domingo, 4 de enero de 2015

Un domingo de tantos


No tengo nada de lo que escribir,
llevo sentado en este folio en blanco
una hora y media.
No ha venido ni una sola chica a decirme hola,
tampoco adiós.
Hay que reconocer que siempre he sido mejor poeta
en las despedidas.
Pero ahora no hay nadie que pueda despedirse de mí,
porque no hay nadie que haya venido a quedarse.
Va a ser difícil escribir este poema.

No me gusta el blanco.
Cierta chica decía que ella se casaría de blanco,
que cuando yo me muriera,
(porque yo era tan buen hombre que me moriría antes que ella)
se vestiría de negro
y que entre nuestra boda y mi muerte
me dejaría siempre escoger el color de sus bragas.

Luego se marchó antes del blanco
y lo dejó todo negro
y el color de sus bragas me importó tanto
como la vida de una mosca en Ucrania.

En fin, que aquí estamos este folio en blanco y yo.
Es domingo. Enero. Y no hace frío.
He visto a Sandra Romain abierta de piernas
en una escena lésbica,
a veces me gustaría ser mujer,
aunque cuando pienso en los hombres
las ganas se me pasan enseguida.
He ido a darle dos besos a mi madre,
he mirado allí mi libro,
va por la misma página desde hace un mes.
Supongo que no me lee
porque me desconoce metido en una jaula
de palabras malsonantes.
Hace bien.
Me ha sugerido que me afeite,
que ninguna mujer va a querer besarme si pincho,
le he dicho que es la moda de ahora.

- ¿No besarte es la moda? Pues está durando mucho hijo.
- La barba mamá, la barba.
Ella ha sonreído y me ha besado.
Como si no fuera mujer.

Ya no está tan blanco este folio.
Aunque no creo que pueda llamarse poema.
Rara vez se llamar a las cosas por su verdadero nombre,
a ella la llamaba gordita,
a mis "amigos" por sus apodos,
al amor sexo,
al sexo placer,
al placer risa,
a la risa como ella
y a ella gordita.
Así sucesivamente.

Y a mí ni siquiera me llaman,
ni yo me nombro
no vaya a ser que responda
alguien al que odio.

Ya ha anochecido,
lo mejor de la tele cabe en un anuncio de colonia,
Charlize se descalza y sube por un telón dorado
ignorando que el futuro es ella misma.
Imagino que huele a despedida.

Y sigo escribiendo.
Alejándome de este blanco que me recuerda
que una vez estuve a punto de casarme
y que ahora no puedo morirme antes que ella
sobre todo porque ella
ya se murió
y de eso por suerte
hace ya muchos versos.

Y demasiados blancos.