lunes, 25 de abril de 2022

ISLAMABAD

 


Hace tiempo que no hablo de ti, supongo que lo más similar al olvido es el silencio. Que no nombrarte, es como si no hubieras existido. Sin embargo a veces, apareces por aquí como un fantasma, no solamente evocando el pasado, tambien haciéndole trampas al futuro. Te pones frente a mí e inventas senderos con todo aquello que no ocurrió. Yo los transito muy despacio, a veces incluso me detengo en mitad de un camino y observo nuestra risa detenida en el tiempo. De algún modo vivo dentro del imposible, mientras tú eliges con desición el color de las cortinas. Tu fantasma no solo se alimenta de la nostalgia, también siembra de dudas el paisaje.  En cada tal vez, una herida del tamaño de tu nombre me sangra por dentro.  No fuimos cobardes, había que ser muy valiente para dejar tanto amor aparcado y seguir con nuestras vidas, como si los fantasmas no existiesen. Como si el café no se enfriase. Como si bastara con una ola rebasando tu nombre para lamer otra orilla.  No fuimos cobardes, solamente estábamos llenos de ignorancia. No, el tiempo no lo cura todo. Vimos iluminada la salida del laberinto y creímos que habíamos conseguido escapar. No supimos descifrar que aquella puerta, nos llevaba a otra y esa a la siguiente. La realidad es que solo nos sentimos perdidos de verdad, cuando dejamos de encontrarnos. El laberinto lo teníamos dentro y la salida, la única, estaba escondida en nuestra piel. Pero no bastaba con tocarla, la piel también tiene memoria y es ella, la que mientras yo callo, te nombra, te grita, te llama. Y por eso aparecen los fantasmas. Por eso dibujan encima de los garabatos que hemos ido creando con nuestra ausencia, la vida que no supimos tener. Porque aunque no fuimos cobardes, si nos faltó la certeza de saber, que el único modo de avanzar era juntos. Que de cualquier otro modo, volveríamos alguna vez al pasado, para que nos asaltaran las preguntas más difíciles de contestar. Esas en la cuáles los dos siempre supimos la respuesta. Pero en lugar de decirlas nos callamos. Como si bastara el silencio. Como si existiera el olvido.

martes, 19 de abril de 2022

AZUL UNICORNIO

 Hoy te hablaré del ego cariño,

ni de las esquinas dobladas de los folios,

ni del matorral que crece sin permiso

detrás de la casa donde vives.

No te hablaré de Natalia que fumaba

dos paquetes de tabaco al día

porque le faltaban sus besos.

Natalia no murió de cáncer, 

falleció de amor

pero explícale tú eso a cualquier médico de cabecera.

Sobre todo te hablaré del ego.

El ego querida, es un espejo mentiroso,

un amigo de verdad,

un exnovio con nostalgia.

Recuerdo cuando miss universo

dijo en una revista

que la belleza estaba en el interior

 te juro por mi vida, que pensaba

que se iba a desnudar en la siguiente página

pero no, la hija de puta lo decía en serio.

Del silencio solo puedo declarar

que solamente ha conseguido inquietarme

cuando eras tú la que no hablabas.

Pero hoy únicamente te hablaré del ego,

ni de los bordillos donde tropiezan mis sueños,

ni del verbo capaz de detener tu reloj de pulsera.

El ego no es sinónimo de maniquí,

tampoco sale en los anuncios de perfume,

no habita en las canciones de moda,

ni siquiera se compra en una clínica

donde te moldean al gusto

del consumo más básico.

El ego querida, es un poema donde cabe tu nombre,

una báscula que no entiende de números,

una sombra que te lame la piel.

El ego preciosa, es ese amor propio,

que se convierte en mutuo,

no porque te falte para quererte

sino porque te sobra para ofrecerlo.

Mamá decía que la felicidad era un lugar,

ni un instante,

ni una risa,

ni besos,

ni dinero,

ni siquiera paz.

Un lugar repetía

yo no lo entendí hasta que te tuve cerca

y supe que ese lugar era contigo.

Del ego, ni de esta persecución

absurda de lunares,

ni que lo mejor del café del bar de enfrente

es la figura desconcertante de la camarera.

De la esperanza solo puedo declarar

que es una mujer sin bragas a la que el viento

jamás tiene fuerza para levantarle el vestido.

El ego ¿Te acuerdas?

Tú de rodillas y yo gimiendo,

 o tu sentada en el barranco de mi barbilla

manejando las olas,

como si además de mujer

también fueras una isla.

Como si además de naufragio,

también fueras el rescate.

¿Te acuerdas?

Tú eligiendo el color de mis camisas

para que jugara con el de tus zapatos,

tú pidiendo otra copa

y yo esperando besarte

para que el vodka

nos supiera más dulce.

No mencionaré nada sobre lo sencillo

que es pedir perdón para los hijos de puta,

tampoco sobre lo inútil de la venganza

si no hay una risa de por medio,

ni siquiera de aquel ramo de flores

que nunca te regalé

por si la primavera

me odiaba por dejarla marchitar

en un jarrón con agua de grifo.

¿Te acuerdas? Tú observando la capilla sixtina

y yo tu culo.

Tu perdida en las calles de Oslo

y yo en tu vientre.

Tú pidiendo un taxi

y yo disculpas.

Sobre la guerra solo puedo declarar,

que un portazo es un tiro,

un insulto una bomba,

un bostezo la muerte.

Solo del ego. 

Y si algún día me lo devuelves

también hablaré de ti.

Y de nosotros.