martes, 20 de enero de 2009

No fumar también puede matar, al menos de tristeza

Llueve como si no lo hubiera hecho en el último siglo
y solamente me queda un cigarro.

" Que te vayas es como quedarse sin tabaco un día de lluvia"

Son las doce y Ana sigue durmiendo
bebimos mucho, demasiado,
empezamos con ron, luego vodka,
más tarde aquel liquido verde impronunciable
que mataba quince penas a cada trago.
Yo tenía dos mil quinientas cincuenta y cinco,
y Ana infinito.

La habitación huele como si se hubieran estado
cosiendo heridas durante toda la noche.

Ana ni siquiera se quitó la ropa.

- ¿ Me sienta bien este vestido?- Preguntó.
- No hay nada que te siente mal cariño- Le dije.
Aunque era mentira,
a Ana lo que le sentaba mejor era el desnudo.

La mayor parte del tiempo la mentira
es el atajo más corto a la felicidad.

La lluvia amenaza con no cesar,
lo que antes eran pequeños charcos,
se han convertido en profundos lagos,
me recuerdan a los ojos de mi madre
cuando mi padre se murió por inercia.
También me recuerda a Laura
pero cuando hay sol tambien ella visita mi memoria
y cuando está nublado,
incluso cuando el hombre del tiempo
no sabe que mierda colocar en el mapa
también está ella.
La realidad es que siempre me acuerdo de Laura.

Ana tiene la teoria de que pensar en otra
también podría llamarse infidelidad,
a estas alturas yo debo ser
el hombre más infiel de este planeta.

Desde el umbral de la puerta ella bosteza,
parece que se ha peleado con diez gatos.

- Deberías hacerme el amor y el desayuno por ese orden- Dice.
Hace mucho que no hacemos el amor,
antes cuando ella no se llamaba "amor mío",
ni yo "gordito" todo era distinto.
Diez minutos después ya no tengo nada en el depósito,
ella bebe café y se fuma mi cigarro.

Que la quiero es indudable, ni siquiera se lo reprocho.

En la mesita del salón hay revistas
con cincuenta maneras útiles para dejar de fumar
y ninguna se llama Ana.
Ninguna dice:
"Cásate con una fumadora y que ella se fume tu parte"
Tampoco dice como olvidarse de ninguna Laura,
ni que hacer cuando la lluvia te encharca los pulmones.

- ¿ Qué haces?- Pregunta.
- Pienso-
- Me gustaría saber que piensas, cuando no piensas en mí-
- Créeme, no te gustaría- Le digo.

Ahora es cuando ella pone esa cara
de odiarme parea siempre o hasta que la bese.
Yo la beso. Dos veces.

- Quiero fumar- Exige.

Y mientras me pongo la chaqueta
de las tristezas para siempre
y un relámpago atraviesa la ciudad
yo sin paraguas en una calle sin nombre
busco un estanco abierto.

martes, 13 de enero de 2009

El hombre pez

Lo más bonito,
de las cosas más bonitas de este mundo,
suceden cuando ella se recoge el pelo,
mientras el espejo la devora
en la tele ponen un documental de animales,
dos arañas hacen el amor
y yo, que solo sé follar,
me deprimo.

Me deprimo hasta que ella hace el enésimo imposible
y se introduce en su vestido verde.
El primero de los imposibles fue quererme
a mí que no me querían ni los gatos,
ocurrió en la orilla de la playa,
ella me quitó el cigarro de la boca
y me dió un beso.
-Te quiero- Dijo.
Luego se tiró al agua y nadó contracorriente
mientras yo escribía su nombre sobre la arena.

A veces yo también soy pez
cuando me meto entre sus bragas
y puedo estar tres minutos y veintisiete segundos sin respirar,
luego me incorpora con sus dedos diminutos
y me llena los pulmones con su aire.
Como si fuera un globo.

Eso de su vientre con forma de caracol es saturno,
aunque ella siempre se empeñe en llamarlo ombligo
y la cicatriz de su barbilla es de cuando sonreir
dependía de un columpio
y el antojo de su pubis
con forma de signo de admiración,
eso. eso soy yo,
cada vez que la observo.

Exactamente como ahora que se está colocando
los zapatos de pisar domingos.
En la tele las arañas ya cesaron de jugar al amor,
la hembra tiene sus ochos patas sobre el macho
y se lo está comiendo,
ella da un salto circense y se me sube encima,
elástica, aeróbica, mortal,
me da un mordisquito en la nariz
y es la primera vez en mi vida
en la que no me importaría en absoluto
ser un insecto.

- ¿ Aún no te has vestido? Llegaremos tarde- Me dice.
- Cierto- Contesto. -Justamente tres minutos y veintisiete segundos-
Ella sonríe y mientras se sube su vestido
toda mi piel comienza a cubrirse de escamas.

domingo, 11 de enero de 2009

Rutinas

Quería un poema que se llamara como ella
pero de tanto llamarla "cariño"
había olvidado su nombre.

viernes, 9 de enero de 2009

Alba

Porque todas las mujeres deben tener un nombre,
se llama Alba, porque yo se lo puse,
porque solamente puede llamarse Alba
si tiene esa mirada verde
de arrancar margaritas que siempre dicen si
y porque cuando sonríe siempre amanece en mi pecho.

Y porque ya no me observa ni el maniquí
del escaparate de los jerseys,
aquel anoréxico que siempre va desnudo de ombligo para abajo,
aquel al que todos los hombres solitarios
le dibujamos un coño con la mente.

Por eso se llama Alba,
porque está allí al otro lado de la calle,
esperando como siempre el autobus rojo,
ordanadose el flequillo con la mano izquierda,
mientras sus labios hacen juego con la señal de ceda el paso.

Allí con su pantalón ceñido de zara
de oferta hasta fin de existencias,
haciendo de cuatro losetas mal ubicadas
la más glamourosa pasarela del país.

Por eso se llama Alba porque yo se lo puesto,
porque ya no sabría cruzar este paso de peatones,
si ella no le da equilibrio a mis pisadas,
ni el café del desayuno me sabría tan dulce
si no cuento sus bostezos tras el humo,
o como cruza las piernas cuando se sienta
o ese lunar de su cuello que desea como yo
caerse escote abajo.

Se llama Alba y sin embargo
ni siquiera ella lo sabe.

jueves, 8 de enero de 2009

Cenicienta

Ahora que estoy totalmente solo
me doy cuenta que la soledad
no es tan interesante como aquellas noches
en las que me quitabas el lado de la cama,
o como cuando rozabas tus pies helados con los míos.

La soledad es más triste que masturbarse de memoria,
incluso más, mucho más que pensar en ti.

Siempre me quedará el poder follarme
la inspiración de Walt Disney por cincuenta euros,
se lo gritó su padre antes de salir aquella tarde:

-Si vuelves más tarde de las doce
te convertirás en una puta-

Y ahí la tienes sentada en un sofá rojo
esperando otra copa. La penúltima.
Porque cuando uno bebe siempre es la penúltima.

Se llama cenicienta te lo dije
y tu te limitaste a sonreir
- Nadie se llama Cenicienta
tú y tus cuentos de hadas-

Aún me visita tu sonrisa todas las noches,
los dos hoyuelos esos de tu cara
culpables de que yo te perdonara siempre,
incluso cuando eran las once y media de la mañana
y aún no había tres de besos en el café,
luego hacias aquella melodía en los peldaños,
do, re, mi, so, fa
y yo mis ojos de vagabundo
bailabamos tu ritmo,
debía ser amor que la canción más bonita de mi vida
habitara en tus botitas de tacón.

Los zapatos de cenicienta no son de cristal,
ayer mismo me arrodillé para sacarle brillo con la lengua,
sí, sigo siendo un fetichista,
sigue sin ponermela dura el amor,
es normal que este solo,
que decidieras irte,
que todo lo que quiero se esfume.

Menos ella, mi cenicienta.

- ¿Me quieres? pregunta.
- No tanto- contesto.
Y nos servimos otra copa,
la penúltima.

miércoles, 7 de enero de 2009

Inventario número 4

Huérfano de versos

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Tengo un lápiz huérfano de versos
y un amor que cobra por horas
pero que sabe decir te quiero
en quinces idiomas diferentes
y el francés lo domina con tal profundidad,
que parece que el sena le corre por la sangre
y jamás vió la torre eiffel
ni el arco del triunfo
más que en postales o llaveros
pero su boca sabe al París del erotismo.

Tengo un lápiz huérfano de versos
y una vecina que no usa ropa interior
y no sé su nombre
pero podría dibujar su coño rasurado
en una habitación a oscuras.

Tengo un lápiz huérfano de versos
y una adolescente que me deja mensajes de contestador,
mientras oye una canción
que una vez yo le cante al oído
y sonaba a deseos y a imposibles
y sé su nombre
y no vi su coño
y aprenderá francés
con algún cabrón menos limitado que yo.

Tengo un lápiz huérfano de versos
y una orilla que me espera
con dos pechos de islas,
donde cualquier naúfrago
quisiera perderse eternamente
y espantaría a los barcos a pedradas.

Tengo un lápiz huérfano de versos
y una madre que no es mi madre
pero me llama hijo mientras me arrodillo
a dibujarle un arcoiris entre las piernas
y jugamos a un incesto ficticio
de azotes y castigos.

Tengo un lápiz huérfano de versos
y una diosa tras la ventana
que me censura el ser ateo
y me confieso en la iglesia de sus muslos
que la quiero más de lo que me quiero a mi mismo,
que no es que sea mucho
pero a ella le sobra.

Tengo un lápiz huerfano de versos,
que solo busca una mujer decente
para empezar de cero
aunque ese número siempre me recuerde
a los pezones de Daniela.

sábado, 3 de enero de 2009

Golfa



Si fueras una canción
serías "golfa" de extremoduro
pero no lo eres
una canción me refiero.