miércoles, 27 de octubre de 2010

Para ti, si, ahora.

Tengo un cigarro en la boca,
café en la mesa,
resaca.

Anoche creo que quise matar a un hombre
las mujeres siempre crean demasiados enemigos.

Aquí, justo en el pecho
tengo un agujero del tamaño de su nombre.
Nada le reprocho
de ser ella,
yo tampoco me hubiera enamorado de alguien como yo.

Alguien que escribe versos en los espejos húmedos del baño,
que demuestra más amor en las posdatas
que en los besos que hay detrás de los orgasmos.
Alguien que usa el silencio como arma arrojadiza
y mide el amor en suspiros
como si fuera aire.

Si unías con el dedo los lunares de su espalda
y cerrabas fuertemente los ojos
podías ver tu propia muerte en tres dimensiones.

Lo verdaderamente triste fue saber que yo
no me iba a morir por ella.

Se peinaba con la mano era un encanto
y contaba delfines voladores
para poder conciliar un dulce sueño
y me llamaba por cosas que no existen
cuando estaba cansado de ser yo
o decía te quiero con los ojos
si su lengua se ocupaba de mi boca.

Se peinaba con la mano lo prometo
y el flequillo con el aire de su aliento
y jamás usaba cremas milagrosas
para ser la más bonita de mis ojos.

Otro cigarro en la boca,
otro café en la mesa,
resaca.

La soledad no es lo mismo que estar sin ella.

Me invento un atajo a su cintura
del salón al baño,
en el espejo aún yacen los últimos versos.

"Si no te tengo, siempre serás el amor de mi vida"

A ella la tuve
y fui cruel.

Y es que nunca he sido capaz de escribir sin dolor.

- El día que me vaya por fin seré un poema-

Eso me dijo, con esa seguridad de quién sabía
que donde empezaba su mundo
acababa el mío.

Y es que además de preciosa
siempre fue una chica muy lista.

viernes, 15 de octubre de 2010

Huellas marcadas

Debería de huir lejos, más lejos,
mucho más lejos aún de donde alcances,
a algún pueblo perdido que no sepa
lo que se siente al pronunciar tu nombre.

A un lugar sin mar, ni veraneos,
ni chicas con sombrero que te observan
con la crueldad de quien añora algo.

A un mundo donde nadie se pregunte,
que fue de aquella diosa casi rubia
que paseaba conmigo de la mano.

Debería de correr hasta que el sur
no sea más que norte y anochezca
antes en tu cintura que en mis ojos
y la poesía olvide por completo
los versos que le debo aún a tu boca.

Amanecer desnudo en cualquier cama
que nunca haya gozado tu perfume,
abrirle las cortinas a mi vida
y que un paisaje con tu dulce ausencia
me folle en mi postura mas sumisa.

Debería de marcharme de mi mismo,
de ti, de mi familia, de mis "amigos"
de tu cabello al viento de levante,
de tu no se,
de mí ojalá,
de tú otro día.

De la canción aquella del suspiro,
de tú quiéreme algo más o no lo siento,
de mí no saber odiar lo que te quise.

Debería de huir de una vez por todas,
también de tu latir descompasado,
también de mi tic-tac sin segundero,
también de lo que queda en el recuerdo.

Debería de alejarme y sin embargo,
sigo aquí en el mismo punto exacto
donde aquella mañana me dejaste.