pierdes ya no hay modo de volver a ella.

11-  Hay palabras que se llevará el viento y palabras que crearán suspiros. Si eres capaz de diferenciarlas a tiempo ya tienes todo el aire a tu favor.

12- A veces hay más amor en la intensidad de un portazo, que en la suavidad de un te quiero, en el azote de un insulto, que en el halago de una palabra amable. Si solo eres capaz de ver con el corazón, jamás podrás oír con la mirada.

13- Nunca te quejes del olvido de alguien,  tuviste la oportunidad de hacerte inolvidable y fracasaste.

sábado, 4 de enero de 2014

Manual automasoquista para no echarte de menos

Átame a los pies de tu cama,
dame de comer solamente de tu mano,
enséñame algo que duela más que el olvido.
Ponte los tacones de los sábados cualquier día
y déjame oír como te marchas.
No vuelvas hasta mañana y que tu ausencia
sea también la falta de mí mismo.

Hazme promesas,
háblame de hipotecas,
de columpios,
de noches de pijama y de sofá,
de bailar hasta las tantas de los tontos,
de tus dietas absurdas rica en fibra,
de aquel verano del noventa y tantos
en que tus padres te llevaron a Eurodisney
y que nunca más después de aquello
has vuelto a sentirte princesa.
Repróchame un castillo y una trenza
o que no mate dragones por tenerte.

Dime otra vez eso del reloj biológico,
tic tac tic tac tic tac
la maldita cuenta atrás,
que sienta el pánico de no llegar a tiempo
ni siquiera a tu vientre.

Abofetéame,
traza un camino de lunares
de tu cuello a la espalda,
un laberinto de pecas
desde tu boca a tu coño
y déjame perderme a mi manera.

Hazme ladrar,
con la falda levantada hasta las mismas nubes,
con las bragas bajadas hasta el mismo infierno,
mánchate los dedos con tus orgasmos
y házmelos lamer,
como si mi deseo por ti
ya no entendiera de anatomía.
Como si mi boca ya no tuviera lugar favorito para besarte
o tu no conocieras la palabra "límite"

Secuestra mis palabras
pide un rescate imposible,
mata a mis musas,
a todas,
métete dentro del espejo del baño,
que solo en ellos se aguantarme la mirada.
Exige posdatas de piel,
que mi garganta no sepa decir tu nombre
si no te amo.
Que mi lengua se enrede si confundo un te quiero
con cualquier te necesito.

Azótame,
hazme poeta de nuevo,
otra vez.
Y vete para siempre como nunca
duele más adentro,
más intensa,
ama más profunda, menos dócil
y deséame como nunca para siempre.

Arroja tu perfume a mi camisa,
amárrame tus labios a la boca,
tus manos a mi espalda,
tu sonrisa,
que vuele por el aire cual cometa
 y se quede suspendida por mis ojos.

Retuerce mis pezones que el dolor
confunda su destino y ya no sepa
si doler cuando te vas
o a tu regreso.

No perdones nunca mis errores,
no me lleves nunca de la mano,
róbame el espacio,
los minutos,
clava tu tacones en mi pecho
y que a cada paso que te alejes
sea otra herida.

Y no me quieras nunca todavía
y no me odies siempre mientras tanto.