Día 47
He decorado el salón por orden afectivo.
He arrancado las cortinas,
y en tu lado del sofá
he puesto un demonio de peluche.
En el cuarto del hijo que ya no tendremos
he clavado las notas que nunca sacará:
sobresaliente en todas las asignaturas,
menos en cariño,
que ha suspendido por tu culpa.
Las cartas a tu nombre,
catálogos de ropa que te pondrás
para que otro te la quite,
bostezan en el mueble de la entrada.
Me he quedado un rato observando
a la chica de la falda azul;
en la siguiente página
tiene el pelo recogido
y una camisa a la que le sobran dos botones.
Sus muslos son una película de suspense,
sus labios, la canción favorita
de un adicto a la asfixia.
Te juro que no he pensado en ti
hasta que me he corrido.
Y ahí, he dicho tu nombre.
Supongo que mis orgasmos
también te echan de menos.
He cogido un folio y he escrito:
“Cuando una mujer se va,
no te está cambiando el presente,
te está robando el futuro.”
Luego he hecho un avión de papel
y lo he lanzado por la terraza.
Apenas ha volado medio segundo.
La nostalgia no solo te arrastra
hacia el suelo;
también te arranca las alas.
En la tele, una mujer con pinta
de haber jodido un matrimonio
habla de lo difícil que lo va a tener Tauro
para encontrar el amor.
Luego ha sonreído como si me estuviera viendo.
He dejado el canal, por si acaso a tu signo
también se le complican las estrellas,
pero supongo que sigues brillando demasiado
como para depender de otras luces.
Estoy bebiendo para tener una excusa
a la hora de olvidarte,
fumando para morirme sin ti,
escribiendo a todas las mujeres
que se llaman como tú
para que tu nombre duela menos.
Borrando tus canciones de mi playlist
para que ningún cantautor
invada la derrota.
Cambiando tus zapatos de sitio,
para que intuyas que quizás
te equivocaste de camino.
No estoy seguro de querer que vuelvas.
Creo que me dolerían más
tus respuestas que tu ausencia.
La certeza que la duda.
Creo que no aceptaría un perdón,
que huiría de la ternura,
que rogaría un empate.
Quitarme esta cara, no de haberte perdido,
sino de hacerlo a mí mismo,
y que solo seas tú la que sepa
dónde coño me encuentro.
Y decirte adiós.
Adiós a la cara,
porque ya solo puedo ganar
si te pierdo para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario