jueves, 27 de febrero de 2014

De la soledad y otros asuntos

Podrías pensar que tengo razones suficientes
para querer follarte,
que la amabilidad de mis palabras,
es el disfraz atípico de lo perverso.

Imaginar también que este ímpetu en subirte la autoestima,
conlleva consigo el deseo de querer bajarte las bragas.

Puedes sospechar incluso que contigo mi lengua
se está moviendo siempre en el lugar equivocado.

Que al fin y al cabo soy un hombre.
(Esa maldita etiqueta)
Y tú eres tan bonita que todavía no me creo
que no haya una ciudad a tu nombre.
Que cada vez que descruzas las piernas sube la marea
y hay un naufragio del que no quiero salvarme.
Y tienes esa pose imperfecta,
entre la ingenuidad y el descaro,
entre lo cotidiano y lo irreal
que consigue hacer terrible
todo aquello que está lejos de ti.

Puedes tener el total convencimiento,
de que cada adjetivo lleva implícito una miga de pan
para no perder el camino hacía tu boca,
que cada verbo es una pista de hielo
para hacer que resbales lentamente
y tu caída y mi mano,
parezcan una más de nuestras casualidades.

Suponer tal vez que es estrategia,
una táctica ya usada en otros muslos,
donde yo echo de menos no encontrarme
y tu has dejado de buscarte por si me hallas.

Intuir también que estas manos escriben
porque no pueden tocarte
y tu no quieres tocarme
para que siga escribiendo.

Puedes pensar y estás en tu derecho
de que solo quiero follarte.

Pero a veces la verdad es mucho más simple
y a pesar de este alrededor que me rodea,
de este ir y venir de gente conocida,
de una sonrisa aquí,
de una copa allá,
del abrazo del "amigo",
o de esas bocas que no saben ni que existes,
tu sigues siendo todavía el único modo que conozco
de no sentirme solo.

jueves, 20 de febrero de 2014

Una vez escribí un poema que no tenía la palabra coño

Duerme,
parece como muerta y solo duerme,
apenas se la oye respirar,
casi como un suspiro, aún más leve,
como brisa de mar pero en caliente
tragar el mismo aire que ella suelta
se parece a besarla sin el beso.

Duerme,
apenas se ha movido en estas horas,
un giro inesperado a media noche,
más culpa del calor que ella desprende
que de la dulce inercia de su espalda.

Parece como muerta y solo duerme,
tan bella como siempre por ejemplo,
igual que cuando baila o cuando miente,
cuando rompe mi cintura en el pasillo,
igual que cuando ríe o cuando odia,
cuando queda desnuda en la penumbra,
cuando sale vestida por la puerta,
igual que cuando llora o cuando canta
o me invita a otra fiesta entre sus piernas.

Su cabello en la almohada como un charco,
sus manos alejadas de su rostro,
su pecho izquierdo buscando la salida
de un pijama al que le faltan dos botones
y le sobran unos cuantos todavía.

Duerme,
se traga toda la oscuridad de este cuarto,
parece iluminada por un foco,
parece un foco iluminando la noche,
luna creciente que se cuelga en mis retinas,
que mengua cada vez que parpadeo
o llena cada vez que hallo el vacío.

Duerme,
ya casi son las nueve y el reloj,
hará que su bostezo me despeine,
su aliento de verano me consuma,
sus dedos afilados me perviertan
dirá sus buenos días y con un beso
hará cumplir con creces sus palabras.

Se mueve en el tic tac muy suavemente,
sus ojos son columpios de jardín,
su boca el tobogán de mis sonrisas,
despierta sutilmente, ya no duerme
y yo sigo soñando.

sábado, 1 de febrero de 2014

Inventario exterior

No tengo amigos.
Pero soy yo el culpable de todo el silencio.

No se reír sin ganas,
no se escuchar sin hambre,
ni se llorar sin lágrimas.

No soy sociable, ni simpático, ni siquiera amable.
Odio las fotos, los espejos y los cristales de los coches.
A veces sonrío pero nunca lo bastante
como para que alguien pudiera confundir
paisaje con felicidad.

Estoy al borde del abismo por decisión propia,
estuve en otros precipicios por inercia del amor.
Me cambiaría ahora
pero es tarde.

He visto los mejores escotes del mundo
en una sola mujer.
He prometido no volver a decir su nombre.
Aunque yo nunca he cumplido una promesa.

Nunca he podido evitar trastocar los propósitos del año nuevo,
en febrero ya ni siquiera me acuerdo de olvidarte.

Sigo fumando,
no salgo a hacer ejercicios por el paseo marítimo,
ni he dejado de masturbarme a diario.

Si fuera realista diría
que lejos estás mejor.
Pero soy pesimista y pienso
que lejos mejor muerta.

Supongo que el desamor me queda grande
como los pijamas que me compra mi madre cada reyes.

Hace trescientos cuarenta y seis días que no lloro,
alguien podría pensar que es carencia de sensibilidad
yo creo que simplemente  me faltan  los motivos.

Ahora que nadie dice adiós
es complicado ponerse triste y que te crean.
La moda del hasta luego es sin lugar a dudas
la más malvada de todas.
Supera al tanga incluso.

Si supieras a cuantas personas he perdido en un hasta luego
el hasta nunca te parecería un recurso poético
para que el dolor atravesara este folio.

Una vez, una sola vez en mi vida me dije te quiero.
En realidad era a ella
pero en aquellos tiempos estábamos tan unidos
que ni sabía diferenciarme.

Ahora me odio.
O la odio.
Tampoco lo sé.