lunes, 2 de enero de 2023

LA CHICA DEL SOMBRERO

 Recuerdo la primera vez que quedamos, fue en la playa, yo caminaba por el paseo marítimo, tú ya estabas allí, aún me quedaban unos cien metros, cuando te divisé, en aquel momento no estaba seguro de que fueras tú, solamente eran mis ganas. Ojalá sea la que brilla, me dije. Y caminé, besando cada borde de aquella silueta a la que la orilla le estaba lamiendo las huellas, para que no dejaras rastro de tu belleza. Estaba el sol lo más alto posible y sin embargo, parecía que te lo habías traído debajo del bikini. Un bikini blanco incapaz de soportar tanta curva. Hubiera sido jodido que fueras otra, pero como ibas a ser otra, si siempre has sido tú, siempre fuiste tú. Cuando ya te tenía enfrente y reconocí tu rostro, aquella cara angelical de la foto que me enviaste, en la que observabas el horizonte como si esperaras el amor, hasta mis ojos, incapaces de parpadear, sintieron no merecerte. Supongo que nos dijimos hola, lo cierto es que soy incapaz de memorizar las palabras, todo el recuerdo lo visiono como si estuviera viendo una película muda. Tu cintura como un columpio en movimiento, tu escote por donde corrían las gotas saladas del mar, en una carrera infernal por llegar antes al oasis, tu boca cosiendo besos en la distancia que aún la separaba de la mía, aquel olor a promesa que salía de tu pelo, aquella sonrisa disparatada, donde la felicidad me hacía cosquillas por dentro. No sé cuántas veces he recorrido el mismo camino, desde el paseo marítimo, hasta aquel paraje donde pusiste la bandera de tu nombre para siempre. Y todas, te lo juro, he visto el brillo y me he dicho ojalá sea ella. Pero cuánto más me he acercado, menos eras tú. Porque ya nunca más fuiste tú. Aunque aquí, en un lugar de mi pecho, aún lo eres. Y supongo que será imposible, que alguien apague tu luz algún día.