35
Julia tiene los ojos tan azules
que observarla es lo más cerca
que puedes estar del mar
sin pisar una orilla.
La primera vez que me senté en su barra,
después de pedir la tercera copa,
sin aún conocerme, soltó:
“Mañana, además de su ausencia,
también te dolerá la cabeza”.
Luego se colocó bien las tetas,
como si pudiera llegar a la tregua
a través de su escote.
“Aquí todos vienen a olvidar:
algunos, su trabajo;
otros, el matrimonio;
la mayoría, una ausencia.
De todos ellos, juraría
que eres el único
que merece el recuerdo”.
Aquello lo soltó
como si fuera caricia,
y dolió, sin embargo,
como un duro puñetazo.
Le hablé de mí,
de la diferencia entre estar solo
y estar sin ti.
De lo enorme
que se ha hecho la casa de repente.
De que, ante la ausencia de tus ojos,
lo cruel de los espejos.
De que estoy usando la misma ropa
porque le tengo miedo a los fantasmas
que se cuelgan de las perchas.
Le hablé de que ya no me duele la cabeza,
porque me duele más ella.
Que, si me cruje la espalda,
es más fuerte el silencio.
Que hay cantautores que parece
que también la perdieron.
Le cuento que, a veces,
tengo la sensación
de estar jugando al escondite
y que todos se han olvidado de buscarme.
Que cada vez que alguien dice su nombre,
aunque ni siquiera se refiera a ella,
aparece a mi lado un precipicio.
Le juro que es peor
mantenerse en equilibrio.
Le hablo de mí, solo de mí.
Si le hablara de ti,
tampoco me creería.
1 comentario:
Es muy bonito venir aquí y que sea lunes otra vez ❤️ Gracias por compartir(te)
Maria
Publicar un comentario