miércoles, 4 de enero de 2012

Yo a Nueva Zelanda y tú a la mierda




Aparqué los besos en doble fila,


tenía prisa.



¿Alguna vez te he hablado de Nueva Zelanda?

Está tan lejos que ni tu recuerdo

puede alcanzarme.



Decía Tim Robbins en Cadena Perpetua

que el Pacifico no tiene memoria.

Es jodido que tu alma gemela

sea un océano.



Adentrarse en sus aguas debe ser

como follar con tu hermana.



En doble fila,

tenía prisa por llegar

a ningún sitio.



La chica rubia se llama Mery Sue

y no ha dicho te quiero ni una sola vez en su vida.

Tiene los ojos tan profundos que si los miras directamente

ves la fecha de tu muerte escrita en árabe.



Bebe sola,

duerme sola

y a veces folla conmigo.



Pero del amor ni rastro.



Llegaba tarde,

tenia cita con nadie,

por eso aparqué de este modo.



Nadie vino, claro,

como siempre.



No hay un solo punto de Nueva Zelanda

que esté a más de ciento veinte kilómetros de la costa.

Y cuando la tierra se agita,

parece que el mundo baila

una canción de deep purple.



Decía Mery Sue:

Como digas un puto diminutivo en esta casa,

te arranco los huevos con las manos.



Tiene pinta de niña buena,

de esas que se acuestan a las once

y no se olvidan nunca, nunca, nunca,

de rezar un Padre Nuestro.



Pero luego te follaba con tanto ímpetu

que dudabas si lo que habías hecho hasta entonces

tenía algo que ver con el sexo.



De esos que tienen las orejas enormes

y mueven la cola a todo el mundo,

de esos sin raza ni nombre,

un perro de mendigo, a eso me refiero,

pensó que mis besos eran basura

y se los comió.



Y yo, sin besos,

no sé qué otra cosa podría darte.



Aunque lo mismo ya no vienes,

son las once y quedamos a las nueve

de un enero como este...

del año pasado.



En Auckland las mujeres mienten en ingles,

prometen con los ojos

y aman para siempre porque siempre

solo dura trece minutos.



Desde el monte Cook puedo ver

mi vida sin ti.

Y no es tan horrible.



También puedo ver mi vida sin mí

con un sólo paso hacía al vacío.

Pero eso no es nada emocionante.



Ahora mientras "Hijo de puta",

que así se llama el chucho que se comió mis besos,

mueve la cola en el salón,

yo pienso en Mery Sue,

en mirarla tan profundamente a los ojos

que al menos conozca mi epitafio.



Y luego si eso,

ya veo lo que hago con mi vida.