sábado, 8 de marzo de 2014

Si deshojas una margarita estás matando una flor

Si tus manos se olvidan de salvarme del precipicio,
si tus dedos se han cansado de desatarme la vida
si a mi nombre lo has anclado al fondo de tu garganta,
si tu lengua ya no sabe el sabor de tus  orgasmos.
Si tu dientes ya no quieren tatuarme tu sonrisa,
si tus ojos ya no ven más allá de lo que miras,
si tu pelo y mi almohada se recuerdan con nostalgia,
si el color de tus zapatos ya no es el de mis sueños.
Si tu piel es traducida a un idioma desconocido,
si en tu forma de callar solo encuentro más silencio,
si tu odio y un portazo no me dicen hasta luego,
si tu amor y una caricia no prometen para siempre.
Si tus piernas no se abren como flores en el campo,
si en el vaho de tus suspiros no coloco nuestros nombres,
si tus muslos no reclaman que arrodille mi deseo,
si tu culo ya no incita que le escriba al equilibrio.
Si tus pies y mi camino se han llevado la contraria,
si un prohibido te censura y un perdona te conmueve,
si los charcos no reflejan la verdad sobre la lluvia
si un paraguas te resulta un lugar acogedor.
Si le has llamado destino al último cambio de acera,
si has llegado con retraso para no verme venir,
si tu cuerpo ya no tiembla si te llamo por tu nombre,
si tu nombre ya no tiembla si te llamo por tu piel.
Si ya no soy capitán del naufragio de tu barca,
si ya no soy esa isla ni tu quieres ser ciudad,
si ya no sabes si yo, por el temor a ser mía
si yo no quiero otro tú que el que me acerque a ser yo.
Si ya no quieres volver, si no has sabido quedarte,
si yo no quiero quedarme por si no piensas volver,
si vuelves ya no estaré por temor a que no vengas,
si estoy tú no vendrás por si acaso ya me fui.

viernes, 7 de marzo de 2014

Viaje nostálgico a la calle del viento

La había visto pasar antes,
era ese tipo de chica que no te mira
si no sabes su nombre.
De aquellas que le ponen voz a las sonrisas que se cruza.

Yo acababa de cumplir dieciséis y solía fumar
para que me pidieran fuego.
Ella tenía mi edad
pero si decía veinticuatro
no había hombre en el barrio tan estúpido
para ponerlo en duda.

Llevaba música en los zapatos,
no me refiero al sonar de sus pisadas,
quiero decir que verla caminar
tenía banda sonora.
Como si te metieras dentro de una melodía
y no pudieras salir hasta que doblaba la esquina.
Luego tarareabas su ausencia
y comprendías que para evitar la soledad
tenías que silbar una canción hasta encontrarte.

Silbé muchas canciones aquel año,
ninguna fue mejor que su camino.

Me recuerdo asomado a la ventana.
- Te enamoras de cualquier mujer que pasa por la calle-
Decía mi madre.
Supongo que suspiraba demasiado.
La realidad es que yo ya  estaba incluso enamorado de la calle
porque por ella pasaba esa mujer.

Luego un día,
otra chica cualquiera me besó a la luz de una farola
y la calle, mi calle, se quedó a oscuras.

Cambié la melodía de su ausencia
por un ritmo desafinado
de dos lenguas que buscaban el amor que no le dieron
en la boca equivocada.

No volví a silbar hasta los veinte.

A veces todavía cierro los ojos
y veo aquella calle
y a ella caminando como quien nunca llega tarde.
Una parte hermosa de mí sigue aún en la ventana
esperando como un idiota que después de su nombre
estuvieran sus ojos.

Porque la llamé, la llamé muchas veces
y aunque si que me miró nunca jamás
consiguió verme.