lunes, 6 de mayo de 2024

A propósito de ti

"Sabes por qué no podemos ser felices, porque ambos queremos a la misma persona. Yo te quiero a ti y tú también"


(A)

No sé qué hago aquí. Podría echarle la culpa al amor, siempre se me han dado bien las excusas. No tanto como incumplir promesas pero casi. Supongo que hacía tiempo que nadie me llamaba por mi nombre y luego sonreía. Últimamente después de mi nombre hay una orden, una queja, una cita con el médico. Jamás una sonrisa. Así que podría decir que más que mis propios pies, me ha traído  su sonrisa. No suena a excusa, a mentira tal vez. Siempre se me ha dado bien mentir. Sobre todo a mí mismo. Cómo aquellas veces que dije que podía y no quise. Cómo aquellas veces que dije que quería y no pude. La verdad es jodida. Quiero decir que te la van a pedir, a suplicar, a implorar y luego te van a odiar por ella. Todos quieren la verdad porque piensan que es otra. Incluso cuando saben que la verdad es esa, todavía tienen un atisbo de esperanza de que no sea cierta. A ti, al sincero, solo te queda el perdón. Esa puta palabra que te enseñan de pequeño para tener la jodida libertad de dañar al prójimo.

Mamá que tenía un máster en dolores,solía decirme que lo malo de aceptar un perdón,es que le hacías saber al resto,que era demasiado sencillo hacerte daño.

Que era capaz de curarte una sola palabra.

-Pedir perdón no te hace débil, lo que te hace débil es aceptarlo.

Así que no suelo ser demasiado sincero, tampoco pido perdón, porque me suelo asegurar de hacerle daño a quien se lo merece y jamás lo acepto. Bueno, esto también es mentira. Hubo una vez, que sí. Bueno fueron tres veces. Tres perdones. La misma persona. En esa balanza imaginaria que todos deberíamos usar para saber lo que nos conviene, pesaba más su compañía que su ausencia. Resumiendo brevemente, era más débil pero más feliz. 


La casa es pequeña, alquilada y tiene unas vistas horribles. Tan horribles hacía fuera como hermosas hacía dentro. Obviamente con el paisaje interior me refiero a ella. Supongo que basta verla, que solo se necesita una simple mirada, para saber realmente que hago aquí. Sin embargo, en mi caso, esa mirada, que es cualquier cosa menos simple, en lugar de dar la solución genera un debate. Uno al verla gesticular, mientras el cabello le lleva la contraria ya sabe que va a doler, al divisar ese rostro hermoso como un atardecer que desafía a la noche, ya supone que el olvido, no tendrá ningún bar que le sirva de sinónimo, al disfrutar ese culo, que se inventa un baile antes de que exista la melodía, ya sabe que la vida no le va a pisar los pies pero seguramente le va a robar el alma.


No sé qué hago aquí, sin poder abarcar el aire que respira, buscando la palabra idónea para salir ileso, dejando frases a medias, como si pudiera evitar el barranco. Tiene en los labios mis siguientes cien besos y sin embargo, se mueve como si todavía no sintiera que le pertenezco. Como si su dedo índice no tuviera más poder que mi orgullo. 


-Al final ambos sabíamos que pasaría. Solo hemos alargado el momento. Dice, mientras le da un sorbo a la copa que se acaba de servir.  


Ha puesto otra a mí lado y se ha rozado, como una gata que prefiere robar caricias que pedirlas.


Yo no sabía que pasaría. Ni siquiera estoy seguro de haberlo querido. Que lo he fantaseado, claro, que alguna vez, mientras la veía tragarse el mar, en aquellos veranos, donde el sol, solo bronceaba su piel, imaginaba mi lengua desde sus tobillos a su frente, tantas veces de ida como de vuelta. Pero nunca, supuse que tendría esa posibilidad, que perder el equilibrio estaba en sus labios pero también en la ausencia de ellos.


-Solamente hay que dejarse llevar. Dice. Llega un momento que si no tiras de la anilla te estrellas contra el suelo.


Como decirle que pienso que ella es el suelo. Que la anilla tal vez está en un portazo. En cualquier momento le va a estallar la blusa y todo mi mundo serán dos tetas.  


Como si supiera el poder de lo inevitable, como si tuviera ases en los ojos, como si mi rey hubiera comenzado a tambalearse sobre el tablero, ha guardado la distancia, sonriendo ante lo que supone timidez y disfrutando de la nostalgia, antes de que se produzca.


-Yo no tengo prisa. Y tú no tienes sueño. 


Luego se ha sentado en una silla y ha cruzado las piernas. Supongo que eso no es el infierno, pero es como si al cielo le hubieran puesto una puerta. 


No, no sé qué hago aquí, pero creo que muy pronto voy a empezar a saberlo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo perdido siempre nos acaba encontrando (por cierto, yo sonrío sólo de pensarte)

Gracias por otro lunes ♥️

Besos, Maria

Anónimo dijo...

Me encanta … hoy si q me dejaste sin palabras ..
day