miércoles, 18 de febrero de 2009

Fue desde entonces que soy ateo

Aquellos eran otros tiempos,
yo ni siquiera respondía por mi nombre,
tan solo recuerdo que me apellidaba tristeza
y que don Anselmo siempre que pasaba lista
acababa colocando una cruz
en el recuadro que me correspondía.

Solamente era capaz de reconocerme
en las cuerdas vocales de "N".
Cuando "N" ponía su melódico acento para llamarme
bailaban entre sus dientes las letras de mi nombre
e inmediátamente después todo mi cuerpo se estremecía,
como si en el cielo de su boca
habitara el mismo invierno.

"N" era lo más bonito que había visto nunca,
cuando te quedabas un rato mirándola
siempre se te ponía cara de eclipse.

( Detrás de cada hombre embobado
siempre hay una luna que brilla)

Indudáblemente "N" era mi luna.

"N" tenía el pelo largo y rubio
y a veces debía dormir mal porque traía ojeras
y al rostro blanquecino como de nieve
lo decoraban constántemente dos colorados en los pómulos
y aquel suspirar profundo envenenando el ambiente
con un dulce aliento a caramelo de fresa.

En ocasiones nos fumabamos un cigarro entre clase y clase,
primero fumaba ella y luego yo,
aquello fue lo más cerca que estuve de besarla.
Otras veces cogía mi mano y se la colocaba sobre el pecho,
pum, pum, pum, pum,
parecía como si dentro tuviera duendes tocando los timbales.

- Esto es amor- Decía.
Pero nunca la crei.

Porque "N" me gustaba más que nada en el mundo,
más incluso que las bolsas de golosinas
que me regalaba mi abuela los domingos por la tarde,
más que el monte de venus de mi prima Carlota
en aquellas noches de verano que dormía sin bragas,
incluso más, mucho más, que la vista que daba al mar
desde aquel mirador que invitaba al suicidio.
Y sin embargo en mi corazón los duendes
no tocaban a ese ritmo.

Al año siguiente "N" no vino a clase,
no había nada tan desolador
como la silla huérfana de su peso,
como el aula sin el olor a melocotón de sus axilas
sin sus braguitas negras asomando
por sus vaqueros gastados.

Don anselmo despejaba incognitas en la pizarra
pero fue un amigo el que me lo contó.

- ¿Sabes quién se ha muerto? Preguntó.
Serenamente como si la muerte
a aquella edad fuera algo previsible.

No hay una pregunta peor que esa,
ni siquiera esa de:

-¿ Me quieres tanto como yo a ti?

Ni la de :

- ¿ Seguro que no le estabas mirando las tetas?

Aquella fue la peor pregunta de mi vida.

- Se ha muerto "N"- Prosiguió.

Todo en aquel instante se hizo silencio
sólo se escuchaba el sonido de mi corazón,
pum, pum, pum, pum,
como si hubieran duendes tocando los timbales.

Ojalá "N" hubiera estado allí para escucharlo
aquello si que era amor.

13 comentarios:

Cristal Violeta dijo...

Ernesto el de las historias tristes.... mira que eres cruel.

A mi ahora mismo el corazon no me late, el duende que toca los timbales se acaba de morir de pena.

Que bien lo cuentas, pareces poeta nene.

Muaaaack

Descalza dijo...

De todo lo que te he leido éste me ha llegado a algún lugar en donde no sé si tocan timbales pero ha tocado algo, muy triste, es fácil estremecerse con algo así.

Un abrazo.

Isabebelita© dijo...

pues ahora me enfado y no respiro, no hay derecho, no puedes escribir algo tan triste y que te quede tan bien...jopetas!

mi duende también ha muerto, de un sopetón loi.

un besazo ernestito
isa

Isabebelita© dijo...

ahhh...y otra cosa mas!

me encanta!

Claudieta dijo...

No sé si tus historias son verdad o mentira, pero no importa, porque son reales como la vida misma.......
Pero seguro que tienes muchas razones para ser ateo.........todos las tenemos......
Mua

Bibiana Poveda dijo...

Es muy, pero muy tierno y muy triste este relato.
Y me ha gustado mucho, tiene unas imágenes preciosas.
Un abrazo, y me quedo con toda la melancolía...

Giovanni-Collazos dijo...

Eres bueno, Ernesto. Te sigo y te leo, como siempre.

Un abrazo.

Gio.

Lobo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lobo dijo...

Este poema, como todos los demás que posteas, es genial. Te leo siempre, Ernesto.

Saludos.

Anónimo dijo...

Seguro que lo era. Seguro que si.


Otra mas de tus seguidoras,

WALTZ:

Anónimo dijo...

Sabes, lo he leído muchas veces, muchas porque queria decir algo 'acerca de', pero me doy cuenta que realmente, nadie puede decir nada 'acerca de'.

Este es diferente, pero lleva tu marca.

-Anna- dijo...

El final me hizo acordar a aquella frase de "uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde", aunque en este caso sería: uno no sabe lo que siente.
Es una hermosa historia, triste, pero tiene una inocencia y una ternura que atrapan.

Como siempre, un gustazo pasar por acá pequitas, tenía rato sin leerte.

Besos!!!

Gata dijo...

Uff ...
que es q no se me ocurre nada más...porque ha sido enorme!