martes, 30 de julio de 2013

De lo que no saben las orillas

Ahí está lo único bueno del verano,
lleva un bikini blanco,
se agacha de vez en cuando
a recoger caracolas de la orilla
y media playa suspira por su culo,
la otra media critica sus caderas.

Siempre he pensado que el peor enemigo de una mujer,
es otra mujer.
Ella lo sabe.

Anoche a las dos de la madrugada
yo ya llevaba seis mentiras,
a veces alterar mi soledad
no es tan sencillo.

Lo peor del conmigo es el sin ti.
Lo mejor del sin mí era el contigo.

Había una chica muy guapa,
de esas que tienes que mirarla tres veces
para creer en ella
y no culpar al alcohol
de crear bellezas que no existen.
Me la encontré en mis ojos en mitad de la barra
bebía ginebra y olía a vainilla,
tenía el pelo largo, la falda corta, la sonrisa amplia,
me la hubiera follado en el primer rincón
abandonado de la ciudad,
decorado con su boca las flores del parque,
agrietado con su manos lo más oscuro de mi pecho.
Pero no llevaba tacones.

Una mujer sin tacones
es como un hombre sin polla,
te puede gustar mucho
pero a la hora del desnudo
le falta un trozo.

Con el pelo suelto la chica del bikini blanco
parece un anuncio de viajes al Caribe,
un póster del último camionero romántico,
una isla donde el naufragio
más que catástrofe es una suerte.

Decía la camarera del bar
donde hipoteco todo mi equilibrio
que si la incertidumbre no arde,
el amor se apaga.
Que hay que saber llegar lo suficientemente tarde
para que te echen de menos
pero no tanto como para que te manden a la mierda.
Incluso al orgasmo dijo.
Y sonrió.

Yo hace exactamente ochocientos cincuenta y tres días
que no llego tarde a ningún sitio.
Y no porque el desamor me haya hecho un hombre puntual
si no porque ya nadie me espera.
Y es triste.

Como triste es que ella ahora
no necesite una mano en su espalda
para extender la crema protectora,
o que le lama los tobillos para que la sal del mar
cicatrice los besos que nunca me dieron en la infancia
y que tanto me duelen todavía.

Cinco de la mañana,
llevo tantas mentiras
que ni siquiera recuerdo bien quien soy.
Comentan que los borrachos siempre dicen la verdad,
yo opino que la verdad no es más que una mentira mal contada.

Supe al perderte,
que había ganado lo peor de mi mismo,
por eso dije te amo en lugar de te quiero
antes de que cruzaras el umbral de la puerta.
Te amo,
Aunque en realidad lo que quería decir era:
- Por favor no te vayas nunca o mi vida será una mierda-
Solo dije te amo.
Y no fue suficiente.

Lo mejor es cuando salta las olas
y sus tetas se burlan del vértigo.
Tiene los pies mas bonitos del mediterráneo,
no más de un treinta y siete
y las uñas pintadas de un azul claro.
Uno no sabe con exactitud
si tiene el cielo bajo los pies
o por encima de la cabeza.
De hecho uno no sabe en realidad si hay cielo
hasta que no la mira.

Andar despacio, abrir la puerta,
recordarte,
cerrar la vida.
Atravesar el silencio que has dejado en cada habitación,
vestir la terraza con tus vestidos de colores,
que nadie sepa que te has ido para siempre,
que el aire haga de tu olor algo perverso.
Aún sabe a ti las costuras de tus bragas,
aún siento igual si te pienso entre mi brazos,
aún me odio más sin odiarte todavía.

Se tumba en la toalla sutilmente,
tiene el cabello negro, piel oscura,
los ojos más bien verdes aunque a veces,
te mira en azul y te despista.
Debajo del ombligo hay un lunar
que bien podía ser centro del mundo,
debajo del lunar hay otra playa
que sabe de humedad más que las barcas.

La cama me pregunta por tu peso,
hay quien le llama insomnio a las ausencias
yo no digo tu nombre desde entonces.
Tu nombre nunca acepta una mentira
se incrusta en el cielo de la boca
y duele mas gritarlo que ignorarlo.

Se recoge el cabello, luego observa
al sol despedirse de la orilla,
se pone su vestido, el de los martes
(Ese de flores rosas y amarillas)
Y marcha arena arriba sin mirar
lo triste de la playa con su ausencia.

Igual que está la casa, igual que yo,
desde que giró el pomo en un te amo
y me rompió el verano para siempre.