miércoles, 31 de marzo de 2010

Se me ha vuelto a joder el segundero

Tengo mi sonrisa en tu sonrisa
y es hermoso sonreír si me sonrìes
los ojos de par en par abiertos
como de ver aviones estrellándose
al otro lado del cristal.

Tengo los pulmones deshinchados
de tanto suspirar cuando te pienso
y cicatrices de jugar a la escalada
por las laderas ingobernables de tu espalda.

Tengo una erección que se asemeja
a la torre de pisa en rebeldía
y una vértebra que cruje cada vez
que te nombro en voz alta y no apareces.

Una canción que habla de ti junto al ombligo,
esperando los acordes de tus dedos,
una rebelión de mariposas en la garganta
enamoradas de lo profundo de tu boca.

Tengo ahora un alma que no es mía,
cincuenta y siete lunares a tu nombre,
una voz que habla en tu idioma sin palabras
y este corazón como un reloj,
tic tac tic tac tic tac
a las "M"
tic
en punto
tac
de tu noche.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Se me olvida parpadear cuando te miro

Esta sentada al otro lado,
no lleva bragas,
el pelo desordenado como si mis dedos
ya conocieran de siempre sus puntos débiles.

En sus ojos desfilan todos los amaneceres
que he visto en mi vida,
así de golpe,
es preciosa
y cada vez que sonríe
un ejercito de termitas hambrientas
me comen por dentro.

Lleva zapatos rojos de medio tacón,
su risa me recuerda a parques infantiles,
su lengua a camas de hotel,
sus dedos a un concierto de gemidos.

La he llamado de tantas formas,
que apenas reconozco su nombre,
hay mas poesía en todos sus espejos
que en estos dedos huérfanos de su piel.

No se me ocurre otra cosa
que residir en las pensiones de su espalda,
ser el único inquilino de sus muslos
o hacerme una casa con vistas a sus cejas arqueadas,
conducir borracho por los precipicios de su escote
o perder el equilibrio en el hilo de sus braguitas azules.

Se levanta de la silla,
no camina, flota,
su culo baila hacía la puerta
una canción inventada por mis ojos
y mientras desaparece lentamente
devorando todos los paisajes a su paso
yo y el humo de mi cigarro
dibujamos un te quiero en el aire.

jueves, 18 de marzo de 2010

Le pondré tu nombre a todas las ciudades

Cuando se recoge el pelo
hasta dejar desnuda su nuca
le crecen cerezas en la boca.

Es mágica.

Le he prometido que si me besa
voy a tener veinticinco años
todos los días de mi vida.
Que si su sujetador negro hace click,
mi corazón "suyo" hará crack
como un vaso cuando estalla contra el suelo.

Si me mira con esos ojos de gata mimada,
le voy a poner su nombre a mi sombra
para no tener que echarla de menos nunca.

Y es que estoy enamorado de sus pezones,
de la nubes del cielo de su boca,
del triángulo equilátero de su pubis,
del desnudo circense de su espalda.

Si permite que mi índice dibuje
corazones encarcelándole el ombligo,
le cedo el lado izquierdo de la cama,
le regalo los anocheceres de mi pecho,
le arranco las braguitas con los dientes
y le escribo un poema con la lengua.

Si me deja buscar los duendes verdes
que le habitan cuando duerme en las axilas
o me indica el lugar donde sus vellos
se comienzan a erizar si la acaricio,
le propongo una guerra de almohadas,
una lucha cuerpo a cuerpo,
mano a mano,
le regalo mi piel si le apetece
tatuarme su frase preferida
o la invito a dormir aquí en mi hombro
y me trago todo el aire que le sobra.

Si no la tengo aquí en quince minutos
haciendo geometría con mis lunares,
nadie podrá evitar esta locura
este suicidio colectivo neuronal
de pensarla al otro lado de mi vida.

jueves, 11 de marzo de 2010

Un café con vistas

Es rubia.
Tiene un mar en cada ojo
y a la derecha de los labios un lunar
que me recuerda a Groenlandia.

Ojalá me invitara a pasar frío debajo de su pómulo.

Es un espectáculo verla desfilar
con un café en cada mano
desafiando todas las leyes de la física.

- ¿ Lo de siempre señor? -
Pregunta con esa vocecita de princesa Disney.

Yo me limito a asentir con la cabeza.

Debe pensar que soy mudo,
me gustaría decirle que no, que tengo voz,
lo que no tengo son palabras cuando la observo.

Me pregunto cuantos hombres se habrán bebido la penúltima,
por seguir contándole las pecas del escote,
cuantos equilibrios habrán besado el suelo
con su imposible movimiento de cintura.

Ahora es cuando mi corazón hace música con el silencio
y ella se inventa un columpio en cada losa
y se balancea sutilmente por mi pupilas
hasta que otro cigarro se me consume en la boca.

Ajena a mí al otro lado de la barra,
mientras me levanto de un taburete
donde la polillas hacen de la gula
canciones de desamor,
ella con los mismos dedos
con los que sueño en mi espalda cada noche
se coloca bien el uniforme
y mientras salgo de la cafetería
sin dejar de memorizar todos sus rasgos
el último botón abrochado de su blusa
se despide de mí hasta mañana.



-Del poemario: Versos desde la barra