lunes, 18 de marzo de 2024

JARTUM



Me siento en el banco desde donde se ve el mar.

Lo especial, sin embargo, 

no es el inmenso charco de agua azul,

azul como el amor de la infancia. 

Lo hermoso no es la bandada de gaviotas, 

ni los veleros moverse con el aire, 

que parece que van a besarse

y se apartan justo antes del roce. 

Tampoco el cielo, que parece asomarse a un espejo 

donde jamás sale horrible. 

No como yo, que aún no he encontrado un reflejo

que decore mi autoestima. 

Supongo que es complicado de entender, 

pero lo que importa, 

lo que hace este lugar maravilloso es el banco.

Aquí, cuando el silencio no lo interrumpe una moto

o los niños del parque dejan de caerse

o descansan los columpios aliviados del peso

y las madres dejan de colocarle

medallas invisibles a sus hijos. 

Aquí, todavía se escucha tu voz.

Todavía estás húmeda del último baño 

y tu sonrisa hace el amago de atravesar 

la nostalgia y romperme la boca. 

Aquí estuvo tu culo, redondo como luna llena,

sentado y demostrando que lo hermoso, 

no estaba en frente, si no a mi lado.

Ahora, a mi lado no hay nadie.

Aunque, a menudo,

una sombra corretea por mi piel 

y por momentos,

te hago las mismas promesas

que ni siquiera la inercia

me ha invitado a cumplir. 

No he dejado de fumar para que me eches la bronca.

Y aunque las canciones de las que me hablas

han pasado de moda,

las tarareo con esa crueldad

de quien odia la música

si no eres tú la que la bailas. 

Hablamos de cuando las cartas 

eran como aviones de papel

que nos movían del sitio. 

No hay un lugar del mapa 

en el que no haya sido feliz contigo. 

Incluso cuando ellos comenzaron a estrellarse,

yo junté todo lo que quedaba de ti 

y me hice un recuerdo. 

Crearse un recuerdo es lo que hacen

aquellos que no tienen cojones

de crearse una vida. 

Que dejaron de dar vueltas a la ruleta, 

aún sabiendo que la suerte estaba de su lado.

Bastaba con decir tu nombre en voz alta

para que la pelota dejara de girar. 

No, no lo hice.

De hecho la ruleta sigue en movimiento, 

pero la pelota está en el pasado 

y no hay modo de volver a ella. 

A veces he dicho tu nombre por si acaso, 

pero lo máximo que ha sucedido 

es el placer momentáneo de tenerte, 

un breve instante, en la punta de la lengua. 

Te hablo de mí, de la huelga de musas, 

de que bebo más de lo que quiero, 

de que quiero menos de los que debo, 

de que en los sueños siempre apareces como un reproche.

De que el olvido tiene el mismo color 

que los gatos que ya no acaricias, 

para que no se acostumbren al amor 

aquellos que han elegido estar solos. 

Te hablo de mamá. 

De que cada vez que escucha mis llaves en la puerta

tiene ese lapsus de desear que, 

después de que se abra

hubiera otra persona. 

La muerte no solamente arranca una flor,

también marchita el jardín.

En su casa la primavera es como un Unicornio.

No existe.

Te hablo de que tengo la cruel impresión

de estar envejeciendo más rápido 

de lo que dictan mis años. 

De que me sigue doliendo la cabeza, 

la espalda, el alma

y tú.

Te hablo de que ya no lloro en la ducha. 

De que dejo series a medias, 

libros a medias. 

De que es mucho más complicado llegar a un final, 

cuando lo que realmente se necesita es un principio.

Te hablo porque no me escuchas, 

porque de tener esa posibilidad, 

hablarías tú, 

preguntarías tú

y esta vez es muy posible

que te dijera que sí. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin palabras.
Precioso ♥️

Maria