lunes, 2 de diciembre de 2024

VARSOVIA

 


La ropa tendida en el balcón

es la bandera de mi fracaso.

Sin rastro de tus bragas minúsculas,

ni de tus camisas con tantos colores,

que la primavera comenzaba primero

en la terraza para luego

adueñarse poco a poco de todo el paisaje.

No hay morbo sin tus pijamas huérfanos de botones,

sin tus faldas pervirtiendo las flores de las macetas,

y sin tus vaqueros dejando en el cielo

la silueta de tu imponente culo.


El viento agita mi pena,

calzoncillos tristes y pantalones

que odian el clima si no lo creas tú.

Mis camisas cuelgan los cadáveres

de los hombres que soy ahora sin ti,

y todos los calcetines imitan el acto

de no hallarse con su otra pareja.


Aún en la almohada tu perfume

agrieta mi pecho,

y en los cuadros que dejaste sin pintar

nacen garabatos que simulan la derrota.


Lucía siempre dice

que incluso cuando pierdes ganas algo.

Yo solo he ganado tu ausencia.

Y es una mierda.


A veces, sobre el sofá, rebobino mi vida

y te veo llegando aquella mañana,

sin paraguas y con el cabello mojado,

perseguida por una tormenta

que, como yo,

se enamoró al primer contacto.

Y me traigo tu voz al oído,

y aún siento el escalofrío de tu primera frase,

donde los relámpagos iluminaban el cielo

como fotografiando una escena

de anuncio de perfume.


Recuerdo con perfecta exactitud

cómo, después de tu primera sonrisa,

dejó repentinamente de llover,

y cómo tu nombre me acarició las mejillas

cuando todavía la distancia entre nosotros

era un abismo de dos metros.


Disfruto del momento en que decidimos

que el autobús nos pasara de largo,

y caminamos hasta tu casa,

esquivando los atajos

hasta pactar un laberinto cuya salida

dependía del primer beso.


El cigarro a medias,

tu risa como banda sonora,

el vaho saliendo de nuestras gargantas,

como si pudiéramos esconder la felicidad

después de los suspiros.


Mis nervios y aquella manada de elefantes

golpeándome por dentro del pecho,

el ruido del silencio mientras buscaba la frase perfecta,

aquel "hasta mañana" que tus labios soltaron

y mis manos ataron al futuro inmediato,

justo antes de que cerraras la puerta

y comenzara de nuevo a llover de repente.


Como ahora,

solo que en lugar de futuro

nada más  que queda ropa tendida.

Y se me está mojando.


Como los ojos.