miércoles, 14 de noviembre de 2018

Si la distancia es el olvido no estás tan lejos

Abril del noventa y nueve.

Daniela ha escrito una carta desde Dublín,
son dos folios donde la palabra lluvia
es repetida trece veces ( las he contado).
También dice que me echa de menos
y que a lo mejor vuelve el mes de agosto
a pasar unos días.
Con dieciocho años un “a lo mejor”
es un si rotundo,
así que ya tengo los brazos abiertos.

Mientras su dulce caligrafía me acaricia los ojos,
la he recordado recostada sobre mi pecho,
con el olor de su cabello inventándose atajos
para que el amor llegará antes al sexo,
el sexo al orgasmo
y el orgasmo se nos quedara temblando en los labios,
hasta que lo apagara un beso
y el beso nos llevara al amor
y el amor al sexo.

Me he colgado de un párrafo a mitad de carta
“A veces me miro en el espejo
y no observo aquello que decías ver,
no sabes cuánto me añoro
desde que no me miras”

Además de sus palabras también hay una foto,
su sonrisa es una película porno.
Nunca la había visto tan abrigada,
ni jamás tuve tantas ganas de desnudarla.
Ni siquiera aquella vez (la primera)
en la que estaba tan nervioso,
qué mis manos parecían de lluvia
y su piel un charco.

Al dorso de la foto me habla del paisaje del fondo,
(Los acantilados de mother)
“Cuando hace viento más de un turista
se ha convertido en cometa,
es peligroso y bello como amarte
en la cama de mis padres”

Yo ni siquiera me había percatado
de que más allá de su presencia
había un paisaje.
- Te has tragado el horizonte cariño-
He dicho en voz baja,
mientras mi dedo recorría su silueta
como si la nostalgia se pudiera aniquilar
a través de los recuerdos.

“Aquí el tiempo pasa lento
como en una clase de química,
cada vez que veo un avión grito tu nombre,
ya sabes que no me gustan las estrellas fugaces.
Nada que muere tiene memoria”.

Al final del folio,
plantas un corazón coloreado con esmero
decorado con nuestras iniciales,
cómo si pudieras tatuar en el tiempo
un amor para siempre.
Y juro que me resulta tan patético
que casi me corro.

"Recordarte no te trae de vuelta
pero olvido que te has ido".
Escribo en el primer párrafo
de mi carta de respuesta.
Luego ato el futuro a los pies de la cama
y le llamo verano a todas las promesas.

Me sorprendo sonriendo mientras lleno
de palabras unas hojas a cuadritos.
(La felicidad no hace preguntas
porque la tristeza no sabe las respuestas)
Pienso mientras enumero un montón
de cosas triviales por si fueras a medir el amor,
en la cantidad de palabras,
cómo si no bastara el jodido silencio
qué hay cada vez que te nombro.

“A menudo paso por tu calle,
sin ti parece que ha habido una guerra
y soy el encargado de contar los cadáveres,
han muerto dos árboles,
el yonki de la puerta del banco,
la gata negra de tu vecina,
y yo doscientas mil veces
justo a la altura del timbre de tu casa”

Te hablo del olvido con miedo
y escribo una frase de mi padre.
" El primer amor es para siempre
y si no es para siempre
no es el primer amor"

Desde el mirador el mar me llena de reproches,
he bajado a escribir tu nombre sobre la arena
y de repente ha bajado la marea.
Supongo que él también es incapaz
de borrarte de su vida.

Antes de la posdata escribo un te quiero
cómo si al adelantar lo inevitable
la verdad fuera más rotunda,
cómo si no quisiera poner en manos del destino,
nuestros siguientes pasos.

“ Posdata:
Iba a escribir que te espero
pero creo que me espero a mí mismo
y solamente tú eres capaz de traerme”

Y luego vuelvo a tu foto.
Y a la nostalgia.