miércoles, 4 de julio de 2018

El infinito no es más que un ocho tumbado

Verano del noventa y ocho.
El sol golpeaba como un boxeador borracho,
tenía dieciocho años y un porro en la mano.
La amistad era eterna y el amor
un libro de crucigramas
sin las soluciones al dorso.


Recuerdo a Daniela sin forzar la memoria,
con su vestido blanco agitado por el viento
como una bandera en territorio enemigo.
Sus piernas blancas como un alijo de coca
y sus bragas (casi siempre rosas)
jugando al no me pillas con el morbo.


Al otro lado del mirador la arena,
quemaba como mil infiernos.
El mar agitado como un niño
al que han castigado sin consola.
Dos extranjeras (presumiblemente alemanas)
jugaban a las paletas en la orilla
y cada vez que la pelota coqueteaba con el vértigo,
los mirones almacenaban un recuerdo
para su siguiente paja.


Daniela venía para irse,
con la excusa insalvable de un padre
y su nuevo trabajo en Irlanda.
Allí donde la cerveza es negra
y el sol una puta leyenda.
Diciendo -Volveré-  con una mueca insípida,
cómo quién firma un papel
sin leer la letra pequeña.


Más allá del muelle,
Valeria lucía su nuevo bikini
con ese orgullo desmedido,
que da la talla cien cuando crece de repente.
Los chicos de gimnasio andaban
de una punta a la otra de la playa,
buscando en el halago de una mirada
el esfuerzo de un invierno de gimnasio.
Señoras maduras con el agua por los muslos,
calentaban a los peces con una lluvia dorada
que disimulaban torpemente con alguna charla
sobre la nostalgia de un pasado que a menudo
se les incrustaba en los ojos.


Y frente a mí Daniela,
con el pelo rubio recogido en una trenza,
con ese rostro inocente de haber roto
más corazones que platos.
Con esos pechos que abrían mas caminos que el alba.
Con ese culo respondiendo preguntas
que ni siquiera habías tenido los huevos de hacerte.


Con su - Te quiero infinito.
Con su - Lo nuestro durará infinito.
Con su  - Te echaré de menos infinito.
Crujiéndome cada palabra en el pecho
como si alguien estuviera pisando hojas secas
por dentro de mi piel.


De fondo el camión de los helados
y aquella maldita melodía
que convertía a los niños en una fila de zombis.
Con los ojos repletos de sabores inventados
para acabar conformándose
con el mismo cucurucho de vainilla de siempre.


Agosto tenía la caricia
de un erizo boca abajo.
Cabrón como la infancia de un psicópata
y triste como la nostalgia de una viuda.


Fue en su abrazo cuando una nube interrumpió el verano.
Un beso en la mejilla y un hasta pronto,
que se balanceo torpemente como un columpio movido por el aire.
Desde su boca a mi oído.
Desde su amor a mi odio.


Una última calada mientras Daniela se perdía
engullida por un paisaje de casas,
que se lamían unas otras,
como si se echarán de menos constantemente.


El verano siguió su curso,
los hombres optimistas metiendo barriga,
Valeria pidiendo crema protectora,
la lucha de sombrillas en primera línea de playa,
la risa dulce de los niños antes de que una ola
devorara los castillos presagiando un futuro
que les esperaba con las manos abiertas.

También la vida continuó sin Daniela,
sin su lengua de lamedora profesional de atardeceres,
sin su mirada confusa como la letra de un médico,
sin aquellas pecas de sus hombros apiladas como estrellas
en una noche cualquiera
de una habitación a mi nombre.
Sin su trenza y sin sus pechos y sin su culo,
sin aquel precioso vestido blanco agitado por el viento
como una bandera en territorio enemigo.


No diría que después de casi veinte años aún la espero.
Pero te juro que cada vez que la pienso,
una nube del tamaño de mi fracaso tapa el sol
como si pudiera abrigar los recuerdos
y de fondo,
suena la canción del camión de los helados
en el último rincón de mi esperanza.

14 comentarios:

GATONECIO dijo...

Qué gusto leerlo. Gracias.

lunaroja dijo...

Ernesto, no sé hacer crítica literaria, ni sé lo suficiente de poesía, solo puedo expresar cuando algo me toca el alma, cuando algo me emociona y deja esa especial vibración en el pecho.
Tanta belleza en lo cotidiano que lo haces brillar.
Un abrazo!

desafectos dijo...

¡¡¡Soberbio!!!

Un saludo.

135 dijo...

Hoy es lunes... Y tenía que venir por esta playa.
Gracias.

estrella dijo...

Querido Ernesto!!!!!!
Devastador hasta el último punto. Me conmueve ese final, esa nube tapando el verano, su recuerdo al día de hoy.
Una maravilla hecha poesía, gracias!!!
Un fuerte abrazo!!!! :)

Unknown dijo...

Te leo desde hace más de 5 años y cada que lo hago me siento inspirado en el amor o en escribir, lo que llegue primero. Muchas gracias por llenar la piel de sentimientos enganchados a cada poro por cada palabra, imaginando cada poema. Muchas gracias.

Recomenzar dijo...

Eescribes con nostalgia de un pasado vendito
Me ha encantado tu escrito

Pero vivo el hoy triunfante
la nostalgia es tango
y el pasado es algo que no existe
en el hoy de mis latidos infinitos
abrazos

MalaEnTodo dijo...

Con el titulo ya esta todo dicho!
Que buen blog que no puedo parar de leer!
Ya te voy a buscar en las otras redes sociales!
saludos

Kiko Sinclan dijo...

"...el sol golpeaba como un boxeador borracho..."
"...como si alguien estuviera pisando hojas secas..."
"...triste como la nostalgia de una viuda..."

Qué comparaciones más bonitas.
Eres como el vuelo de un mirlo tras el verano.

Ivan Casco dijo...

ha juzgar por el intervalo de tus publicaciones, y esperando que mi suposición sea cierta, faltan menos de 2 meses para la próxima. En todo el tiempo de espera siempre es bueno aparecer por aqui y re leer las viejas publicaciones. Excelente trabajo.

Anónimo dijo...

Auxilio, que pena, Ernesto lleva un mes sin poemas.

Auxilio que tristeza, ponganme una cerveza.

Auxilio, que hago, lectores echenme una mano.

Fdo: Susi, Auxilio, me desmayo,...

Claudia Tubilla dijo...

Eres increible

Siénteme dijo...

Qué maravilla. Qué todo.

Javier Lamoso rey dijo...

Precioso poema...preciosas frases y precioso el todo...