lunes, 22 de julio de 2024

ATENAS


¿ Te acuerdas cuando yo estaba duro

y tú estabas buena?

Ahora a ti parece que te ha pasado

un autobús por encima

y a mí un tren.

Y sólo han sido años.

Un montón de soplidos sobre tartas

que en lugar de cumplir los deseos,

los hacían volar lejos de nuestras manos.

Y no, no nos enterró aquella vecina morena

que decía hola con el escote,

ni nos mató el masajista que te enseñó

que el punto g también estaba en la espalda.

Hemos sobrevivido a insultos y a celos,

a la droga de la rutina,

a las tardes de siesta,

a películas con el mismo final,

el mismo asesino,

la misma lágrima.

No ha podido con nosotros el fin de mes,

ni los recibos apilados sobre la mesa

ni el otra vez lentejas para comer,

ni los anuncios de la tele

donde cualquiera era más feliz

de lo que debía.

¿Te acuerdas cuando tú decías follame

y yo te hacía el amor?

Ahora nos cuesta acercarnos para darnos un beso

como si nos bastará mirarnos para sabernos.

Y no sucumbimos a los secretos,

ni la nostalgia nos robó la paciencia.

Tampoco el reloj decidió en nuestra prisa.

Cuando teníamos el presente entre las manos

el futuro nos cabía en el siguiente abrazo.

Salimos ilesos de nuestras propias guerras,

a veces fuimos rehenes

y otras el enemigo.

Éramos los mismos que firmábamos la paz

y que planeaban el siguiente ataque.

Alguna vez perdimos lo reconozco.

Pero nunca, nunca, nunca,

nos dimos por vencido.

¿Te acuerdas cuando al principio

no sabíamos que hacer con las promesas?

Y fuimos tan felices que nadie,

absolutamente nadie, apostaba por lo nuestro.

De hecho creo que ni siquiera nosotros.

Y sin embargo ya ves aquí estamos,

cumpliéndonos el para siempre.

lunes, 15 de julio de 2024

TEHERÁN


Crack.

Ese es el sonido que debe hacer un corazón cuando se rompe. Ruidoso y seco como un jarrón contra el suelo. No un vaso, o una botella, o una taza. Como un jarrón, porque si tienes un jarrón en casa debe tener algún valor sentimental.  Ya sea porque era de tu madre, o de tu abuela, o el recuerdo de un viaje, o simplemente porque ha tenido tantas flores dentro que la primavera se hace de repente si pasas por su lado. Lo justo sería que lo vieras antes tambalearse para que formes parte de lo jodido que puede resultar el equilibrio y luego crack. El romanticismo es ese acto de fe que existe en aquel que intenta juntar los trocitos. 

Pero no, un corazón se rompe y no hace ningún tipo de sonido. De hecho se rompe y a la vez sigue intacto. Como si a una caja de música le arrancas la bailarina. Ha muerto la belleza y la melodía sigue.  ¿ Pero a ver quién coño es el guapo que baila ahora?

"El tiempo lo cura todo" es esa frase que nunca pasará de moda. Pero el tiempo lo que hace no es curarlo, es matarlo. Te arranca unos años de vida y a cambio te da la capacidad absurda de ir olvidándolo todo. Y en cierto modo lo haces, olvidas, tu cuerpo olvida, tus ojos olvidan, tu mente olvida. Pero tu corazón jamás formará parte de ese juego.Tu corazón ya ha creado un sistema nuevo de defensa y a la persona que venga, no le será tan sencillo entrar como a la anterior. El corazón se va haciendo más pequeño y a su vez coloca más obstáculos en el camino. El daño que te hagan hoy, lo pagará la siguiente persona que pase por ahí. 

Supongo que es esa la razón por la que sigo aquí, inmovil. La razón por la que no te digo un lugar y una hora y te miro a los ojos hasta poder sentir que me caigo dentro de ellos. A estas alturas ya no eres un polvo rápido en el baño de un restaurante. Ni un paseo por la playa mientras me hablas de tu infancia. Ni una película donde su argumento seá devorado por los besos.  Yo te he creado de la nada. Como si no hubieras existido antes de la primera vez que dije tu nombre. Ni siquiera te ha sido necesario esquivar obstáculos para llegar al primer latido. Yo mismo te he cogido con dos dedos y te he colocado en la entrada de mi pecho. Y de repente cobras vida por ti misma y te metes más dentro. Y hurgas en él.  Incluso intentas con cierta ignorancia crear algo bonito de este montón de escombros que decoran la parte del fondo. Y te sientas y observas desde dentro a fuera quien soy. Y ni siquiera yo estoy seguro de eso.

Hoy he visto a una chica. La he visto cien veces antes. O mil. O un millón. A veces incluso sale en mis sueños. Nunca está desnuda. Es como si mi deseo me llevara la contraria. La he mirado igual que si pasara por delante del escaparate de una pastelería. Y el corazón ha bailado una canción que ya conoce. Ella está lejos de él porque también se sabe la música. Le importa tanto lo que habita en mi pecho como a mí el anillo que decora su dedo. Una palabra bien colocada hubiera dado más amplitud al diálogo, una sonrisa en el momento justo, más complicidad y  un roce hubiera sido suficiente para perderme en su tímido escote. Pero no ha ocurrido nada porque yo espero que sea ella quién dé ese paso y ella tal vez ni siquiera lo ha imaginado antes. Luego al meterme en casa  he dicho su nombre para que volviera a mis sueños. No ha habido suerte. Supongo que el único sueño seguro es el que eres capaz de cumplir. Que una vez cierras los ojos no solo se oscurece tu alrededor, también lo hacen los deseos. Puedes pedirlos, imaginarlos, traerlos a ti pero en el momento de alargar la mano para ver si son reales se desvanecen. Y se quedan apilados con los demás en un desván olvidado de la memoria, que a veces visitas por ese masoquismo interno de ordenar los fracasos. Una persona no se mide por lo que tiene, sino por aquello que ansía. 

Supongo querida Alma que debería escribirte. Contarte que donde estás sentada ahora antes había otra mujer. Y que fue ella quién lo dejó todo en este estado. Que el tiempo aún no nos ha matado del todo y que la echo de menos. Decirte que estás ahí para que duela menos. Y que te suene tan injusto el leerlo como a mí el escribirlo. Que mi corazón, el mismo que te abrió la puerta es incapaz de cerrarla y dejarte dentro. Y ni siquiera sabe si es por si ella regresa o porque todavía no se fía de ti. Incluso puede que por ambas cosas a la vez. Estoy de acuerdo en que la canción que suena de fondo es preciosa y nada me apetece más que agarrarte la mano y dejarme llevar. Pero sería justo que supieras que en esta misma caja de música yo he sido la bailarina arrancada de golpe y abandonada en el suelo mientras el mundo seguía con su puta melodía.

Y que tampoco hice crack. Como debería.



lunes, 8 de julio de 2024

MOSCÚ

 

Supongo que si uno ve el desastre tiende a juzgar sin conocer los hechos, incluso creo que en algunos casos prefieren no saberlo, hasta a veces los inventan. Nada es más sencillo que se corra un rumor, sobre todo si dicho rumor jode a alguien. Nos alimentamos del morbo, del daño ajeno, como si pudIéramos salir ilesos del nuestro propio en una comparación odiosa. Como si hablando de lo gordo que está fulanito, nuestros kilos pasaran desapercibidos. Como si contar la falta de belleza de aquel tipo que pasaba por ahí, nuestra cara de idiota se viera menos fea. Somos malos, jodidamente malos, a veces no es más que una forma de escudarnos, otras en cambio es lo que llevamos dentro. Ninguna de las dos sirve como excusa. Y ambas hacen el mismo daño. Nos han enseñado a pedir perdón y con ello creemos que ya vale todo. Que pedir disculpas es como hacer magia. Que la jodemos pero no pasa nada porque luego decimos lo siento y todo vuelve a la normalidad. Pero una herida no se cierra con una palabra y eso que una palabra si que es capaz de abrirla. Deberíamos no juzgar con tanta alevosía los actos del otro, sin conocer cuantos demonios le están hablando al oído. Pensar que en la libertad vale absolutamente todo nos condena a ser menos libres cada vez. Nos marcan unas pautas y las seguimos para evitar que nos señalen. La oveja nunca fue negra por su color, era negra por sus actos, por no respetar a la mayoría, por ir en contra de las leyes impuestas, por elegir su camino y transitarlo lejos del carril que le habían marcado. Vemos al gordo y le gritamos con los ojos que vaya al gimnasio. Porque pensamos que su felicidad debe ser parecida a la nuestra. Porque suponemos que el espejo es que el marca la sonrisa. Vemos al calvo y le sugerimos una gorra. Al mal vestido y le imponemos una marca de ropa, ignorando que tal vez no sea más que pobreza. Juzgamos a la divorciada porque no supo mantener el amor, cuando tal vez el amor ya solo podía dárselo ella. Miramos a la soltera e imaginamos que prefiere ir de boca en boca, cuando tal vez su caso es que ha conocido tantas, que ya no se fía de ninguna. Observamos el desastre y solo destacamos los escombros. En lugar de colocar la primera piedra donde se apoyen los nuevos cimientos. Y creo que tal vez deberíamos parar la bola cuando llegue a nosotros, no dejar que siga creciendo, a veces basta con un abrazo, otras simplemente no riendo una gracia, otras censurando abiertamente a los culpables.. Porque luego cuando la bola se hace tan grande que aplasta a alguien, salimos corriendo a lavarnos las manos, no vaya a ser que cualquiera nos vea las manchas de sangre. Y tengamos que pedir perdón como nos enseñaron.

lunes, 1 de julio de 2024

El CAIRO

 

A veces nos miramos todavía, estrangulamos el presente y nos quedamos sostenidos en aquella tarde en la que nos faltó un beso y nos sobró el miedo. Luego la vida siguió y no contó con nosotros. Pero a menudo, en la calle nos cruzamos y en el hola educado hago planes de lo que pudo haber sido, como si el pasado se pudiera moldear a través de la memoria. " No guardes un deseo para cuando sea posible, porque lo posible solo sucede cuando lo deseas" Pienso mientras nuestros pasos se alejan en direcciones opuestas. Y aún tengo el beso tatuado a tu nombre entre los labios. Pero también tengo aún el miedo de aquella tarde calándome los huesos. Como una gota de lluvia cayendo siempre en el mismo sitio. Todo el tiempo, desde entonces hasta ahora. Desde ahora hasta lo eterno. Es en un beso donde empieza todo. Un beso lleva a la caricia. La caricia lleva al amor y el amor al deseo.El deseo al desnudo. El desnudo al sexo. El sexo lleva al sexo. Y a más sexo. Y el más sexo lleva al beso. Y el beso se convierte en rutina, en inercia, en costumbre. Y el futuro pierde todo su significado. Y el miedo ignora al miedo. Y contigo perder el miedo es perderte a ti. Por eso no te beso. Por si el beso de repente espanta a todos los monstruos del pasado. Y después los echo de menos. A los monstruos y al beso. Y al cruzarme contigo ya solo me queda la certeza de lo que fue. No de lo que pudo haber sido. Y dejamos de mirarnos. Y de besarnos. Sin besarnos siquiera.

lunes, 24 de junio de 2024

PARÍS

 


- ¿Por qué estás conmigo Laura?

Es totalmente imposible amar sin miedo. Instantáneamente cuando dejas de temer dejas de amar. Quieres pero querer está muy sobrevalorado. Se puede hasta querer a un enemigo, un resfriado que te prive de un almuerzo familiar, una horrible cicatriz en la piel, que te recuerde que alguna vez fuiste niño. Laura renegaba de los te quiero, le molestaba tanto como que le besaran la nariz o le acariciaran el pelo.

- A mí me amas, o me necesitas, o me deseas y a ser posible que sean las tres a la vez y con la misma intensidad. Pero no seas tan simple y me quieras. Y por supuesto no seas tan reiterativo como el resto del mundo y me lo digas. Hasta Fabián en algún momento me quiso y Fabián quería incluso a su madre y créeme que a esa maldita mujer, era más fácil desearle una muerte lenta que un buenas noches- Dijo un domingo. Sé que era domingo porque los domingos Laura hablaba sin parar, como si el único modo de sobrevivir a ellos fueran las palabras Los domingos Laura era una monologuista. Por lo general debías perdonarle el lunes todo lo que había salido de su boca pero a veces, algunas veces, preferías recordarlo o bien para saber que era la mujer más maravillosa del mundo o bien para ignorar al resto de mujeres que el mundo albergaba en su maltrecho vientre.


- ¿ Por qué me amas Laura?-


Yo siempre tenía miedo con Laura, por eso la amaba. Miedo a que se fuera un día, miedo a que se quedara siempre, miedo a que ni siquiera existiera de verdad. Miedo a ser ella sin mí, miedo a ser yo sin ella. Yo tenía miedo y ella lo sabía. No le hacía falta preguntarme cuánto la amaba, o que sería capaz de hacer por su boca, o de deshacer por sus manos. En cambio yo no notaba en ella el menor atisbo de temor respecto a mí existencia en su universo. Normalmente metía la lengua entre mis labios y la movía haciéndome cosquillas en el cielo de la boca y en el estómago. No eran mariposas, es imposible que hubieran alas en mí cuando sus labios me robaban el aliento, porque yo no quería volar ni ello era necesario, lo único que deseaba era quedarme allí parado por siempre con ella dentro. 

Después de su lengua, yo no tenía más preguntas. Quizás porque también tenía miedo de saber las respuestas.

Recuerdo la primera vez que fui al cine con ella, sin embargo ni siquiera sería capaz de argumentar la trama de la película -Podía haberla buscado y visionado con el tiempo, al fin y al cabo, no vi prácticamente nada de ella pero cualquier fotograma podría traerla de nuevo a mis brazos y cualquier realidad arrebatármela. Y a Laura perderla una vez ya era demasiado.

Cuando me percaté que había más luz en el asiento de al lado que en la pantalla de enfrente, supe sin lugar a dudas, que estaba completamente enamorado de ella.

Laura, una mujer capaz de silenciar los bares si entraba por la puerta, de abrigar los inviernos hasta sudar posando solamente con unas simples braguitas de un vulgar mercadillo, de conseguir la bandera blanca en mi guerra interior con el simple acto de sacarse una teta. Si sonreía la vida te mostraba un atajo a la felicidad jamás transitado anteriormente. Su sonrisa era el espejo donde me miraba para no desentonar con su belleza.

La veías en la orilla, descalza, esquivando piedras, dejando sus pisadas para que las olas hambrientas de fetichismo no supieran si rebasarlas bruscamente, rodearlas con cariño como quien da un abrazo, o posarse para conseguir el charco perfecto. Mordiendo una manzana bajo la sombrilla, mientras nuestros casuales vecinos de arena se olvidaban de los flotadores de sus hijos, de untarse la crema protectora o de si por fin había abierto el chiringuito más cercano. Yo nunca supe con Laura donde el amor hacía pie. Pero tenía la absoluta certeza de que cuanto más distancia había entre nosotros más subía la marea.


- ¿Por qué me deseas Laura?


Subida en mí, como si en lugar de follar, bailara. Ella siempre fue música. Una melodía que dejaba el eco de su nombre en la punta de mi lengua. Haciendo círculos con sus caderas, como si estuviera más cerca de girar un hula hop que de llevarme al sumum del placer. Me abrazaba la polla de tal modo que se me olvidaba hasta de correrme con tal de tenerla allí encima para siempre. Inventando en cada gemido el principio de una canción, más fácil de tararear que de aprenderla. A veces me dejaba hacer a mí. Aquella espalda de gimnasta china se doblaba tanto al lamerla, que nunca sabía si seguir o pedir una pausa para puntuarla como si fuera el jurado de un concurso de papiroflexia. Y se ponía a cuatro patas y toda la casa se le metía dentro. Besaba los pliegues de sus nalgas respirando cerca de los labios de su coño, que me llamaban a gritos con la fuerza de un silencio. Mordía su culo fuerte, a veces demasiado, como si necesitara una marca que me diera algún privilegio o cierta propiedad. Luego abría suavemente su coño con los dedos y metía la lengua dentro, giraba, como si en mi lengua se hallara la llave del infierno, la sacaba y la volvía a introducir, desde su garganta se oía un concierto de cien mujeres gimiendo a la misma vez, yo solo me limitaba a seguir el ritmo. Luego se daba la vuelta y abría las piernas, me arrodillaba a los pies de la cama, como intentando beber de una tormenta y como no conseguías acabar con la sed, te entraba hambre. Y acababas entrando en ella, tan dentro que parecía romperse como una muñeca de porcelana contra el suelo. Había pedazos de ella por toda la cama. Tenía esa bendita capacidad de multiplicarse en cada embestida y no te quedaba otra que dividirte para estar con todas a la vez. Era imposible. Luego su orgasmo, llamando al mío, como un mensaje de amor en el contestador de la memoria. Pidiendo más, como un barco levantando el ancla para conseguir el naufragio perfecto, gritando como en una curva interminable en plena montaña rusa.


- ¿Por qué Laura? ¿Por qué?


Ojalá estuvieras aquí ahora. Me gustaría ponerte los nuevos cantautores que he descubierto. Casi todos ellos siguen hablando de ti. Arrancar a mordiscos las hojas de tu pijama otoñal. Romperte otro botón de alguna blusa. Despertarme a tiempo para ver una vez más, que es igual de sensual ver cómo te desnudas, que contemplar cómo te vistes. Calentarte los pies bajo la cama, besarte mucho, tanto, que no sepa cuando te beso o cuando me estoy besando. Acariciarte con las yemas de los dedos la espalda hasta que bosteces, que el aire que te sobra, aún es el aire que me falta. Y ver como tus zapatos rojos te esperan en el umbral de la puerta. Y sentirte regresar buscando en mi piel el exilio de ti misma. Que me mordieras la boca como entonces, para sembrar la duda, si dolías más cuando estabas en mis labios o cuando los dejabas sin ti. Y tumbarnos a ver pasar las nubes, sin que pasara el tiempo, recordar que siempre tuvimos veintisiete años, que jamás hubo un reloj que se atreviera a decirnos lo contrario, ni calendario que marcara otras estaciones distintas a las que pactamos en el primer abrazo.

- Si un día te vas voy a morirme- A veces abusaba de la tragedia.

- Eres un mentiroso nadie se muere por eso.

- Pero me matarías.

- ¿Desde cuándo mata la ausencia? Preguntaba ella.

- Desde que existes en mi vida. Contestaba yo.

- Solo te creeré cuando vea tu cadáver.

- Pero entonces no podrás besarme.

- Claro que podré. Pero tú no sentirás nada.

- ¿Y tú? ¿Qué sentirás tú? Preguntaba buscando una frase que me llenara el alma.

- Asco supongo, no lo sé, nunca he besado a un muerto.

(No siempre era así. A veces tensaba la cuerda para caernos los dos.)

- Si tú no eres el final, el final será otra. Le decía sonriendo con maldad.

- ¿Otra cualquiera?

- Lucía por ejemplo.

- Lucía se acostaría antes conmigo que contigo. Decía tan segura de sí misma que ni siquiera yo lo dudaba.

- Quizás llegas tarde a ese antes que intuyes. Mentía yo.

- ¿Y folla mejor que yo hijo de puta?

- Las comparaciones son odiosas cariño.

- Nunca tanto como tú. Decía con una mueca torcida de enfado.

- Eso me alegra. Contestaba sabiendo que el odio era necesario.

Tengo la certeza de haberla amado más que a nada, más que a nadie, también tengo la memoria suficiente para reconocer que la amé más cuando tuve constancia de que no volvería, que cuando estuvo conmigo o aún la esperanza estaba intacta. Cuando uno tiene la victoria acostumbrada no se da cuenta de lo importante que es seguir ganando. A veces ni siquiera sabe que lo hace. Pero cuando pierdes, la derrota es tan enorme que ni siquiera lo ganado anteriormente consigue reconfortarte.


- ¿Por qué me amas Laura?

- ¿Recuerdas la última vez que lloré? Preguntó ella.

- No- Contesté yo rotundamente.

- Yo tampoco. Dijo. - Por eso te amo.

lunes, 17 de junio de 2024

VIENA

 ¿ Recuerdas aquella noche en que con toda la inocencia del mundo esperábamos una estrella fugaz para pedir un deseo?Tu mirabas al cielo y yo a ti.

-¿Qué miras? Preguntaste.

Te acabas de perder una preciosa. Dijiste. Y cerraste los ojos concentrada en vete a saber qué.

Nunca te dije que te dejaba elegir a ti, porque yo en ese momento ya estaba cumpliendo el mío.

lunes, 10 de junio de 2024

ESTOCOLMO

 Es verano bajo las sábanas. Ella aún duerme. Tiene un pijama horrible y está tan bonita como con un vestido ajustado. He pensado que sea mi lengua quien la despierte. En meterme entre sus muslos y en lugar de decirle buenos días, demostrarle que lo son. En quince minutos sonará su alarma, tardará tres segundos en apagarla y suspirará odio en un bostezo. Se estirará como quien pretende agarrar al lunes del cuello y ahogar su futuro. Con los ojos abiertos esperará cinco minutos. Tal vez pensando en qué ropa ponerse, memorizando la despensa, haciendo planes que acabará abortando en el transcurso del día, fijando una fecha para tomarse una semana de vacaciones. Seguramente ya habrá maldecido la velocidad a la que pasa el fin de semana y dirá "viernes" tres veces, como quien se agarra a un balsa en mitad del océano. Luego lanzará un suspiro al techo y saldrá de la cama. Primero el pie derecho. Irá al baño, se lavará la cara y mantendrá una guerra contra el espejo, que intentará ganar más tarde con algo de maquillaje. Pondrá su lista de reproducción en aleatorio y mientras se hace el café, jugará con su pelo hasta hallar la cola perfecta. Se probará tres jerseys, decidirá el más oscuro, los pantalones más pegados, los zapatos más cómodos. En ese momento el espejo ya se habrá puesto a su favor. Tomará el café, cinco sorbos, tal vez seis. Y se convencerá de que no tiene hambre todavía. Luego volverá a la habitación y me dará un beso antes de irse. Como quien deja el amor en los labios ajenos para más tarde volver a por él. Será un lunes cualquiera, otra mañana sin memoria.


Así que voy a levantar la sábana, bajar su pijama como quien descorre una cortina para que entre el sol y besar suavemente alrededor de sus muslos. Sin apartar sus bragas, me inventaré una playa con la punta de la lengua. Sus manos buscarán mi cabeza y al hallarla las pasará por mi pelo, como quien tiene música en los dedos. No habrá bostezo ni odio. Ni cinco minutos, ni lunes. El futuro será mi boca. Y en lugar de viernes repetirá mi nombre tres veces, como quien tiene el océano agarrado a una balsa. Se estirará para pegarme a su piel. Le importará un carajo la despensa y tendrá dudas si vacaciones no es el sinónimo de tenerme entre sus piernas. Pondrá en aleatorio una canción en mi garganta, mientras se despeina. Completamente desnuda hallará en el espejo de mis ojos la verdad sobre su físico. Dará sorbos largos sobre mis labios, tal vez mil, o mil quinientos y poseerá tanta hambre que tendrá que comerme.

Faltan cinco minutos para la alarma, es verano bajo las sábanas, ella aún duerme. Y yo creo que ya es el momento de verificar los buenos días.