lunes, 11 de marzo de 2024

BELGRADO

 


La guerra ha terminado.

A simple vista no hubo heridos,

otro tema sería que me mirarás por dentro.

Tengo el corazón en la garganta y en el pecho

una trinchera en la que aún se esconde tu nombre.

No ha habido bandera blanca, no ha hecho falta.

Pero es cierto que me he rendido.

Se puede luchar por amor y se puede atacar por odio.

Pero no hay modo de defenderse de la indiferencia.

He tatuado una letra para que la borré la lluvia

nunca he sabido perder sin humedades.

En mi cabeza todo pasaba de un modo diferente,

no había rehenes, ni tregua,

ni ganador, ni vencido.

De hecho no había ni guerra.

¿ Cómo se puede echar de menos

lo que nunca se ha tenido?

Me pregunto mientras guardo la esperanza,

con la ropa sucia.

No hay manchas de sangre.

No has necesitado más que silencio

y una mirada verde de reojo

desde tu huida infinita.

No hay heridas pero dueles.

Dueles como arrancarle una página a un libro,

como que te cuenten el final de una película,

como un secreto en la boca equivocada.

Lo peor no es la derrota.

De eso estoy seguro.

Lo peor es que tengo la sensación

de que he luchado contra mi mismo.

Y me he perdido.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Días de amor y noches de guerra, siempre. Desordenar esa lógica es de locos enamorados del exterminio mutuo.

Un abrazo, Maria 🖤

Anónimo dijo...

¿ Cómo se puede echar de menos
lo que nunca se ha tenido? .. tantas veces lo he pensado! Quiero consolarme con el “no hubiera sido tan maravilloso”… pero en el fondo sé que sí y duele… preferí la lucha a la indiferencia.
Gracias por tantos regalos en silencio.

Anónimo dijo...

Duele cuando sabes que fue una guerra en la que luchaste solo, contra esa persona y contra ti. Hasta que decides rendirte. Duele.