lunes, 25 de marzo de 2024

VICTORIA

  

Prefiero de rodillas, o yo tumbado y tú en mi cara. Prefiero que falte aire y que el que sobre huela a ti. Que si sales de la habitación tu perfume me diga lo contrario. Prefiero sin música, con la luz encendida, ni cenas, ni velas, ni postales que nunca superarán la belleza de tu espalda desnuda. Las cosquillas con las uñas y los besos con los dientes. Prefiero que duelas, que te agites como una flor bajo una tormenta, que no sepas conjugar verbos en singular, que me aten tanto tus palabras como tus brazos. Prefiero llamarlo follar, que no te quites los tacones, ni el orgullo y aún así "puta" te llegue a parecer la palabra más bonita de la noche. Prefiero tu saliva a otra copa, tus tetas a otro plato, tus manos a otros sueños. Prefiero que me hables de locura, que mi lengua nunca signifique rutina. Los versos a traición, los "siempre" con los ojos, los "casi" abolidos. Prefiero a cuatro patas y que ladres o te pongas encima y me bailes. Los tangas sin armario, las bragas en el suelo. Los sueños en gotitas de sudor, que podamos cumplirlos al lamerlos. Prefiero tan al fondo que al salirme, te sientas una extraña en el vacío. Que tengas que decir mi nombre para conocerte, que tenga que responder el tuyo para que sonrías.

Prefiero en la cama y en el suelo. Prefiero en la cocina y en el baño. Prefiero en la encimera, en una silla. Prefiero en cualquier sitio que me digas, no hay más dirección que tus caderas. No quedan más caminos que tus piernas. No busco más placer que el de tu orgasmo. Prefiero aquí y ahora y luego, luego. También prefiero siempre y por si acaso. Y por si acaso siempre.

Te prefiero.

lunes, 18 de marzo de 2024

JARTUM



Me siento en el banco desde donde se ve el mar.

Lo especial, sin embargo, 

no es el inmenso charco de agua azul,

azul como el amor de la infancia. 

Lo hermoso no es la bandada de gaviotas, 

ni los veleros moverse con el aire, 

que parece que van a besarse

y se apartan justo antes del roce. 

Tampoco el cielo, que parece asomarse a un espejo 

donde jamás sale horrible. 

No como yo, que aún no he encontrado un reflejo

que decore mi autoestima. 

Supongo que es complicado de entender, 

pero lo que importa, 

lo que hace este lugar maravilloso es el banco.

Aquí, cuando el silencio no lo interrumpe una moto

o los niños del parque dejan de caerse

o descansan los columpios aliviados del peso

y las madres dejan de colocarle

medallas invisibles a sus hijos. 

Aquí, todavía se escucha tu voz.

Todavía estás húmeda del último baño 

y tu sonrisa hace el amago de atravesar 

la nostalgia y romperme la boca. 

Aquí estuvo tu culo, redondo como luna llena,

sentado y demostrando que lo hermoso, 

no estaba en frente, si no a mi lado.

Ahora, a mi lado no hay nadie.

Aunque, a menudo,

una sombra corretea por mi piel 

y por momentos,

te hago las mismas promesas

que ni siquiera la inercia

me ha invitado a cumplir. 

No he dejado de fumar para que me eches la bronca.

Y aunque las canciones de las que me hablas

han pasado de moda,

las tarareo con esa crueldad

de quien odia la música

si no eres tú la que la bailas. 

Hablamos de cuando las cartas 

eran como aviones de papel

que nos movían del sitio. 

No hay un lugar del mapa 

en el que no haya sido feliz contigo. 

Incluso cuando ellos comenzaron a estrellarse,

yo junté todo lo que quedaba de ti 

y me hice un recuerdo. 

Crearse un recuerdo es lo que hacen

aquellos que no tienen cojones

de crearse una vida. 

Que dejaron de dar vueltas a la ruleta, 

aún sabiendo que la suerte estaba de su lado.

Bastaba con decir tu nombre en voz alta

para que la pelota dejara de girar. 

No, no lo hice.

De hecho la ruleta sigue en movimiento, 

pero la pelota está en el pasado 

y no hay modo de volver a ella. 

A veces he dicho tu nombre por si acaso, 

pero lo máximo que ha sucedido 

es el placer momentáneo de tenerte, 

un breve instante, en la punta de la lengua. 

Te hablo de mí, de la huelga de musas, 

de que bebo más de lo que quiero, 

de que quiero menos de los que debo, 

de que en los sueños siempre apareces como un reproche.

De que el olvido tiene el mismo color 

que los gatos que ya no acaricias, 

para que no se acostumbren al amor 

aquellos que han elegido estar solos. 

Te hablo de mamá. 

De que cada vez que escucha mis llaves en la puerta

tiene ese lapsus de desear que, 

después de que se abra

hubiera otra persona. 

La muerte no solamente arranca una flor,

también marchita el jardín.

En su casa la primavera es como un Unicornio.

No existe.

Te hablo de que tengo la cruel impresión

de estar envejeciendo más rápido 

de lo que dictan mis años. 

De que me sigue doliendo la cabeza, 

la espalda, el alma

y tú.

Te hablo de que ya no lloro en la ducha. 

De que dejo series a medias, 

libros a medias. 

De que es mucho más complicado llegar a un final, 

cuando lo que realmente se necesita es un principio.

Te hablo porque no me escuchas, 

porque de tener esa posibilidad, 

hablarías tú, 

preguntarías tú

y esta vez es muy posible

que te dijera que sí. 

lunes, 11 de marzo de 2024

BELGRADO

 


La guerra ha terminado.

A simple vista no hubo heridos,

otro tema sería que me mirarás por dentro.

Tengo el corazón en la garganta y en el pecho

una trinchera en la que aún se esconde tu nombre.

No ha habido bandera blanca, no ha hecho falta.

Pero es cierto que me he rendido.

Se puede luchar por amor y se puede atacar por odio.

Pero no hay modo de defenderse de la indiferencia.

He tatuado una letra para que la borré la lluvia

nunca he sabido perder sin humedades.

En mi cabeza todo pasaba de un modo diferente,

no había rehenes, ni tregua,

ni ganador, ni vencido.

De hecho no había ni guerra.

¿ Cómo se puede echar de menos

lo que nunca se ha tenido?

Me pregunto mientras guardo la esperanza,

con la ropa sucia.

No hay manchas de sangre.

No has necesitado más que silencio

y una mirada verde de reojo

desde tu huida infinita.

No hay heridas pero dueles.

Dueles como arrancarle una página a un libro,

como que te cuenten el final de una película,

como un secreto en la boca equivocada.

Lo peor no es la derrota.

De eso estoy seguro.

Lo peor es que tengo la sensación

de que he luchado contra mi mismo.

Y me he perdido.

lunes, 4 de marzo de 2024

PRAGA


La primera vez que nos vimos nos abrazamos con tantas ganas, que no cabía ni el aire entre nosotros. Un abrazo de chimenea, de chicle en la boca, de palomitas estallando al fondo de la cocina. Se fue sin irse, pues su olor se había apoderado de toda mi ropa, incluso dormí con la misma camisa aquella noche. Luego como cualquier amor inacabado la camisa, fue a parar al bombo de la ropa sucia. Y con la camisa ella y con ella yo.

Nos vimos meses después, según ella era el mismo perfume pero al irse, no dejó ni rastro. Fue efímero como el amor a los dieciocho. Cambio de perfume alguna vez, otras se echó una cantidad desproporcionada. Pero jamás volvió aquella sensación de que al marcharse, no se había ido, de que al alejarse, aún la tenía en los brazos.

Ella dejó de venir, yo de esperarla y supongo que nos olvidamos, como se olvida la letra de una canción, o el nombre de un libro que has dejado a medias. No se puede querer aquello que no se echa de menos.

Hoy nos hemos visto, esta mañana, cinco años después de lo nuestro. Ha sido una de esas casualidades en las que uno no cree hasta que suceden. Nos hemos reconocido al instante y como si la nostalgia nos hubiera puesto una pistola en la sien a cada uno, nos hemos abrazado como el primer día. Un abrazo de chimenea, de chicle en la boca, de palomitas estallando al fondo de la cocina.

Luego nos hemos despedido. A ella le brillaba un anillo en el dedo y a mí me temblaba otro nombre en la boca. Pero al irse, al alejarse de mí, me he percatado que seguía exactamente en el mismo sitio del abrazo. Era tal el perfume en mi ropa, que por un instante me he querido como nunca quise a nadie. Luego después del tercer suspiro me he sentido totalmente estúpido al darme cuenta, que nunca la magia de lo nuestro estuvo en su perfume, sino en el abrazo.