lunes, 28 de octubre de 2024

TIRANA

 


No, la luna no estaba más bonita que otras veces,

tampoco parecía más grande,

ni siquiera brillaba más que otro día cualquiera,

simplemente ella, estaba más cerca.

Hay mujeres tan asombrosas que les basta su presencia

para embellecer cualquier paisaje,

hacerlo más intenso,

devorarlo incluso,

por eso cuando se van, 

cuando ya no la hallas a la altura de un abrazo,

al suspiro de un beso,

todo te parece horrible.

Hasta la luna.


lunes, 21 de octubre de 2024

JOHANNESBURGO


No es la misma que se marchó una vez.

Ahora juega al doble o nada,

al rojo o negro,

al cara o cruz.

Ahora no sabe perder ni acepta un empate.

Ha escupido una balanza y ha colocado

la justicia de su parte. 

No ignora el pasado pero olvida el presente.

No habla de futuro si no es plural

y ha cometido tantos errores,

que se ríe del destino

y de las casualidades.

Se ríe en serio, deberías oírla,

es como si en una guerra

todos a la vez se quedarán sin balas.

Como una tregua a la fuerza,

como una paz infinita.

No es aquella que no hallaba el ritmo

en mi boca. Ahora la música solo empieza

si se acerca. El baile si se queda.

La fiesta si me folla.

No es aquella que resbalaba por mi piel,

que dejaba su perfume en mis brazos

pero se llevaba su cuerpo,

que alquilaba veranos en el ático de mis promesas

para ver de lejos como era incapaz de cumplirlas.

Ella es otra, ahora se me clava en la costillas,

no necesita perfumes,

ni más veranos que el nuestro,

ni más promesas que el acto.

Ahora viene para quedarse,

aunque se vaya,

para no irse,

aunque se marche,

para estar aún no estando,

para vivirme o matarme.

Aún me tiembla su desnudo entre las manos,

el agua de la ducha enamorándose de sus lunares

mientras mis sueños firmaban en su alma

sin leer la letra pequeña.

Como si el miedo nunca hubiera estado fuera,

si no dentro. 

Como si los monstruos

solo existieran en su ausencia.

No, no es la misma que se marchó una vez,

sacando la lengua en señal de burla,

con el equipaje injusto de no volveré mañana,

con esa belleza implacable, con sus kilos de menos,

con su hambre de más.

Ahora no tiene cartas en la manga,

llora de frente como si el mar le cupiera en los ojos

y el hambre es secundario

si no es conmigo.

Aún me crujen las vértebras de sostener su silueta,aún me sudan los párpados de tenerla en perspectiva,

aún me maldice la nuca el haber dado la espalda

y me condena el silencio en cada grieta de mi voz.

No, ella no es la misma de aquella vez

y yo, yo ni siquiera se quien soy,

si no me nombra.


Me has hecho añicos preciosa

y ahora aunque parezca increíble 

me amo más a pedazos, que entero.

lunes, 14 de octubre de 2024

TOKIO


No soy ese tipo de hombre con el que vas a soñar húmedamente esta noche. No saldré jamás en una revista y a menos que asesine a algún hijo de puta, tampoco la televisión se detendrá en mi perfil. No soy simpático. No me esfuerzo en serlo. Jamás he gastado un minuto de mi vida en caerle bien a alguien. Prefiero la soledad, a la multitud y considero multitud más de dos personas. Hace novecientos días que no lloro y apenas cinco minutos que no río, sin embargo cualquiera que se pare un segundo a mirarme dirá que soy un tipo triste. Solo creo en la casualidad si es forzada y en la suerte si es contigo. “Contigo” y “siempre” son mis dos palabras favoritas. Sobre todo si están juntas. No creo en dios pero estoy seguro de haberlo visto cada vez que sonríes. Tampoco creo en el diablo pero cuando te abres de piernas, sospecho que él tiene algo que ver con el asunto. Opino que el destino se inventó para poder equivocarte sin remordimientos. No uso reloj y preguntar la hora me resulta una pérdida de tiempo. No creo en el amor para siempre pero siempre creo en el amor. Me da miedo la muerte y envidio con todas mis fuerzas a aquellos que confían que después de ella hay otra vida. Tengo el punto g en los labios si me besas, en la nuca si me soplas y en el ego si me miras. Odio los espejos porque me recuerdan quién soy, sin embargo no me gustaría ser otro.  Siempre que me he querido ha dependido de una mujer, en cambio para odiarme me ha bastado conmigo mismo. Me gustan los desnudos incompletos, prefiero las bragas al tanga, me seduce más un botón desabrochado que el pecho al descubierto, el saber por su boca que no lleva nada debajo, que verlo por mí mismo. Abuso de los preliminares, del juego donde entra antes el cerebro que la polla, el verbo que la lengua, los ojos que las manos. Disfruto casi igual de ese silencio que hay antes de la primera palabra, que del gemido que hay después del segundo orgasmo. Para mí el físico de una mujer empieza en el alma y no acaba nunca. Prefiero el olvido a la indiferencia, el adiós rotundo, al ya nos veremos, el que no me saludes nunca a que lo hagas cuando te place. Con la edad he aprendido que no debería haber orgullo que no ablande un beso. Que el verdadero secreto de la felicidad está en la risa y ni siquiera es necesario que sea la de uno mismo. Que si ignoras al niño que fuiste, jamás serás el hombre que querías ser. He asimilado a base de puñaladas que la palabra amistad es demasiado fácil nombrarla para lo complicado que es cumplirla. Que los secretos son armas que les prestas a otros. Que el silencio si es completo es el peor de los ruidos. He llegado a la conclusión que hay errores de los que nunca deberíamos aprender, ya que el placer a menudo, está en el camino incorrecto. Que aquellos que reniegan de su pasado son los más propensos a hacerte daño en el futuro. Que todos los prohibidos acaban por convertirse en tentación. Y todas las tentaciones incumplidas en nostalgia. Ahora ya sé que para saborear la traición basta con que deposites tu confianza en alguien. Que agarrarse a una esperanza es como coger el extremo de una cuerda sin ver que hay final de ella. Que hay lunes maravillosos y sábados de mierda. Que las cosas que no se pueden comprar son las que en realidad deberían importarte. 

Ahora tengo la total convicción de que el amor mueve el mundo y la indiferencia lo para. Y que cada uno puede elegir su propio mundo. El mío empieza en tu nombre y no acaba nunca. Que jamás deberías destacar los defectos de otros para que brillen tus virtudes. Que a menudo los imposibles los etiqueta la pereza. Que el fracaso no es más que una cuestión de expectativas. Que más allá de lo que digan los meteorólogos el clima siempre dependerá de la compañía. Que cauto no es sinónimo de cobarde. Que el miedo es necesario. Que uno debe saber diferenciar precipicio de paisaje, equilibrio de abismo, volar de caer. Que la duda no es inseguridad si no selección. Que si tienes un abrazo pendiente no lo deberías dejar jamás para otro día. Que una vez aciertas con la persona lo de menos es el viaje. Que todos a lo largo de tu vida te pedirán sinceridad pero ninguno aceptará que lo seas completamente. 


Ahora tengo la total seguridad de que la debilidad no es una cuestión de músculo si no de huevos. Que la rebeldía está en defender tus propias ideas, no la de otros. Que en el instante que alguien se considera a sí mismo humilde, ya ha dejado de serlo. Que nunca un perdón cerró una herida. Que el amor propio está de puta madre pero nunca será mejor que el mutuo. Que si la música amansa a la fiera, es porque no estás cantando la canción adecuada. Que el por si acaso es el trampolín donde se coloca la esperanza y el imposible el sofá donde bostezan los deseos. Que esperar que actúe el karma, es como aguardar que toquen los Rolling en la feria de tu pueblo.  Que mañana saldrá el sol de nuevo pero lo mismo no sales tú gilipollas.  Que no sé si tienes que volver o no al lugar donde fuiste feliz, lo que sí que sé, es que no deberías haberte ido.


Y que te quiero, que te quiero mucho, tanto, que ni siquiera se quererme si no me quieres. Aunque esto si lo que se desde el principio. Y si acaso lo olvidaste tú, te lo recuerdo.


martes, 8 de octubre de 2024

POR SI ACASO TE DEBO UN MARTES

 ¿Sabes qué es el amor?

Pensar que si no nos hubiéramos encontrado, todavía estaríamos buscándonos.

lunes, 7 de octubre de 2024

CIUDAD DE MÉXICO

 

Recuerdo tus manos desabrochando botones

con esa rapidez adquirida en un curso de mecanografía,

mi pecho al descubierto y tus dedos

tecleando en el idioma del amor

palabras para retrasar los orgasmos.

Tenías los ojos llenos de posdatas

y a mí que el verano se me clavaba en la clavícula

no me importaba que vieras el rubor de mis complejos

borrando las huellas de otras sendas

que nunca deberíamos haber pisado.

Si alguien me hubiera preguntado que éramos

yo hubiera respondido que felices.

Cualquier otra etiqueta estaba descatalogada.

Recuerdo como te tapabas aquella cicatriz

de cuando la muerte vino a visitarte

y tú le negaste el saludo.

Era demasiado pronto para ser eterna.

"Hasta en las grietas crecen flores" te dije.

Y luego bese aquella mancha rosácea

hasta que volvió la primavera.

Teníamos tantos sueños juntos,

que dormíamos abrazados

para que no se nos escaparan.

Nos podíamos haber tatuado el futuro

en las palmas de la manos,

teníamos esa edad de los imposibles,

de jugar al destino con las cartas marcadas.

No había un obstáculo que no pudiéramos driblar,

una meta que no tuviéramos al alcance,

un deseo que no conllevara un nosotros.

Lo mismo no recuerdas aquel viaje

al centro de nosotros mismos,

era un hotel apartado que tenía tus ojos,

solo se podía llegar a pie pero nosotros volamos,

subieron una estrella al cartel de la entrada

cuando te vieron llegar.

Todo los clientes iban por las vistas,

por el paisaje.

Y yo solo me acuerdo de ti.

De tu escote en la mesa de la cena,

de tu pijama de osos que querían ser tigres,

de lo tigres de tus labios que querían ser besos,

de los besos que dejamos en la humedad de aquel baño,

dónde tú fuiste animal y yo persona.

Te comiste mi vida

como quien nunca estuvo a dieta.

Ni puta idea hasta entonces

de lo que significaba el hambre.

O aquel baile, aquella música de fondo,

yo tropezando con tus pies

y tú colocando tu risa como melodía.

He olvidado la canción que sonaba

pero tú risa, tu risa la tengo clavada

en todas la bandas sonoras

que han pasado por mi vida.

Éramos el todo y la mitad del otro,

éramos el futuro temblando en la boca

de la hija a la que no pusimos nombre.

Implacables.

Invencibles.

Ingobernables.

Increíbles.

Éramos infinito.

Y hoy nos hemos visto por la calle

y ni nos hemos saludado.


lunes, 23 de septiembre de 2024

SKOPIE

 


He pensado, querida, que tal vez vuelva a cruzarme en tu camino y no me reconozcas. Incluso es probable que para ti yo no exista todavía. Que tal vez tu sonrisa es el modo de enfrentarte al mundo y el mundo y yo nunca nos hemos llevado demasiado bien. Él marca un ritmo al que soy incapaz de someterme. Por eso tengo estos rasgos de estar siempre llegando tarde. Te diré que soy el tipo de los ojos pequeños y tristes. Me reconocerás porque no te miraré a ellos por temor a mi reflejo. O porque cuando algo me gusta mucho (y tú me gustas mucho), puedo estar un minuto sin parpadear. Mido metro ochenta, aunque al observarte ambas veces, me he hecho tan pequeño que he llegado a caber en todos los sueños que aún no has tenido. Mi rostro es una mezcla entre el hombre que quise ser cuando era niño y el niño que soy ahora a pesar del hombre. Mi punto débil es la nuca. Si respiras cerca de ella me faltará tu aire el resto del día. Tengo tantos lunares que no hay un solo lugar de mi piel donde no puedas trazar una galaxia. Cicatrices que resumen lo divertido que puede ser caer cuando eres joven y lo difícil que es volar cuando maduras.

Tengo las manos pequeñas, pero no dudes de que con un solo dedo, el que tú elijas, espantaría todos tus miedos y con el resto acariciaría tus deseos hasta cumplirlos. No sé idiomas, pero puedo traducir las cosas verdaderamente importantes. Por ejemplo, sé cuándo un suspiro es de alivio, de nostalgia o de beso. El de beso es mi favorito, aunque imagino que eso ya lo suponías. También puedo traducir los gemidos; el que más me gusta es el de “si paras te mato”, aunque también me encanta el de “quédate dentro”, cuando comienza a bajar la marea y todo es orilla menos tu boca.

Seguramente no sabría quererte para el resto de tu vida, pero sabría amarte para el resto de la mía. No sé querer porque no sé hacer nada que no se haga por inercia.

Pelo negro, delgado, labios gruesos. Suelo caminar rápido, hablar poco, reír menos. Supongo que estos rasgos son herencia de una vida, que ni se detiene, ni escucha, ni me hace ni puta gracia. Arrugas en la frente de no estar de acuerdo con casi nada, estrías en el alma de tanto tiempo conmigo, complejos en el pecho de tanto tiempo sin ti.

Es cierto que todavía podría ser cualquiera. Pero no temas, querida, el no saber reconocerme. Si nos cruzamos y no sientes el corazón en el cielo de la boca, o si tu sonrisa no es más que otro acto rutinario; si no suspiras de beso, o no sientes la necesidad de saber mi nombre, no te preocupes. No temas al error de no saberme, de confundirme, de otro espejismo. Si no te crecen alas, o no te cambia el clima de repente, o no se te viene una canción a la cabeza. No importa, en serio. De hecho, puedes seguir con tu camino y no haré absolutamente nada por retenerte.


Simplemente era yo el que me había equivocado.

lunes, 16 de septiembre de 2024

AMMÁN

 

Yo que tenía tu nombre encerrado bajo llave,

que guardaba en el cajón de los imposibles

el futuro de tus labios,

que había abandonado las trincheras ,

porque no había quien apuntara al corazón.

Yo que había jugado a perder para no ganarte,

que había ganado el olvido

sin el mínimo esfuerzo.

Yo que forzaba el silencio

hasta que el silencio también era ruido,

que tenía un laberinto en la cabeza

con vistas al fracaso.

Yo que era un candado sin claves,

un escudo sin hombre,

un valiente sin alma,

un poeta sin musa.

De repente me dejo llevar

y me quedo desnudo y te invito a mi pecho

y a ti el descompás de mis latidos,

te parece una canción bonita

y en lugar de huir, bailas.

Y ahora tu nombre es un pájaro que picotea

cada segundo del reloj de mi vida.

Y el cajón de los imposibles sueña con braguitas rosas.

Las trincheras forman parte del paisaje

pero no ven llegar las balas,

ni entienden de esta guerra.

Yo que sigo perdiendo por inercia,

que he dejado de olvidar por si te gano,

que el silencio, el tuyo, es un ruido espantoso.

Que el laberinto de mi cabeza no solo te resulta acogedor,

si no que tiendes tu mano

y me enseñas que tiene tantas salidas,

que quedarse dentro es más voluntad que castigo.

Más desamor que complejos.

Yo que era un candado sin claves

y llega tu sonrisa y me abre de par en par.

Y el escudo lo ignoras

y atraviesas al hombre

y me vuelven los miedos

y te escribo un poema,

mientras espero que digas

si has venido a quedarte.

O le echo la llave

otra vez a tu nombre.