lunes, 22 de enero de 2024

OJALÁ TÚ TAMBIÉN (3)

 2007


- La chica que hay al fondo de la barra bebiendo chupitos, es preciosa; su risa se escucha más que la música.

- Joder, Alex, hay al menos diez chicas en ese grupo. Todas se ríen. Quizás te vieron la cara de gilipollas y de ahí las carcajadas.

- La que brilla. Me parece increíble que no la veas. No puede pasar desapercibida. 

- ¿Qué coño estás bebiendo?

- Ahora su mirada.

- Dios. Vete a la mierda. Un verso, un solo verso más y te quedas solo.

- O con ella.

- Ni que tuvieras huevos.

- El amor hace valiente al más cobarde. Me acercaré y le diré: "Yo mataré dragones por ti".

- Lidia, por favor, ponme lo que esté bebiendo este subnormal.

- Es lo de siempre.

- Pues me lo cargas igual.

- ¿Tú la ves, verdad, Lidia? Le pregunté a mi pelirroja favorita del mundo.

- Al amor de tu vida, claro. Todos los sábados. Dijo ella.

Lidia era una de las camareras del "Eclipse", pero también era la dueña a partes iguales con un tipo que nunca habíamos visto por allí. Lidia era directa y dolorosa como una patada en los huevos, sincera como una erección. Solíamos dejarnos caer por ese pub todos los fines de semana, aunque yo de un tiempo a esta parte, también venía algún día laborable a la salida del trabajo solo para estar con ella. No era amor; era una conexión extraña, llena de ideas, frases y locuras imaginarias que nos agarraban las almas y nos las anudaban. Digo que no era amor porque Lidia era lesbiana; en cualquier otro escenario, la podría haber amado.

- Tengo un lado femenino realmente interesante. Le dije una vez.

- Lo sé, cielo. Contestó ella. Pero te falta un coño.

- ¿La morena de pelo largo? Preguntó Sergio mirando descaradamente al grupo de chicas.

- La morena no parece ser ni de su misma especie. Respondí yo.

- ¿La del escote interminable?

- ¿Qué escote?

- Me cago en la puta. ¿Qué coño estás viendo que te has saltado hasta el escote?

- A Dios. Creo que a Dios.

- Lidia, el puto ateo se ha enamorado. Gritó Sergio.

- Pues van cuatro veces este mes.

- Esta es de verdad, no ve ni los escotes. Vociferó Sergio sin ningún pudor.

Eso debió alarmarla, porque cesó en ese caminar que recorría la barra de lado a lado una y otra vez y se quedó unos segundos observando a las chicas como si estuviera analizando un paisaje para luego describirlo. Se atusó un poco el cabello y sonrió asintiendo con la cabeza, como si hubiera descubierto el centímetro justo donde estaba el tesoro. Luego vino hasta nosotros.

- Se llama Laura. De nada. Dijo y se marchó como si la estuviera impulsando el aire.

Sergio se quedó asombrado. Yo no. Estaba seguro de que se llamaba Laura. De que Lidia sabía cuál era. De que ella también se había enamorado un poco. Era imposible no verla. Tenía esa especie de foco arriba que lo deja todo a oscuras menos su presencia. Que si cierras los ojos en ese momento, su silueta se impone a la oscuridad.

- ¿A ti cuál te gusta? Le pregunté.

- A mí todas, estoy yo para elegir.

- Todas menos Laura.

- Claro, quien quiera que sea. Respeto a los amigos. Vamos a acercarnos.

- No. La fastidiaríamos.

- ¿Por qué?

- No las ves. Son felices, no paran de reír. Ahora mismo no tenemos nada mejor que ofrecerles. Nada, absolutamente nada supera la risa. Ni el amor.

- ¿Ni follar? Preguntó Sergio.

- Ni follar. Dijo Lidia que pasaba por ahí.

- Me parece que esta va a ser la misma noche de siempre. Dijo Sergio resignado.

- Hace media hora que no, Sergio. De hecho, ya no es ni la misma vida.



4 comentarios:

Maria Ortiz dijo...

Ojalá ♥️ Precioso, como siempre.

Anónimo dijo...

Gracias por volver y darme tanta vida con Laura y los lunes que te debo ❤️

Anónimo dijo...

Leerte. Ojalá siempre.

Anónimo dijo...

Ojalá siempre... Tú y yo ❤️