lunes, 22 de julio de 2024

ATENAS


¿ Te acuerdas cuando yo estaba duro

y tú estabas buena?

Ahora a ti parece que te ha pasado

un autobús por encima

y a mí un tren.

Y sólo han sido años.

Un montón de soplidos sobre tartas

que en lugar de cumplir los deseos,

los hacían volar lejos de nuestras manos.

Y no, no nos enterró aquella vecina morena

que decía hola con el escote,

ni nos mató el masajista que te enseñó

que el punto g también estaba en la espalda.

Hemos sobrevivido a insultos y a celos,

a la droga de la rutina,

a las tardes de siesta,

a películas con el mismo final,

el mismo asesino,

la misma lágrima.

No ha podido con nosotros el fin de mes,

ni los recibos apilados sobre la mesa

ni el otra vez lentejas para comer,

ni los anuncios de la tele

donde cualquiera era más feliz

de lo que debía.

¿Te acuerdas cuando tú decías follame

y yo te hacía el amor?

Ahora nos cuesta acercarnos para darnos un beso

como si nos bastará mirarnos para sabernos.

Y no sucumbimos a los secretos,

ni la nostalgia nos robó la paciencia.

Tampoco el reloj decidió en nuestra prisa.

Cuando teníamos el presente entre las manos

el futuro nos cabía en el siguiente abrazo.

Salimos ilesos de nuestras propias guerras,

a veces fuimos rehenes

y otras el enemigo.

Éramos los mismos que firmábamos la paz

y que planeaban el siguiente ataque.

Alguna vez perdimos lo reconozco.

Pero nunca, nunca, nunca,

nos dimos por vencido.

¿Te acuerdas cuando al principio

no sabíamos que hacer con las promesas?

Y fuimos tan felices que nadie,

absolutamente nadie, apostaba por lo nuestro.

De hecho creo que ni siquiera nosotros.

Y sin embargo ya ves aquí estamos,

cumpliéndonos el para siempre.

lunes, 15 de julio de 2024

TEHERÁN


Crack.

Ese es el sonido que debe hacer un corazón cuando se rompe. Ruidoso y seco como un jarrón contra el suelo. No un vaso, o una botella, o una taza. Como un jarrón, porque si tienes un jarrón en casa debe tener algún valor sentimental.  Ya sea porque era de tu madre, o de tu abuela, o el recuerdo de un viaje, o simplemente porque ha tenido tantas flores dentro que la primavera se hace de repente si pasas por su lado. Lo justo sería que lo vieras antes tambalearse para que formes parte de lo jodido que puede resultar el equilibrio y luego crack. El romanticismo es ese acto de fe que existe en aquel que intenta juntar los trocitos. 

Pero no, un corazón se rompe y no hace ningún tipo de sonido. De hecho se rompe y a la vez sigue intacto. Como si a una caja de música le arrancas la bailarina. Ha muerto la belleza y la melodía sigue.  ¿ Pero a ver quién coño es el guapo que baila ahora?

"El tiempo lo cura todo" es esa frase que nunca pasará de moda. Pero el tiempo lo que hace no es curarlo, es matarlo. Te arranca unos años de vida y a cambio te da la capacidad absurda de ir olvidándolo todo. Y en cierto modo lo haces, olvidas, tu cuerpo olvida, tus ojos olvidan, tu mente olvida. Pero tu corazón jamás formará parte de ese juego.Tu corazón ya ha creado un sistema nuevo de defensa y a la persona que venga, no le será tan sencillo entrar como a la anterior. El corazón se va haciendo más pequeño y a su vez coloca más obstáculos en el camino. El daño que te hagan hoy, lo pagará la siguiente persona que pase por ahí. 

Supongo que es esa la razón por la que sigo aquí, inmovil. La razón por la que no te digo un lugar y una hora y te miro a los ojos hasta poder sentir que me caigo dentro de ellos. A estas alturas ya no eres un polvo rápido en el baño de un restaurante. Ni un paseo por la playa mientras me hablas de tu infancia. Ni una película donde su argumento seá devorado por los besos.  Yo te he creado de la nada. Como si no hubieras existido antes de la primera vez que dije tu nombre. Ni siquiera te ha sido necesario esquivar obstáculos para llegar al primer latido. Yo mismo te he cogido con dos dedos y te he colocado en la entrada de mi pecho. Y de repente cobras vida por ti misma y te metes más dentro. Y hurgas en él.  Incluso intentas con cierta ignorancia crear algo bonito de este montón de escombros que decoran la parte del fondo. Y te sientas y observas desde dentro a fuera quien soy. Y ni siquiera yo estoy seguro de eso.

Hoy he visto a una chica. La he visto cien veces antes. O mil. O un millón. A veces incluso sale en mis sueños. Nunca está desnuda. Es como si mi deseo me llevara la contraria. La he mirado igual que si pasara por delante del escaparate de una pastelería. Y el corazón ha bailado una canción que ya conoce. Ella está lejos de él porque también se sabe la música. Le importa tanto lo que habita en mi pecho como a mí el anillo que decora su dedo. Una palabra bien colocada hubiera dado más amplitud al diálogo, una sonrisa en el momento justo, más complicidad y  un roce hubiera sido suficiente para perderme en su tímido escote. Pero no ha ocurrido nada porque yo espero que sea ella quién dé ese paso y ella tal vez ni siquiera lo ha imaginado antes. Luego al meterme en casa  he dicho su nombre para que volviera a mis sueños. No ha habido suerte. Supongo que el único sueño seguro es el que eres capaz de cumplir. Que una vez cierras los ojos no solo se oscurece tu alrededor, también lo hacen los deseos. Puedes pedirlos, imaginarlos, traerlos a ti pero en el momento de alargar la mano para ver si son reales se desvanecen. Y se quedan apilados con los demás en un desván olvidado de la memoria, que a veces visitas por ese masoquismo interno de ordenar los fracasos. Una persona no se mide por lo que tiene, sino por aquello que ansía. 

Supongo querida Alma que debería escribirte. Contarte que donde estás sentada ahora antes había otra mujer. Y que fue ella quién lo dejó todo en este estado. Que el tiempo aún no nos ha matado del todo y que la echo de menos. Decirte que estás ahí para que duela menos. Y que te suene tan injusto el leerlo como a mí el escribirlo. Que mi corazón, el mismo que te abrió la puerta es incapaz de cerrarla y dejarte dentro. Y ni siquiera sabe si es por si ella regresa o porque todavía no se fía de ti. Incluso puede que por ambas cosas a la vez. Estoy de acuerdo en que la canción que suena de fondo es preciosa y nada me apetece más que agarrarte la mano y dejarme llevar. Pero sería justo que supieras que en esta misma caja de música yo he sido la bailarina arrancada de golpe y abandonada en el suelo mientras el mundo seguía con su puta melodía.

Y que tampoco hice crack. Como debería.



lunes, 8 de julio de 2024

MOSCÚ

 

Supongo que si uno ve el desastre tiende a juzgar sin conocer los hechos, incluso creo que en algunos casos prefieren no saberlo, hasta a veces los inventan. Nada es más sencillo que se corra un rumor, sobre todo si dicho rumor jode a alguien. Nos alimentamos del morbo, del daño ajeno, como si pudIéramos salir ilesos del nuestro propio en una comparación odiosa. Como si hablando de lo gordo que está fulanito, nuestros kilos pasaran desapercibidos. Como si contar la falta de belleza de aquel tipo que pasaba por ahí, nuestra cara de idiota se viera menos fea. Somos malos, jodidamente malos, a veces no es más que una forma de escudarnos, otras en cambio es lo que llevamos dentro. Ninguna de las dos sirve como excusa. Y ambas hacen el mismo daño. Nos han enseñado a pedir perdón y con ello creemos que ya vale todo. Que pedir disculpas es como hacer magia. Que la jodemos pero no pasa nada porque luego decimos lo siento y todo vuelve a la normalidad. Pero una herida no se cierra con una palabra y eso que una palabra si que es capaz de abrirla. Deberíamos no juzgar con tanta alevosía los actos del otro, sin conocer cuantos demonios le están hablando al oído. Pensar que en la libertad vale absolutamente todo nos condena a ser menos libres cada vez. Nos marcan unas pautas y las seguimos para evitar que nos señalen. La oveja nunca fue negra por su color, era negra por sus actos, por no respetar a la mayoría, por ir en contra de las leyes impuestas, por elegir su camino y transitarlo lejos del carril que le habían marcado. Vemos al gordo y le gritamos con los ojos que vaya al gimnasio. Porque pensamos que su felicidad debe ser parecida a la nuestra. Porque suponemos que el espejo es que el marca la sonrisa. Vemos al calvo y le sugerimos una gorra. Al mal vestido y le imponemos una marca de ropa, ignorando que tal vez no sea más que pobreza. Juzgamos a la divorciada porque no supo mantener el amor, cuando tal vez el amor ya solo podía dárselo ella. Miramos a la soltera e imaginamos que prefiere ir de boca en boca, cuando tal vez su caso es que ha conocido tantas, que ya no se fía de ninguna. Observamos el desastre y solo destacamos los escombros. En lugar de colocar la primera piedra donde se apoyen los nuevos cimientos. Y creo que tal vez deberíamos parar la bola cuando llegue a nosotros, no dejar que siga creciendo, a veces basta con un abrazo, otras simplemente no riendo una gracia, otras censurando abiertamente a los culpables.. Porque luego cuando la bola se hace tan grande que aplasta a alguien, salimos corriendo a lavarnos las manos, no vaya a ser que cualquiera nos vea las manchas de sangre. Y tengamos que pedir perdón como nos enseñaron.

lunes, 1 de julio de 2024

El CAIRO

 

A veces nos miramos todavía, estrangulamos el presente y nos quedamos sostenidos en aquella tarde en la que nos faltó un beso y nos sobró el miedo. Luego la vida siguió y no contó con nosotros. Pero a menudo, en la calle nos cruzamos y en el hola educado hago planes de lo que pudo haber sido, como si el pasado se pudiera moldear a través de la memoria. " No guardes un deseo para cuando sea posible, porque lo posible solo sucede cuando lo deseas" Pienso mientras nuestros pasos se alejan en direcciones opuestas. Y aún tengo el beso tatuado a tu nombre entre los labios. Pero también tengo aún el miedo de aquella tarde calándome los huesos. Como una gota de lluvia cayendo siempre en el mismo sitio. Todo el tiempo, desde entonces hasta ahora. Desde ahora hasta lo eterno. Es en un beso donde empieza todo. Un beso lleva a la caricia. La caricia lleva al amor y el amor al deseo.El deseo al desnudo. El desnudo al sexo. El sexo lleva al sexo. Y a más sexo. Y el más sexo lleva al beso. Y el beso se convierte en rutina, en inercia, en costumbre. Y el futuro pierde todo su significado. Y el miedo ignora al miedo. Y contigo perder el miedo es perderte a ti. Por eso no te beso. Por si el beso de repente espanta a todos los monstruos del pasado. Y después los echo de menos. A los monstruos y al beso. Y al cruzarme contigo ya solo me queda la certeza de lo que fue. No de lo que pudo haber sido. Y dejamos de mirarnos. Y de besarnos. Sin besarnos siquiera.

lunes, 24 de junio de 2024

PARÍS

 


- ¿Por qué estás conmigo Laura?

Es totalmente imposible amar sin miedo. Instantáneamente cuando dejas de temer dejas de amar. Quieres pero querer está muy sobrevalorado. Se puede hasta querer a un enemigo, un resfriado que te prive de un almuerzo familiar, una horrible cicatriz en la piel, que te recuerde que alguna vez fuiste niño. Laura renegaba de los te quiero, le molestaba tanto como que le besaran la nariz o le acariciaran el pelo.

- A mí me amas, o me necesitas, o me deseas y a ser posible que sean las tres a la vez y con la misma intensidad. Pero no seas tan simple y me quieras. Y por supuesto no seas tan reiterativo como el resto del mundo y me lo digas. Hasta Fabián en algún momento me quiso y Fabián quería incluso a su madre y créeme que a esa maldita mujer, era más fácil desearle una muerte lenta que un buenas noches- Dijo un domingo. Sé que era domingo porque los domingos Laura hablaba sin parar, como si el único modo de sobrevivir a ellos fueran las palabras Los domingos Laura era una monologuista. Por lo general debías perdonarle el lunes todo lo que había salido de su boca pero a veces, algunas veces, preferías recordarlo o bien para saber que era la mujer más maravillosa del mundo o bien para ignorar al resto de mujeres que el mundo albergaba en su maltrecho vientre.


- ¿ Por qué me amas Laura?-


Yo siempre tenía miedo con Laura, por eso la amaba. Miedo a que se fuera un día, miedo a que se quedara siempre, miedo a que ni siquiera existiera de verdad. Miedo a ser ella sin mí, miedo a ser yo sin ella. Yo tenía miedo y ella lo sabía. No le hacía falta preguntarme cuánto la amaba, o que sería capaz de hacer por su boca, o de deshacer por sus manos. En cambio yo no notaba en ella el menor atisbo de temor respecto a mí existencia en su universo. Normalmente metía la lengua entre mis labios y la movía haciéndome cosquillas en el cielo de la boca y en el estómago. No eran mariposas, es imposible que hubieran alas en mí cuando sus labios me robaban el aliento, porque yo no quería volar ni ello era necesario, lo único que deseaba era quedarme allí parado por siempre con ella dentro. 

Después de su lengua, yo no tenía más preguntas. Quizás porque también tenía miedo de saber las respuestas.

Recuerdo la primera vez que fui al cine con ella, sin embargo ni siquiera sería capaz de argumentar la trama de la película -Podía haberla buscado y visionado con el tiempo, al fin y al cabo, no vi prácticamente nada de ella pero cualquier fotograma podría traerla de nuevo a mis brazos y cualquier realidad arrebatármela. Y a Laura perderla una vez ya era demasiado.

Cuando me percaté que había más luz en el asiento de al lado que en la pantalla de enfrente, supe sin lugar a dudas, que estaba completamente enamorado de ella.

Laura, una mujer capaz de silenciar los bares si entraba por la puerta, de abrigar los inviernos hasta sudar posando solamente con unas simples braguitas de un vulgar mercadillo, de conseguir la bandera blanca en mi guerra interior con el simple acto de sacarse una teta. Si sonreía la vida te mostraba un atajo a la felicidad jamás transitado anteriormente. Su sonrisa era el espejo donde me miraba para no desentonar con su belleza.

La veías en la orilla, descalza, esquivando piedras, dejando sus pisadas para que las olas hambrientas de fetichismo no supieran si rebasarlas bruscamente, rodearlas con cariño como quien da un abrazo, o posarse para conseguir el charco perfecto. Mordiendo una manzana bajo la sombrilla, mientras nuestros casuales vecinos de arena se olvidaban de los flotadores de sus hijos, de untarse la crema protectora o de si por fin había abierto el chiringuito más cercano. Yo nunca supe con Laura donde el amor hacía pie. Pero tenía la absoluta certeza de que cuanto más distancia había entre nosotros más subía la marea.


- ¿Por qué me deseas Laura?


Subida en mí, como si en lugar de follar, bailara. Ella siempre fue música. Una melodía que dejaba el eco de su nombre en la punta de mi lengua. Haciendo círculos con sus caderas, como si estuviera más cerca de girar un hula hop que de llevarme al sumum del placer. Me abrazaba la polla de tal modo que se me olvidaba hasta de correrme con tal de tenerla allí encima para siempre. Inventando en cada gemido el principio de una canción, más fácil de tararear que de aprenderla. A veces me dejaba hacer a mí. Aquella espalda de gimnasta china se doblaba tanto al lamerla, que nunca sabía si seguir o pedir una pausa para puntuarla como si fuera el jurado de un concurso de papiroflexia. Y se ponía a cuatro patas y toda la casa se le metía dentro. Besaba los pliegues de sus nalgas respirando cerca de los labios de su coño, que me llamaban a gritos con la fuerza de un silencio. Mordía su culo fuerte, a veces demasiado, como si necesitara una marca que me diera algún privilegio o cierta propiedad. Luego abría suavemente su coño con los dedos y metía la lengua dentro, giraba, como si en mi lengua se hallara la llave del infierno, la sacaba y la volvía a introducir, desde su garganta se oía un concierto de cien mujeres gimiendo a la misma vez, yo solo me limitaba a seguir el ritmo. Luego se daba la vuelta y abría las piernas, me arrodillaba a los pies de la cama, como intentando beber de una tormenta y como no conseguías acabar con la sed, te entraba hambre. Y acababas entrando en ella, tan dentro que parecía romperse como una muñeca de porcelana contra el suelo. Había pedazos de ella por toda la cama. Tenía esa bendita capacidad de multiplicarse en cada embestida y no te quedaba otra que dividirte para estar con todas a la vez. Era imposible. Luego su orgasmo, llamando al mío, como un mensaje de amor en el contestador de la memoria. Pidiendo más, como un barco levantando el ancla para conseguir el naufragio perfecto, gritando como en una curva interminable en plena montaña rusa.


- ¿Por qué Laura? ¿Por qué?


Ojalá estuvieras aquí ahora. Me gustaría ponerte los nuevos cantautores que he descubierto. Casi todos ellos siguen hablando de ti. Arrancar a mordiscos las hojas de tu pijama otoñal. Romperte otro botón de alguna blusa. Despertarme a tiempo para ver una vez más, que es igual de sensual ver cómo te desnudas, que contemplar cómo te vistes. Calentarte los pies bajo la cama, besarte mucho, tanto, que no sepa cuando te beso o cuando me estoy besando. Acariciarte con las yemas de los dedos la espalda hasta que bosteces, que el aire que te sobra, aún es el aire que me falta. Y ver como tus zapatos rojos te esperan en el umbral de la puerta. Y sentirte regresar buscando en mi piel el exilio de ti misma. Que me mordieras la boca como entonces, para sembrar la duda, si dolías más cuando estabas en mis labios o cuando los dejabas sin ti. Y tumbarnos a ver pasar las nubes, sin que pasara el tiempo, recordar que siempre tuvimos veintisiete años, que jamás hubo un reloj que se atreviera a decirnos lo contrario, ni calendario que marcara otras estaciones distintas a las que pactamos en el primer abrazo.

- Si un día te vas voy a morirme- A veces abusaba de la tragedia.

- Eres un mentiroso nadie se muere por eso.

- Pero me matarías.

- ¿Desde cuándo mata la ausencia? Preguntaba ella.

- Desde que existes en mi vida. Contestaba yo.

- Solo te creeré cuando vea tu cadáver.

- Pero entonces no podrás besarme.

- Claro que podré. Pero tú no sentirás nada.

- ¿Y tú? ¿Qué sentirás tú? Preguntaba buscando una frase que me llenara el alma.

- Asco supongo, no lo sé, nunca he besado a un muerto.

(No siempre era así. A veces tensaba la cuerda para caernos los dos.)

- Si tú no eres el final, el final será otra. Le decía sonriendo con maldad.

- ¿Otra cualquiera?

- Lucía por ejemplo.

- Lucía se acostaría antes conmigo que contigo. Decía tan segura de sí misma que ni siquiera yo lo dudaba.

- Quizás llegas tarde a ese antes que intuyes. Mentía yo.

- ¿Y folla mejor que yo hijo de puta?

- Las comparaciones son odiosas cariño.

- Nunca tanto como tú. Decía con una mueca torcida de enfado.

- Eso me alegra. Contestaba sabiendo que el odio era necesario.

Tengo la certeza de haberla amado más que a nada, más que a nadie, también tengo la memoria suficiente para reconocer que la amé más cuando tuve constancia de que no volvería, que cuando estuvo conmigo o aún la esperanza estaba intacta. Cuando uno tiene la victoria acostumbrada no se da cuenta de lo importante que es seguir ganando. A veces ni siquiera sabe que lo hace. Pero cuando pierdes, la derrota es tan enorme que ni siquiera lo ganado anteriormente consigue reconfortarte.


- ¿Por qué me amas Laura?

- ¿Recuerdas la última vez que lloré? Preguntó ella.

- No- Contesté yo rotundamente.

- Yo tampoco. Dijo. - Por eso te amo.

lunes, 17 de junio de 2024

VIENA

 ¿ Recuerdas aquella noche en que con toda la inocencia del mundo esperábamos una estrella fugaz para pedir un deseo?Tu mirabas al cielo y yo a ti.

-¿Qué miras? Preguntaste.

Te acabas de perder una preciosa. Dijiste. Y cerraste los ojos concentrada en vete a saber qué.

Nunca te dije que te dejaba elegir a ti, porque yo en ese momento ya estaba cumpliendo el mío.

lunes, 10 de junio de 2024

ESTOCOLMO

 Es verano bajo las sábanas. Ella aún duerme. Tiene un pijama horrible y está tan bonita como con un vestido ajustado. He pensado que sea mi lengua quien la despierte. En meterme entre sus muslos y en lugar de decirle buenos días, demostrarle que lo son. En quince minutos sonará su alarma, tardará tres segundos en apagarla y suspirará odio en un bostezo. Se estirará como quien pretende agarrar al lunes del cuello y ahogar su futuro. Con los ojos abiertos esperará cinco minutos. Tal vez pensando en qué ropa ponerse, memorizando la despensa, haciendo planes que acabará abortando en el transcurso del día, fijando una fecha para tomarse una semana de vacaciones. Seguramente ya habrá maldecido la velocidad a la que pasa el fin de semana y dirá "viernes" tres veces, como quien se agarra a un balsa en mitad del océano. Luego lanzará un suspiro al techo y saldrá de la cama. Primero el pie derecho. Irá al baño, se lavará la cara y mantendrá una guerra contra el espejo, que intentará ganar más tarde con algo de maquillaje. Pondrá su lista de reproducción en aleatorio y mientras se hace el café, jugará con su pelo hasta hallar la cola perfecta. Se probará tres jerseys, decidirá el más oscuro, los pantalones más pegados, los zapatos más cómodos. En ese momento el espejo ya se habrá puesto a su favor. Tomará el café, cinco sorbos, tal vez seis. Y se convencerá de que no tiene hambre todavía. Luego volverá a la habitación y me dará un beso antes de irse. Como quien deja el amor en los labios ajenos para más tarde volver a por él. Será un lunes cualquiera, otra mañana sin memoria.


Así que voy a levantar la sábana, bajar su pijama como quien descorre una cortina para que entre el sol y besar suavemente alrededor de sus muslos. Sin apartar sus bragas, me inventaré una playa con la punta de la lengua. Sus manos buscarán mi cabeza y al hallarla las pasará por mi pelo, como quien tiene música en los dedos. No habrá bostezo ni odio. Ni cinco minutos, ni lunes. El futuro será mi boca. Y en lugar de viernes repetirá mi nombre tres veces, como quien tiene el océano agarrado a una balsa. Se estirará para pegarme a su piel. Le importará un carajo la despensa y tendrá dudas si vacaciones no es el sinónimo de tenerme entre sus piernas. Pondrá en aleatorio una canción en mi garganta, mientras se despeina. Completamente desnuda hallará en el espejo de mis ojos la verdad sobre su físico. Dará sorbos largos sobre mis labios, tal vez mil, o mil quinientos y poseerá tanta hambre que tendrá que comerme.

Faltan cinco minutos para la alarma, es verano bajo las sábanas, ella aún duerme. Y yo creo que ya es el momento de verificar los buenos días.

lunes, 3 de junio de 2024

BUDAPEST

 

Se ha visto reflejada en un escaparate donde a la primavera, le han impuesto un curso para decorar esquinas. Piensa que le sobran unos kilos, yo y su báscula nunca nos ponemos de acuerdo. Yo afirmo que un número nunca sabrá más que mis ojos, ella sostiene que mis ojos jamás podrán engañar a un espejo.

La única razón de su heterosexualidad es que aunque se mire bajo mis párpados no logra verse como la veo. De hacerlo, ambos estaríamos amando a la misma persona.

Dentro de la tienda los maniquíes juegan al despiste geográfico. La dependienta que fue miss mentira bonita en el último festival de hipocresía, le acerca un vestido donde la curva se hace metáfora. La observo desnudarse tras la cortina del probador con el mismo asombro que si fuera la primera vez. Se ha colocado la mueca de no estar de acuerdo mientras encoge el vientre y el azul se enamora de su piel.

—Quizás una talla más —dice la dependienta con voz de madre.

Ella asiente.

Y mientras repite el desnudo rezando por dentro para entrar en ese vestido, yo con la sonrisa puesta ya estoy imaginando el momento de poder quitárselo.



lunes, 27 de mayo de 2024

EDIMBURGO

 ¿Cómo coño se te ocurre pasar por mi vida y quedarte a la vez que te vas? ¿ No sabes lo jodido que está el mundo para andar sonriendo por ahí? ¿ O es que no has visto al resto? Van como hormigas. ¿En qué momento tú decidiste ser luciérnaga? Sonreírme a mí, joder, a mí que me basta un escote. Y a veces ni eso. Vas provocando señorita, deberías saberlo. Ponte una falda corta, dime al oído que no llevas bragas, mueve el culo hasta romperme el cuello pero no sonrías. Haz cosas lógicas, agacha la cabeza al cruzarte con un desconocido, o mira al horizonte, o levanta la vista por encima de su hombro. Pero no sonrías. O cámbiate de acera, si eso me parece una buena idea, cambiar de acera, hazme sentir inferior, haz que te odie y te olvide al mismo tiempo. Sonreír joder con la que está cayendo, en el mejor de los casos cualquiera va a pensar que eres feliz y ser feliz en estos tiempos es ofensivo. Como bailar en un tanatorio. El universo cayéndose a pedazos y tú como si no fuera contigo. ¿Te imaginas que a todos nos diera por sonreír? Estaríamos todos enamorándonos por ahí, con la de cosas importantes que hay que hacer, con la de problemas que tenemos que intentar dejar resueltos, que si llegar a fin de mes, que si poner la música más alta que el vecino, que si criticar al que no está presente, ahorrarte unos euros por aquí, un par de puñaladas por la espalda por allá, un te niego el saludo hacía el oeste, un vaya pinta de zorra tiene aquella por el sur, un - ¿ Hola qué tal? Aunque me importa una mierda por el norte. Y tú a otro ritmo, decorando de belleza los escombros, curando a los heridos de una guerra que siempre está a punto de empezar, regando las flores que crecen en ese precipicio al que llamamos tiempo, haciendo malabares con el destino, brindando la oportunidad de llamar suerte al que no la ha conocido. No se puede ir a contracorriente señorita desconocida. No se puede. Te lo deberían haber dicho. Ni se puede pervertir el ego de un cualquiera. Porque un cualquiera por ejemplo yo, si me vuelvo a cruzar contigo y te desnudas los labios lo mismo te paro en mitad de la calle y te beso. Que es igual que sonreír pero hacía dentro. Y a ver qué haces luego con el amor cuando te diga: - Si es que te lo estabas buscando señorita, te lo estabas buscando.


lunes, 20 de mayo de 2024

VARSOVIA

 


Si tu lugar favorito no lleva su nombre, no es ella. Si su sonrisa no te hace cosquillas en el cielo de la boca no es ella. No es ella si en su ausencia no te sientes como si faltaras tú y en su presencia no te sientes como si te sobrara el resto.

Si dudas no es ella. Tampoco es ella si no hay un idioma tras cada caricia o si un beso no significa otro beso y otro beso no significa el siguiente. Si en el primer roce tu piel no se eriza como si te trajera el invierno y en el segundo sus dedos no te prometen el verano, olvídate. Olvídate si no es la culpable del cambio climático. O de que no te hayas enterado de la trama de la película.

Si no te duele no es ella. Doler como una patada en los huevos. Como un punzón en el pecho. Un dolor inclasificable que a la vez, solo ella sea capaz de calmar. Porque ella debe ser el veneno pero también el antídoto. Si el futuro no tiene sus ojos sigue tu camino. Si el destino no para el reloj tuerce a la derecha. No te detengas si el corazón no te suena como una caja de música. Porque no puede ser ella si la canción no se te pega a la lengua, o si la lengua no se te traba en su nombre, o si su nombre no te encadena a la vida.

Si no te hace suspirar hasta que el aire que te falta le sobre entre los labios ignórala. Sigue adelante si no te atraviesa como un rayo en plena calle. No mires atrás si no te moja la sed como una tormenta inesperada. Si en la palabra postre no se dibuja su silueta no es tu hambre. No te conformes si no hay magia. Si al acariciarla no te cumple los tres deseos a la vez, si no sientes la nostalgia a tres metros de distancia. Si al echarla de menos no te añoras a ti mismo, no, no es ella.

Porque si te quedas con cualquier ella que te encuentres, porque le temes a la soledad, o a los silencios, porque necesitas follar o un buenos días, porque no sabes volar sin empujones, ni te sabes querer si no te quieren. No solo habrás perdido la oportunidad de conocerla. Es que ni siquiera a tu yo de verdad habrás conocido.

lunes, 13 de mayo de 2024

A propósito de ti (2)

“Si antes de hacerte la herida te da un beso no te quiere. Si después de hacerte la herida te da un beso no te quiere. Lo puede entender cualquiera ¿A que si?


Pues yo no.



(B)

 El viejo Manuel entre copas dijo una vez:


-El que ignora siempre es más feliz que el que sabe. De hecho cuanto más cerca estés de la ignorancia más feliz eres.


-Pero también eres mucho más estúpido. Reproché yo.


-¿Y tú qué prefieres ser un estúpido feliz o un inteligente triste? Preguntó sin quitar los ojos de su copa.


El viejo Manuel siempre dejaba alguna pregunta en el aire, para que te pelearas un rato con la duda. Ni siquiera buscaba una respuesta. Le importaba una mierda tú respuesta. Él hablaba contigo pero a su vez lo hacía con él mismo. Cómo si en lugar de un acompañante tuviera un espejo.


-Yo sé mucho de casi todo. Y nunca he sido feliz. De volver atrás, aprendería menos y disfrutaría más. Para lo único que sirve tener la razón es para el orgullo y el orgullo es el mayor sinónimo de la palabra soledad que existe. Dijo antes de salir por la puerta del bar, con ese caminar extraño que había adquirido a base de borracheras. Nunca tuve la certeza de si siempre estaba borracho o si siempre caminaba así. 


Yo no sabía mucho de casi todo como él, además de que tenía una memoria jodidamente selectiva. Sobre la felicidad, podía hablar solamente desde la tristeza. O sea sabía que había sido feliz cuando dejaba de serlo, no mientras lo era. Supongo que uno se hace menos cuestiones en la risa, que en las lágrimas. Entre si prefería la imbecilidad o la sabiduría tenía clara mi postura. En cualquier caso, siempre he tenido la idea del gris como color ideal. A medio camino entre el blanco y el negro. Cualquier extremo, es jodido. Si te agarras a una cuerda, la punta es la que está más cerca de la caída. En cambio el centro, es lo más cercano al equilibrio. Puede y esto lo digo con conocimiento de causa, que esta teoría lejos del vértigo sea más aburrida. Pero también está más lejos del daño. Cuando el dolor no es una elección propia, sexual por ejemplo, o no es una herida, que puedas contemplar como se va curando poco a poco, hasta dejar una bella cicatriz, cuando el dolor es interno y duele tanto que no sabes ni donde duele, te das cuenta que debes soltar la cuerda y avanzar unos pasos antes de volver a cogerla. Obviamente yo no estoy en el centro. Ahora mismo, aquí con ella sentada en frente estoy, más cerca de caer que de mantenerme en pie. Pero esto, también es muy importante, a veces caer se parece a volar. Y volar siempre merece que en lugar de los pasos adelante de varios atrás. O incluso como ahora, des tantos adelante que ambos estéis en el mismo lado de la cuerda. Desde el otro lado, estarán tirando las dudas,el miedo, la nostalgia. Tal vez también la culpabilidad.  Desde el tuyo su boca. Su bendita risa. 



Mi problema con ella, no era su piel que adquiría con los primeros rayos de junio, el color que cualquiera envidiaba en agosto. Tampoco aquellas piernas duras como finales de enero. Ni siquiera aquel culo indecente, que en lugar de moverse recitaba poemas sobre la lujuria. Mi problema, el mayor, siempre fue su sonrisa. Cuando sonreía, se desnudaba de tal modo, que incluso mi mente me sugería, que lo contara como orgasmo. Me di cuenta no obstante, que solo ocurría cuando su sonrisa la provocaba yo. Si era en grupo resultaba indiferente, si era alguna conocida, me inventaba que hablaban de mí, pero realmente el triunfo, ni siquiera me rozaba, si era un hombre, fuera quien fuera, pasaba todo a la inversa en lugar de ir quitándose ropa, se la iba poniendo, hasta tal punto, que el invierno se hacía eterno. Descubrí con cierta facilidad que su punto débil era el sarcasmo y cada vez que surgía la oportunidad le quitaba una prenda. Creo que en cierto momento dependí tanto de su desnudo, que hacerla sonreír, era el modo más seguro que tenía de que yo también lo hiciera. 


Sin embargo, nunca había estado tan cerca de él como ahora. Un desnudo de manos, de piel y de vida. Y ni siquiera se reía. Simplemente mantenía esa pose de quien sabía demasiado. Por eso recordé la frase de Manuel. Y supe que estábamos a punto de dolernos para siempre.

lunes, 6 de mayo de 2024

A propósito de ti

"Sabes por qué no podemos ser felices, porque ambos queremos a la misma persona. Yo te quiero a ti y tú también"


(A)

No sé qué hago aquí. Podría echarle la culpa al amor, siempre se me han dado bien las excusas. No tanto como incumplir promesas pero casi. Supongo que hacía tiempo que nadie me llamaba por mi nombre y luego sonreía. Últimamente después de mi nombre hay una orden, una queja, una cita con el médico. Jamás una sonrisa. Así que podría decir que más que mis propios pies, me ha traído  su sonrisa. No suena a excusa, a mentira tal vez. Siempre se me ha dado bien mentir. Sobre todo a mí mismo. Cómo aquellas veces que dije que podía y no quise. Cómo aquellas veces que dije que quería y no pude. La verdad es jodida. Quiero decir que te la van a pedir, a suplicar, a implorar y luego te van a odiar por ella. Todos quieren la verdad porque piensan que es otra. Incluso cuando saben que la verdad es esa, todavía tienen un atisbo de esperanza de que no sea cierta. A ti, al sincero, solo te queda el perdón. Esa puta palabra que te enseñan de pequeño para tener la jodida libertad de dañar al prójimo.

Mamá que tenía un máster en dolores,solía decirme que lo malo de aceptar un perdón,es que le hacías saber al resto,que era demasiado sencillo hacerte daño.

Que era capaz de curarte una sola palabra.

-Pedir perdón no te hace débil, lo que te hace débil es aceptarlo.

Así que no suelo ser demasiado sincero, tampoco pido perdón, porque me suelo asegurar de hacerle daño a quien se lo merece y jamás lo acepto. Bueno, esto también es mentira. Hubo una vez, que sí. Bueno fueron tres veces. Tres perdones. La misma persona. En esa balanza imaginaria que todos deberíamos usar para saber lo que nos conviene, pesaba más su compañía que su ausencia. Resumiendo brevemente, era más débil pero más feliz. 


La casa es pequeña, alquilada y tiene unas vistas horribles. Tan horribles hacía fuera como hermosas hacía dentro. Obviamente con el paisaje interior me refiero a ella. Supongo que basta verla, que solo se necesita una simple mirada, para saber realmente que hago aquí. Sin embargo, en mi caso, esa mirada, que es cualquier cosa menos simple, en lugar de dar la solución genera un debate. Uno al verla gesticular, mientras el cabello le lleva la contraria ya sabe que va a doler, al divisar ese rostro hermoso como un atardecer que desafía a la noche, ya supone que el olvido, no tendrá ningún bar que le sirva de sinónimo, al disfrutar ese culo, que se inventa un baile antes de que exista la melodía, ya sabe que la vida no le va a pisar los pies pero seguramente le va a robar el alma.


No sé qué hago aquí, sin poder abarcar el aire que respira, buscando la palabra idónea para salir ileso, dejando frases a medias, como si pudiera evitar el barranco. Tiene en los labios mis siguientes cien besos y sin embargo, se mueve como si todavía no sintiera que le pertenezco. Como si su dedo índice no tuviera más poder que mi orgullo. 


-Al final ambos sabíamos que pasaría. Solo hemos alargado el momento. Dice, mientras le da un sorbo a la copa que se acaba de servir.  


Ha puesto otra a mí lado y se ha rozado, como una gata que prefiere robar caricias que pedirlas.


Yo no sabía que pasaría. Ni siquiera estoy seguro de haberlo querido. Que lo he fantaseado, claro, que alguna vez, mientras la veía tragarse el mar, en aquellos veranos, donde el sol, solo bronceaba su piel, imaginaba mi lengua desde sus tobillos a su frente, tantas veces de ida como de vuelta. Pero nunca, supuse que tendría esa posibilidad, que perder el equilibrio estaba en sus labios pero también en la ausencia de ellos.


-Solamente hay que dejarse llevar. Dice. Llega un momento que si no tiras de la anilla te estrellas contra el suelo.


Como decirle que pienso que ella es el suelo. Que la anilla tal vez está en un portazo. En cualquier momento le va a estallar la blusa y todo mi mundo serán dos tetas.  


Como si supiera el poder de lo inevitable, como si tuviera ases en los ojos, como si mi rey hubiera comenzado a tambalearse sobre el tablero, ha guardado la distancia, sonriendo ante lo que supone timidez y disfrutando de la nostalgia, antes de que se produzca.


-Yo no tengo prisa. Y tú no tienes sueño. 


Luego se ha sentado en una silla y ha cruzado las piernas. Supongo que eso no es el infierno, pero es como si al cielo le hubieran puesto una puerta. 


No, no sé qué hago aquí, pero creo que muy pronto voy a empezar a saberlo.

lunes, 29 de abril de 2024

WASHINGTON

 Se llama Alba, es rubia, está en el maletero y todavía respira. que no son suficientes detalles, pero al menos puedes hacerte a la idea de que no viajo solo. Para llegar hasta aquí (y no me refiero a este maldito semáforo que ancla mi destino a un simple color) para llegar a este momento en el que Alba, en lugar de en el asiento del copiloto, le esté haciendo compañía a un paraguas y a un bote para el limpiar el salpicadero han pasado muchas cosas. No busco que me entendáis, pero a veces para contemplar la verdad del paisaje tienes que abrir la ventana. Tampoco necesito comprensión. No hay nada peor para el alma que la comprensión. Que alguien esté de acuerdo con el camino que has tomado para tu vida, lo único que quiere decir es que él hubiera hecho lo mismo que tú. Pero no seas gilipollas no por ello es el correcto. Es más, cuanto más gente hay de acuerdo con una idea más seguro estoy de su fracaso. A veces me recordáis a esa manada de ñus que avanzan siguiéndose unos a otros. Les da igual la profundidad del barranco, o lo grande que sean los cocodrilos. El segundo piensa que si el primero va por ese camino será por algo, el tercero piensa lo mismo del segundo y así sucesivamente. Ni siquiera dudan. Sois similares. Y digo sois, para desvincularme de vuestra especie, porque yo decidí ser el abismo, ser el puto cocodrilo que afila sus dientes esperando el error.

El error se llama Alba. Ha dejado de patalear hace un rato. Es por las pastillas, nunca ha sido dócil. Ella también era un abismo, ahora no, ahora puedo mirarla a los ojos y hacer pie en la orilla de sus parpados. No ha sido fácil porque yo la amaba y después de amarla comencé a odiarla. Incluso puedo afirmar que la he odiado sin salirme del amor y la he amado dentro del odio más profundo. El amor y el odio son dos lastres, el primero te hace vulnerable, el segundo previsible. Son antónimos que sueñan con besarse en la boca. Cuanto más lejos estés de ellos, más cerca estarás de ti mismo. Con esto hay un puto problema que ocurre con demasiada frecuencia y es que te halles a ti mismo y no te gustes. Que de golpe te des cuenta de que a yo le falte un pedazo y que por ejemplo se llame Alba y sea rubia y no deje de respirar.

Espero que al menos no seáis tan estúpidos de creerse eso de que un clavo saca otro clavo. Ninguno, repito ninguno, tiene el mismo tamaño. Si clavas en el mismo sitio solo lo metes más dentro. Si escoges otro lugar solo multiplicas la herida. El clavo que entra de verdad, ese agujero perfecto por donde si entra el aire es a suspiros, no sale jamás. Solo el tiempo es capaz de conseguir que la piel no perciba su presencia. Que acaricies la ausencia y se llame cicatriz.

Alba tenía una preciosa, una cicatriz me refiero, en la rodilla izquierda, no era de ningún clavo, se cayó patinando un domingo. Yo besé aquella herida hasta que dejó de dolerle y cuando dejó de dolerle me dolían a mí tanto los labios, que tuvo que besarme hasta que dejaron de dolerme. Digamos para que me entendáis, que no había dolor si había besos. Así podéis imaginar cuanto he sufrido para estar en la situación de ahora mismo, cuanto dolor he soportado sin su boca.

La llevo al mar. La idea es arrojarla desde el mirador donde una vez después de un abrazo me dijo con rotundidad-No me importaría morirme con estas vistas. Recuerdo que respondí- A mi tampoco mi amor. Logicamente ella miraba el horizonte y yo su rostro. 

Han sido casi dos años, donde a la esperanza se la comió la incertidumbre y a la incertidumbre la nostalgia. Donde la tristeza anidó en mi pecho y los pájaros en lugar de volar picoteaban su nombre. Pensaba que no sería capaz de acabar con ella. Que una vez la tuviera delante me vendría abajo, que todo mi plan se iría a la mierda en el mismo momento que dijera mi nombre. Que volverían a dolerme los labios tanto que ni siquiera le haría falta usar la palabra perdón.

Pero no, la he mirado a los ojos, me he acercado suavemente, ni siquiera he dejado que haga un movimiento, jamás me he fiado mucho de su cintura, siempre he tenido la sospecha de que el demonio estaba de por medio cuando se movía sobre mí con aquellos círculos tan perfectos que jamás tocabas por fuera. Siempre estabas en el centro de ella misma. Lo más cerca de salirte de aquellas circunferencias se llamaba orgasmo. Con los orgasmos tenía un problema. El placer era máximo, pero una vez lo tenía, ella se levantaba de mí y su ausencia era inmensa. Nunca supe en realidad si el orgasmo como tal era tenerlo o no tenerlo. disfrutaba más buscando el camino de hallarlo que una vez encontrado. En fin, como os decía me he acercado a ella, como quien se cruza con un vecino en el ascensor y de un golpe seco y certero de indiferencia la he dejado inconsciente. Y aunque el desmayo era suyo, el descanso era mío. Luego la he metido en el maletero y aquí estoy junto al mirador que nos vio eternos esperando el atardecer para que lo único que brille en su caída sean mis ojos.

Ya apenas le queda aire.

Así que ya sabéis que existe el crimen perfecto. Y se llama olvido.