lunes, 9 de septiembre de 2024

Nicosia

 

Yo a "X" la conocí bailando. Bueno ella bailaba, yo estaba en la barra de la discoteca bebiendo ron. Era mayo, viernes, el día trece para ser exactos y serían las dos de la madrugada más o menos. Si ni siquiera he sido capaz de olvidarme de esos datos, cómo olvidar el resto. 

Ella llevaba falda negra, más bien corta, de esas que se pegan al culo y no se levantan jamás. Ya puedes suspirar un vendaval por la garganta que la tela no se sube ni un centímetro. Lo sé porque lo hice. Vendavales, huracanes y tornados. Me bastó un par de minutos para saber que "X" era el color rojo. Rojo sangre. Rojo fuego. Rojo amor. Y rojo odio porque el odio también es rojo. Y el deseo y las tentaciones y la lujuria. Hasta los besos son rojos. Los que llevan lengua me refiero. Cuando un beso lleva lengua, no es un beso, es un principio,son como puntos suspensivos, o signos de exclamación. Sin ella, sin la lengua, son como un punto seguido, a veces incluso punto y aparte y en el peor de los casos un punto final.

Cuando en una parte de la noche la perdí de vista, ella apareció detrás mía y me tocó el hombro. Esperaba a Sergio, esperaba a cualquier otro amigo, a un camarero, a un conocido, a un enemigo, esperaba a alguien dispuesto a partirme la boca pero no a ella. Cuando sucede algo inesperado, es mágico. Si alguien no cree en la magia, es que nunca le ha sucedido una "x" de la nada, de la nada hasta su hombro, de su hombro, hasta los ojos, de los ojos hasta las vértebras. Como si un relámpago lo atravesara en mitad de un descampado. Primero lógicamente pensé que se había confundido pero al sonreír supe que iba ser complicado salir vivo de aquel sitio. A veces las personas intuímos ciertas cosas. Es como una punzada en la sien. Nunca me han puesto una pistola en la cabeza. Pero aquella noche la sentí tal cual. Y no le hizo falta apretar el gatillo para matarme, a "x" le bastaba la sonrisa, para que nadie, absolutamente nadie, saliera ileso de ella.

- No es gratis. Me dijo. Su mirada era descarada,segura, como quien juega al scrabble con un diccionario en la mano.

- Perdona pero creo que te has equivocado. Le dije dubitativo.

- No, no me he equivocado, te digo que no es gratis.

Era dulcemente rubia, exageradamente rubia. Como una de esas mujeres que solo habitan en los sueños y en las películas finlandesas. Su rostro era un poema de Bukowski. Bello pero perverso. Aseado pero jodidamente sucio. De cerca hacía de la distancia un puta mentira sobre el deseo. Se duplicaba, se triplicaba, se hacía límite, horizonte, infinito.

- ¿ El qué no es gratis? Pregunté buscando un rumbo.

- El espectáculo. Dijo mientras analizaba detenidamente mi cara. Como hace un buen jugador de poker en una mesa en un casino de las vegas.

-Te juro que no tengo ni idea de qué me hablas. Confesé terriblemente perdido. 

Recuerdo haber pensado en aquel momento, que aquella indecencia andante estaba completamente loca.

-Me has observado bailar, sin levantar la vista, por un momento podría jurar que ni siquiera parpadeabas. Y como te he repetido varias veces, te digo que no es gratis.

A través de su camisa abotonada amanecía. Se adivinaban dos pechos como manzanas de árbol prohibido.Medía cerca del metro setenta pero con aquellos tacones atados al tobillo rozaba el cielo. Sus piernas eran largas como pasillos de hospital, bronceadas como si el verano se hubiera enamorado de ellas y hubiera echado el ancla para que no pasara el tiempo, para que no llegara el frío.


-Entiendo. Dije aún más extraviado que antes. ¿Qué puedo ofrecerte? Pregunté. 

Notaba mis pómulos arder. Como si el infierno estuviera demasiado cerca.

-Sorpréndeme. Dijo.

Y sonrió. Y se paró la música. Creo que sucedió eso. Que la banda sonora de mi vida estaba esperando que yo, el hombre más estúpido del planeta empezará un ritmo. Y el hombre más estúpido del planeta dijo:

-¿Tal vez una copa?

¿En serio? Preguntó decepcionada.

¿Dos? Pregunté de golpe. Como si aquello fuera una subasta en lugar del amor.

-Vaya pensé que eras otro tipo de persona. A veces una juega a adivinar como es la gente. Las analiza y crea una personalidad. Contigo me he equivocado. Dijo girándose de repente y comenzando a caminar en dirección contraria al deseo.

Y quizás empujado por el alcohol, o por su belleza, o porque ella parecía un tren de esos que solo se pueden perder una vez, o porque su espalda era como echar las persianas al sol, como una ciudad sin playa, o como un domingo sin siesta. Pregunté subiendo las apuestas al imposible.

-¿Mi vida?

Ella se giró, rápidamente, me miró a los ojos mientras buscaba en su bolso de mano, se acercó a mí, tanto que temblé, sacó un lápiz de ojos y firmó en mi camisa favorita.

-Acepto. Dijo.

Y me besó. 


Con lengua por supuesto.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Con solo haberte comido el culo indicado, ya no estarías en este suburbio.

Anónimo dijo...

Extrañaba escritos así.
Love u.
E.

La chica de la camisa lila dijo...

Ya no llueve como antes en Edimburgo,
a menudo parece que dios se ha enfadado,
no es lo mismo la tristeza que la ira.
No sabes cuanto he tardado en aprender
algo tan jodidamente fácil.
Giran y giran las nubes grises
pero como no me de por llorar,
o tener un orgasmo,
la humedad es como un animal mitológico.
No estoy segura si alguna vez te dije,
que lo que me gustaba de que escribieras
era que te podía leer como si estuvieras cerca.
Cerca pero inalcanzable.
Pienso que todo aquello
que se puede tocar es efímero.
Sin embargo aquello que ansias
y se escapa de tus manos
puede ser eterno.
Tú eres eterno
porque no te puedo tocar.
Y quiero en serio.
Matarte de una vez.
Y no leerte como si estuvieras cerca.
Cerca pero inalcanzable.
Estoy segura de que si te follara,
te acabara matando.
Y solo tengo dos dudas.

¿Quién sentiría más placer de los dos?

¿Volvería a llover en Edimburgo?