lunes, 8 de septiembre de 2025

BRATISLAVA (6)

Recuerdo con una precisión absoluta la primera vez que te dije “te quiero”. Te quedaste callado, sin emoción. Luego dijiste:

“Es gratificante que me quieras. Pero lo que importa es que te quieras. Que digas mirándome a los ojos ‘me quiero’. Es que lo estoy haciendo bien”.

Así que ahora no me odies, ni me culpes por aparecer de nuevo. Yo solo vine a quererme.



Los anclajes son aburridos; la posibilidad del naufragio es lo que le da valor a las islas. Yo soy una isla. Siempre lo he sido. Pero una vez me habitas, se pierde el mayor aliciente. Por eso siempre el naufragio, por eso nunca el timón, por eso traigo las olas.



Él se llama Víctor. Es más guapo que tú. Tiene mejor trabajo. Sabe estar en multitudes. Le gusta la playa. No se queda mirando llover como si detrás del cristal hubiera una película. Sabe bailar. No tengo quejas en el sexo. Sin embargo, no me siento vulnerable. No hay abismo. Detrás del precipicio hay un colchón de plumas. Todo el vértigo depende de mis tacones. Sé que puede resultar masoquista que prefiera que me hagan pedazos y se sienten conmigo a juntar los trozos, antes que esta carencia absurda de heridas. Pero yo quiero mis alas. Y que nadie me diga “cuidado con la piedra”. Porque necesito caer. Porque no puedo creerme el amor si no me duele.



Voy a estar aquí tres días. De hecho, me quedan sesenta y cinco horas, y solo necesito un movimiento de tu parte. Si no lo hay, entenderé que es tarde. Si lo haces, por leve que sea, yo haré el siguiente. Espero que recuerdes lo que una vez te dije: cuando todo te parezca un laberinto, olvídate de la salida. Búscame a mí. Te juro que esta vez te estoy esperando.

lunes, 1 de septiembre de 2025

BRATISLAVA (5)


Recuerdo tu afición a regalarme libros. En todos, en la segunda página, colocabas una dedicatoria. Algunas se me quedaban bailando en la cabeza durante días. Otras aún lo hacen. De hecho, al verte, una de ellas me ha apuñalado por la espalda:


“Cuando yo digo siempre, es siempre. Aunque haya momentos en los que te parecerá que ya nunca.

Y contigo es siempre.

SIEMPRE.

No lo olvides.”



Que hayas elegido tacones ahora que hay alergia a la melodía. Que prefieras el azul para confundirme de orilla. Que decidas pelo suelto, como si prefirieras atar el futuro. Que luzcas escote para también tener ojos en las tetas. Que sonrías al verme como si yo fuera el culpable. Y que esté aquí como una idiota esperando la condena. Solo se le ocurriría al diablo. Es estúpido, pero me alegro de que aún hagas bien tu trabajo.




Ariadna se fue porque decía tu nombre en sueños. Con Irene fui más sutil, y a mi bendita madre le puse tu nombre.

“Debías quererla mucho”, me dijo Irene alguna mañana.

El problema de soñar contigo siempre ha sido el despertar.

Por eso dime: ¿a qué jodida hora, esta vez, has puesto la alarma?




En el parque donde aprendí a besarte hay ahora una carretera que sirve de atajo para llegar antes al pueblo. Como si alguien, alguna vez, hubiera tenido prisa por llegar aquí. Siempre he maldecido los atajos, porque interrumpen la belleza del camino. Y ahora, sin embargo, cogería todos los atajos que hubiera en mi vida solo por volver a verte.




La duda es lícita. La duda es lógica. La duda, me atrevo a decir, es incluso obligatoria. Seguramente hallarás quien te diga que el amor es la ausencia de dudas. Pero la ausencia de dudas no es amor, es ignorancia. El amor es que, a pesar de las dudas, tú siempre acabes diciendo su nombre.

Por eso ahora, por favor, disculpad mi silencio.