viernes, 28 de agosto de 2015

Asfixia



Respirar es alejarme de tu coño.
Suena horrible pero así es la inercia
cuando es sin ti.

También puedo decirte cómo es el cielo,
aunque me lleven la contraria
los veraneantes que piensan que vacaciones es vivir.
Como si hubieran estado contigo.
Como si la vida dependiera de el azul del cielo
y de lo profundo del oceáno.
Como si una butaca con vistas a la orilla
donde dos italianas juegan a pervertir las olas
pudiera compararse a verte sonreír después de robarte
un beso y las gafas de sol.

Besarte con ellas puestas era como besarme a mí mismo.
Y yo nunca me he querido.

Respirar lejos de tu boca
es insultar al mismo viento.
Que por cierto, hace menos viento
desde que no te pones falda.
No lo llamaría ni brisa.
Y me la suda que los tendederos al moverse
parezcan banderas de un país de donde no quiero ser,
que al agitarse dieran la impresión
que pudieran llover las braguitas de cualquiera,
porque siempre será cualquiera si no eres tú.

Respirar lejos de tu nuca
es como soplar las velas
de cada año que no pasé contigo.
Como descumplir todos los deseos a la vez.
Horrible, como toser en un suspiro.
Estúpido, como suspirar en un recuerdo
que ni sabes olvidar porque no puedes
y no debes recordar porque suspiras.

Asfixiarte, a eso se parece respirar sin ti.
A bolsa de plástico en la cara.
A mano en la nariz del enemigo.
Al pie de tu sombra sobre el pecho.

A  la maldita alergia al polvo
que se acumula sobre tu nombre
en el mueble del salón.
A no saber limpiarlo sin borrarte.
A no tener los cojones de volver a escribirlo
sin  parecer a la vez que te llamo en voz alta
pero sin aire.
Como si me ahogara yo mismo
y tú tuvieras la culpa.

Inercia, de esto se trata el vivir sin ti,
aunque el vivir no signifique vida
y la vida no se traduzca en aire
y el aire no sepa de vientos
ni el viento vuelva a aparecer
hasta verte de nuevo con falda.

Entonces tal vez vuelva a respirar,
respirar de verdad,
aunque me falte el aire.