lunes, 29 de julio de 2024

MONROVIA

 En el almuerzo mi padre apagó la tele. Siempre comíamos con el telediario de fondo. Yo lo odiaba. Cada noticia siempre era peor que la siguiente. Era como si te mostraran el infierno educadamente. El señor que lo emitía era como un guía turístico que te llevaba de las amputaciones de Irak, a los bombardeos de Sarajevo como quien cambia de caballito en un tiovivo. Del coche bomba de Bilbao a la África más pobre, donde las moscas merendaban niños como quien enumera en voz alta la lista de una compra. Nunca entendí que al ver tales esquinas de odio, semejantes suburbios, desastres tan inmensos, mi madre por ejemplo nunca soltara una sola lágrima y sin embargo ante una película cualquiera de esas de por la tarde, o aquellas telenovelas que no acababan nunca, acabara siempre por agotar todo el papel que había en la casa. Con el tiempo supe que era igual en todas las casas. Que eran iguales todas las madres. Y aunque ello no hizo que lo entendiera, si me acostumbré a que la vida pasara delante de mis ojos sin emocionarme. Como pasa un autobús sin una mujer guapa en la ventanilla.

- Ese chico... Dijo mi padre buscando el nombre.

- Daniel. Dije yo.

- Si eso es Daniel. Dijo. -¿Sabes por qué se ha muerto? Me preguntó.

- Claro. Estaba malo.

- ¿No te ha explicado mamá que ha muerto porque es tan importante que dios lo necesita a su lado?

- ¿Y si es tan importante porque no lo ha dejado al mío que estoy solo y él puede elegir a cualquiera? Pregunté yo.

Mi padre se quedó en silencio un momento.

-Porque lo quería a él precisamente y dios tiene más poder a la hora de elegir que tú. Dijo titubeando.

- ¿Para qué quiere Dios tanto niños negros a su lado papá? Volví a preguntar mientras mi padre jugaba con el tenedor y un trozo de carne.

- Las nubes son blancas. Se necesitan más niños negros que blancos para contrastar los colores.

Hubo una pausa larga. Mi padre me miró y acabo soltando media sonrisa.

- Supongo que es una respuesta absurda hasta para ti. Además cuando te tocas la nariz así como ahora es porque no estás de acuerdo con algo. Desde bebé lo hacías. No era necesario ni que hablaras. A ver- continuó mientras lo escuchaba atentamente- ¿Te acuerdas hará unos años cuando en tu afán por ver a los reyes magos me sorprendiste a mí colocando los regalos?

Yo asentí con la cabeza.

- Pues con dios es lo mismo. Dijo.

- ¿También eres tú? Pregunté con dudas.

Mi padre soltó una carcajada. No recuerdo muchas risas tan estruendosas por su parte. A veces ni siquiera lo recuerdo sonreír.

- Soy capaz de hacer algún milagro pero no, no soy yo. Dijo aún con la risa en la comisura de los labios. -Quiero decir que mientras creas en él, dios existirá pero si un día decides no hacerlo dejará su existencia para convertirse en un simple espejismo.

- No entiendo- Dije. Inconscientemente mi mano estaba en mi nariz.

- Pequeño idiota, tu amigo es el almuerzo de los gusanos. Olvídate del reino de los cielos, de dios y de los niños negros. Dijo mi hermana Sara que había estado detrás durante toda la conversación.

- No seas cruel con las palabras señorita. Le dijo mi padre.

- Si dios existiera, a mí me querría el chico adecuado y no el tonto de Martín o el feísimo de Alberto. ¿Dónde está dios cuando le pido que Miguel me mire, que Miguel me hable, que se pare el ascensor con los dos dentro?

- Quizás dios no coloca a ese Miguel en tu camino porque te haría sufrir. 

- También puede ocurrir- Prosiguió mi padre- Que yo te vea con el chico inadecuado y sufras las consecuencias. Tal vez no pueda ser dios pero te aseguro que el diablo no me pilla tan lejos.

Sara se le acercó, suavemente, era bonita, andaba como flotando, solo tenía dieciséis años pero con un poco de maquillaje podía decir veinte sin ruborizarse y sin que un atisbo de duda se interpusiera en el diálogo. Se colocó detrás de mi padre y le puso los labios en la mejilla. Eso era todo. Con ese gesto Sara ya tenía lo que quisiera. Dinero, una hora más tarde, una excursión y hasta aquella moto aparcada en la puerta a la cual no podía acercarme en su presencia porque según ella le quitaba brillo.

- No me verás. Dijo Sara. Y mi padre no dijo nada al respecto.

Hay solo un beso de distancia entre el todo y la nada.

- Mira mocoso- Dijo mi hermana refiriéndose a mí. Un botón cualquiera de este mando es dios, por ejemplo este que da volumen a la tele- Dijo pulsando el más del mando con insistencia. Si tú estás triste lo pulsas, si estás en peligro lo pulsas, si necesitas que ocurra algo maravilloso lo pulsas. No va a suceder nada pero si crees en ello, te quedarás más tranquilo y hasta pensarás que es posible-

Eso es dios. Dijo. Y se retiró de la cocina flotando como era costumbre mientras mi padre la aplaudía con una cara de asombro que yo no entendí.

Luego entre mi padre y yo hubo una guillotina de silencio. Yo me tocaba la nariz y el masticaba los últimos trozos de carne.

- Creo que ha sido mala idea no poner la tele hoy- Dijo mientras la encendía y en ella aparecía un suicidio masivo en Japón.

El comenzó a apretar el botón del volumen y yo no supe si quería enterarse de la noticia o simplemente le estaba pidiendo ayuda a dios para salvar a alguno.

lunes, 22 de julio de 2024

ATENAS


¿ Te acuerdas cuando yo estaba duro

y tú estabas buena?

Ahora a ti parece que te ha pasado

un autobús por encima

y a mí un tren.

Y sólo han sido años.

Un montón de soplidos sobre tartas

que en lugar de cumplir los deseos,

los hacían volar lejos de nuestras manos.

Y no, no nos enterró aquella vecina morena

que decía hola con el escote,

ni nos mató el masajista que te enseñó

que el punto g también estaba en la espalda.

Hemos sobrevivido a insultos y a celos,

a la droga de la rutina,

a las tardes de siesta,

a películas con el mismo final,

el mismo asesino,

la misma lágrima.

No ha podido con nosotros el fin de mes,

ni los recibos apilados sobre la mesa

ni el otra vez lentejas para comer,

ni los anuncios de la tele

donde cualquiera era más feliz

de lo que debía.

¿Te acuerdas cuando tú decías follame

y yo te hacía el amor?

Ahora nos cuesta acercarnos para darnos un beso

como si nos bastará mirarnos para sabernos.

Y no sucumbimos a los secretos,

ni la nostalgia nos robó la paciencia.

Tampoco el reloj decidió en nuestra prisa.

Cuando teníamos el presente entre las manos

el futuro nos cabía en el siguiente abrazo.

Salimos ilesos de nuestras propias guerras,

a veces fuimos rehenes

y otras el enemigo.

Éramos los mismos que firmábamos la paz

y que planeaban el siguiente ataque.

Alguna vez perdimos lo reconozco.

Pero nunca, nunca, nunca,

nos dimos por vencido.

¿Te acuerdas cuando al principio

no sabíamos que hacer con las promesas?

Y fuimos tan felices que nadie,

absolutamente nadie, apostaba por lo nuestro.

De hecho creo que ni siquiera nosotros.

Y sin embargo ya ves aquí estamos,

cumpliéndonos el para siempre.

lunes, 15 de julio de 2024

TEHERÁN


Crack.

Ese es el sonido que debe hacer un corazón cuando se rompe. Ruidoso y seco como un jarrón contra el suelo. No un vaso, o una botella, o una taza. Como un jarrón, porque si tienes un jarrón en casa debe tener algún valor sentimental.  Ya sea porque era de tu madre, o de tu abuela, o el recuerdo de un viaje, o simplemente porque ha tenido tantas flores dentro que la primavera se hace de repente si pasas por su lado. Lo justo sería que lo vieras antes tambalearse para que formes parte de lo jodido que puede resultar el equilibrio y luego crack. El romanticismo es ese acto de fe que existe en aquel que intenta juntar los trocitos. 

Pero no, un corazón se rompe y no hace ningún tipo de sonido. De hecho se rompe y a la vez sigue intacto. Como si a una caja de música le arrancas la bailarina. Ha muerto la belleza y la melodía sigue.  ¿ Pero a ver quién coño es el guapo que baila ahora?

"El tiempo lo cura todo" es esa frase que nunca pasará de moda. Pero el tiempo lo que hace no es curarlo, es matarlo. Te arranca unos años de vida y a cambio te da la capacidad absurda de ir olvidándolo todo. Y en cierto modo lo haces, olvidas, tu cuerpo olvida, tus ojos olvidan, tu mente olvida. Pero tu corazón jamás formará parte de ese juego.Tu corazón ya ha creado un sistema nuevo de defensa y a la persona que venga, no le será tan sencillo entrar como a la anterior. El corazón se va haciendo más pequeño y a su vez coloca más obstáculos en el camino. El daño que te hagan hoy, lo pagará la siguiente persona que pase por ahí. 

Supongo que es esa la razón por la que sigo aquí, inmovil. La razón por la que no te digo un lugar y una hora y te miro a los ojos hasta poder sentir que me caigo dentro de ellos. A estas alturas ya no eres un polvo rápido en el baño de un restaurante. Ni un paseo por la playa mientras me hablas de tu infancia. Ni una película donde su argumento seá devorado por los besos.  Yo te he creado de la nada. Como si no hubieras existido antes de la primera vez que dije tu nombre. Ni siquiera te ha sido necesario esquivar obstáculos para llegar al primer latido. Yo mismo te he cogido con dos dedos y te he colocado en la entrada de mi pecho. Y de repente cobras vida por ti misma y te metes más dentro. Y hurgas en él.  Incluso intentas con cierta ignorancia crear algo bonito de este montón de escombros que decoran la parte del fondo. Y te sientas y observas desde dentro a fuera quien soy. Y ni siquiera yo estoy seguro de eso.

Hoy he visto a una chica. La he visto cien veces antes. O mil. O un millón. A veces incluso sale en mis sueños. Nunca está desnuda. Es como si mi deseo me llevara la contraria. La he mirado igual que si pasara por delante del escaparate de una pastelería. Y el corazón ha bailado una canción que ya conoce. Ella está lejos de él porque también se sabe la música. Le importa tanto lo que habita en mi pecho como a mí el anillo que decora su dedo. Una palabra bien colocada hubiera dado más amplitud al diálogo, una sonrisa en el momento justo, más complicidad y  un roce hubiera sido suficiente para perderme en su tímido escote. Pero no ha ocurrido nada porque yo espero que sea ella quién dé ese paso y ella tal vez ni siquiera lo ha imaginado antes. Luego al meterme en casa  he dicho su nombre para que volviera a mis sueños. No ha habido suerte. Supongo que el único sueño seguro es el que eres capaz de cumplir. Que una vez cierras los ojos no solo se oscurece tu alrededor, también lo hacen los deseos. Puedes pedirlos, imaginarlos, traerlos a ti pero en el momento de alargar la mano para ver si son reales se desvanecen. Y se quedan apilados con los demás en un desván olvidado de la memoria, que a veces visitas por ese masoquismo interno de ordenar los fracasos. Una persona no se mide por lo que tiene, sino por aquello que ansía. 

Supongo querida Alma que debería escribirte. Contarte que donde estás sentada ahora antes había otra mujer. Y que fue ella quién lo dejó todo en este estado. Que el tiempo aún no nos ha matado del todo y que la echo de menos. Decirte que estás ahí para que duela menos. Y que te suene tan injusto el leerlo como a mí el escribirlo. Que mi corazón, el mismo que te abrió la puerta es incapaz de cerrarla y dejarte dentro. Y ni siquiera sabe si es por si ella regresa o porque todavía no se fía de ti. Incluso puede que por ambas cosas a la vez. Estoy de acuerdo en que la canción que suena de fondo es preciosa y nada me apetece más que agarrarte la mano y dejarme llevar. Pero sería justo que supieras que en esta misma caja de música yo he sido la bailarina arrancada de golpe y abandonada en el suelo mientras el mundo seguía con su puta melodía.

Y que tampoco hice crack. Como debería.



lunes, 8 de julio de 2024

MOSCÚ

 

Supongo que si uno ve el desastre tiende a juzgar sin conocer los hechos, incluso creo que en algunos casos prefieren no saberlo, hasta a veces los inventan. Nada es más sencillo que se corra un rumor, sobre todo si dicho rumor jode a alguien. Nos alimentamos del morbo, del daño ajeno, como si pudIéramos salir ilesos del nuestro propio en una comparación odiosa. Como si hablando de lo gordo que está fulanito, nuestros kilos pasaran desapercibidos. Como si contar la falta de belleza de aquel tipo que pasaba por ahí, nuestra cara de idiota se viera menos fea. Somos malos, jodidamente malos, a veces no es más que una forma de escudarnos, otras en cambio es lo que llevamos dentro. Ninguna de las dos sirve como excusa. Y ambas hacen el mismo daño. Nos han enseñado a pedir perdón y con ello creemos que ya vale todo. Que pedir disculpas es como hacer magia. Que la jodemos pero no pasa nada porque luego decimos lo siento y todo vuelve a la normalidad. Pero una herida no se cierra con una palabra y eso que una palabra si que es capaz de abrirla. Deberíamos no juzgar con tanta alevosía los actos del otro, sin conocer cuantos demonios le están hablando al oído. Pensar que en la libertad vale absolutamente todo nos condena a ser menos libres cada vez. Nos marcan unas pautas y las seguimos para evitar que nos señalen. La oveja nunca fue negra por su color, era negra por sus actos, por no respetar a la mayoría, por ir en contra de las leyes impuestas, por elegir su camino y transitarlo lejos del carril que le habían marcado. Vemos al gordo y le gritamos con los ojos que vaya al gimnasio. Porque pensamos que su felicidad debe ser parecida a la nuestra. Porque suponemos que el espejo es que el marca la sonrisa. Vemos al calvo y le sugerimos una gorra. Al mal vestido y le imponemos una marca de ropa, ignorando que tal vez no sea más que pobreza. Juzgamos a la divorciada porque no supo mantener el amor, cuando tal vez el amor ya solo podía dárselo ella. Miramos a la soltera e imaginamos que prefiere ir de boca en boca, cuando tal vez su caso es que ha conocido tantas, que ya no se fía de ninguna. Observamos el desastre y solo destacamos los escombros. En lugar de colocar la primera piedra donde se apoyen los nuevos cimientos. Y creo que tal vez deberíamos parar la bola cuando llegue a nosotros, no dejar que siga creciendo, a veces basta con un abrazo, otras simplemente no riendo una gracia, otras censurando abiertamente a los culpables.. Porque luego cuando la bola se hace tan grande que aplasta a alguien, salimos corriendo a lavarnos las manos, no vaya a ser que cualquiera nos vea las manchas de sangre. Y tengamos que pedir perdón como nos enseñaron.

lunes, 1 de julio de 2024

El CAIRO

 

A veces nos miramos todavía, estrangulamos el presente y nos quedamos sostenidos en aquella tarde en la que nos faltó un beso y nos sobró el miedo. Luego la vida siguió y no contó con nosotros. Pero a menudo, en la calle nos cruzamos y en el hola educado hago planes de lo que pudo haber sido, como si el pasado se pudiera moldear a través de la memoria. " No guardes un deseo para cuando sea posible, porque lo posible solo sucede cuando lo deseas" Pienso mientras nuestros pasos se alejan en direcciones opuestas. Y aún tengo el beso tatuado a tu nombre entre los labios. Pero también tengo aún el miedo de aquella tarde calándome los huesos. Como una gota de lluvia cayendo siempre en el mismo sitio. Todo el tiempo, desde entonces hasta ahora. Desde ahora hasta lo eterno. Es en un beso donde empieza todo. Un beso lleva a la caricia. La caricia lleva al amor y el amor al deseo.El deseo al desnudo. El desnudo al sexo. El sexo lleva al sexo. Y a más sexo. Y el más sexo lleva al beso. Y el beso se convierte en rutina, en inercia, en costumbre. Y el futuro pierde todo su significado. Y el miedo ignora al miedo. Y contigo perder el miedo es perderte a ti. Por eso no te beso. Por si el beso de repente espanta a todos los monstruos del pasado. Y después los echo de menos. A los monstruos y al beso. Y al cruzarme contigo ya solo me queda la certeza de lo que fue. No de lo que pudo haber sido. Y dejamos de mirarnos. Y de besarnos. Sin besarnos siquiera.