lunes, 30 de diciembre de 2024

SANÁ


Me llamo Ernesto.

Nadie me llama Ernesto.

Nadie me llama.

Nadie no es una persona.

Nadie es nada.

Cero.

Folio en blanco. 

Teléfono sin agenda.

Amor sin wifi.

He amado a casi todas las mujeres

que se han cruzado conmigo. 

Ellas no lo saben.

En su ignorancia salvo el ridículo.

Soy de los que se caen 

y hacen como que están buscando una moneda.

Prefiero que me tachen de pobre

que de vértigo.

Prefiero que me tachen.

Que nadie me llame.

Nadie de ella.

Ojalá fueras nadie.

Tú, que te crees Alma,

que te llamo Alma,

que te gritan rubia en los pasos de peatones,

que te silban a Vivaldi en la boca del metro.

Ojala yo fuera la boca de un metro.

Que tu boca estuviera a un metro de mi boca. 

Que entraras y salieras cada mañana

sin reconocer que mi lengua

te lame los lunes más pesados de la nuca.

Ojalá fuera lunes.

Y no me llamara Ernesto.

Y no amara a todas las mujeres

que se cruzan por mi vida.

Que hubiera una moneda tras la caída.

Que saliera cara. 

Tu cara.

Que pensaran todos que he tenido suerte

y no vértigo.

Y quedarme en el suelo

hasta que nadie me levante

y me llame por mi nombre.

Una vez.

Pero nadie de todo.

Del total y de rubia.

Y de Vivaldi

Y de boca de metro.

Y de Alma.

Sobre todo de Alma.

lunes, 23 de diciembre de 2024

LUSAKA


Claro que te hubiera besado

y seguramente habría dejado

caer mi mano en el abismo de tu pecho.

Tendría la sonrisa puesta

y antes de que mis labios fueran tus labios

me hubiera sentido eternamente joven.

No sé si te han dicho alguna vez

que uno tiene la edad de sus dolores.

Y contigo delante dudo mucho

que me doliera algo más que no besarte.

Así que sí, te hubiera besado

y seguramente habría dejado caer mis ojos

al laberinto de las pecas de tus hombros.

Tendría colocada la mueca del valiente

aunque tuviera las cosquillas en la piel

del que se ríe por dentro.

No sé si te han comentado alguna vez

que reírse es el orgasmo del cerebro.

Y contigo delante, dudo mucho

que alguien haya conocido la tristeza.

Te habría besado sí, seguramente lento

y mis dedos estarían marcando un ritmo

que no se puede bailar si no es contigo.

No sé si alguna vez te han contado

que la música amansa a las fieras,

pero me temo preciosa

que la canción que guardas en la garganta

haría salvaje al animal más manso.

Si lo hubiera hecho, claro.

Probablemente mi lengua tatuaría

mi nombre en el cielo de tu boca.

Y hasta tendría una frase preparada

para después de tus labios.

Tal vez ignoras que de todas las cosas

que no he hecho todavía

besarte me resulta la más fácil.

Así que sí, te hubiera besado

lo único que no tengo claro todavía

es cuantas veces.

lunes, 16 de diciembre de 2024

SANTO DOMINGO

 Un amor platónico no es aquel que no puedes conseguir, si no ese que aún pudiendo lograr no tuviste el coraje de intentarlo. Ese que tienes clavado como un interrogante en el pecho, un pasado aferrado a la nostalgia, un "tal vez" que disfrazaste de "no" porque dolía menos oponerte a ti mismo, que cualquier negación ajena.

Lo que duele pasado el tiempo no es "el que hubiera pasado entonces" si no el "que estaría pasando ahora". No poder volver atrás y hallar la respuesta ya sea para pasar página o para quedarte en ella lamiendo las esquinas y subrayando todas las frases que una vez planeaste decirle a su boca.

Dice Sabina en una canción que " No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió" Y no puedo estar más de acuerdo.

Así que si en una de estas, volvemos a quedarnos suspendidos en una mirada en la que el futuro se nos abre de piernas, espero que tengas una respuesta preparada. Porque no pienso dejar que la incertidumbre me robe ninguna hora más de sueño. O los duermes conmigo, o bostezo sin ti.

lunes, 9 de diciembre de 2024

NUUK


Llegará el frío.

Yo miraré en el armario

y sentiré el desprecio de las perchas vacías.

Saldré a la calle,

el verano será una metáfora,

una promesa.

Miraré a la gente andando deprisa;

te juro que a veces parece

que huyen de mí.


Se llamará noviembre

y no tendrá tus ojos.

Tal vez aquella sudadera

que compramos en el último viaje

consiga, en algún instante,

llamarse hogar.

Frotaré mis manos,

tal vez fume.

Se me hará largo

el camino al trabajo,

evitaré reflejarme en los escaparates.

La sinceridad está de más

cuando no la necesitas.


Observaré la playa desde el otro lado,

como si fuera una postal.

El viento dirá tu nombre.

Seguramente me cruce con alguna chica

que no se parezca a ti.

También tendrá frío.

La chaqueta gris, la que te gustaba,

me quedará grande.

Es increíble lo pequeño que se siente uno

cuando no estás.


Lo peor siempre es el regreso.

Miraré el calendario,

limpio, sin un solo círculo

que decore alguna fecha importante.

Será un mal año,

un duro invierno.

Me crujirán los huesos,

como si por dentro alguien

quisiera poner una canción.

Ni siquiera mi pijama más horrible

podrá firmar una tregua con Groenlandia.

Cuando el frío es por dentro,

añoras una piel

que no es la propia.


Tendré varios mensajes,

alguna llamada perdida,

dos páginas porno en favoritos,

otra apuesta perdida.

Habrá ofertas engañosas en los buzones.

Los perros del vecino

no le ladran a la gente conocida.

Es fácil, a veces, asesinar la incertidumbre.


En algún momento, la primavera

asaltará el paisaje.

Acorralará al silencio.

Matará la oscuridad.

Seguirá haciendo frío.

Cuando tienes el silencio en la cabeza,

no importa el ruido.

El sol es un consuelo inerte,

como encontrar una chica

que se llame como tú

y decir su nombre.

¿Con qué se curan las heridas

que no se ven?


No sé cómo explicarte, sin rozar lo cruel,

que a veces sufre

más el culpable que la víctima.

Que el error llegará un momento

que dejará de perseguirte,

mientras a mí me acorrala

con tu ausencia.


No habrá tregua,

por más que confunda

algún incendio con agosto,

por más que en alguna calle de mi memoria

quede alguna hoguera encendida

por donde el olvido

aún no se ha atrevido a pasar.


Dará igual el tiempo que pase,

la ciudad que drible,

la canción que decida no poner.

No importará que escape

de las páginas dobladas

de esos libros que dejaste en mi cabeza.

Tomaré atajos,

vaciaré el armario,

diré "te quiero",

prometeré algún "para siempre".

Tal vez tenga hijos.

Tal vez sea feliz.


Pero me acordaré de ti,

casi siempre en los momentos

más inoportunos.


Y siempre, jodidamente siempre,

llegará el frío.

lunes, 2 de diciembre de 2024

VARSOVIA

 


La ropa tendida en el balcón

es la bandera de mi fracaso.

Sin rastro de tus bragas minúsculas,

ni de tus camisas con tantos colores,

que la primavera comenzaba primero

en la terraza para luego

adueñarse poco a poco de todo el paisaje.

No hay morbo sin tus pijamas huérfanos de botones,

sin tus faldas pervirtiendo las flores de las macetas,

y sin tus vaqueros dejando en el cielo

la silueta de tu imponente culo.


El viento agita mi pena,

calzoncillos tristes y pantalones

que odian el clima si no lo creas tú.

Mis camisas cuelgan los cadáveres

de los hombres que soy ahora sin ti,

y todos los calcetines imitan el acto

de no hallarse con su otra pareja.


Aún en la almohada tu perfume

agrieta mi pecho,

y en los cuadros que dejaste sin pintar

nacen garabatos que simulan la derrota.


Lucía siempre dice

que incluso cuando pierdes ganas algo.

Yo solo he ganado tu ausencia.

Y es una mierda.


A veces, sobre el sofá, rebobino mi vida

y te veo llegando aquella mañana,

sin paraguas y con el cabello mojado,

perseguida por una tormenta

que, como yo,

se enamoró al primer contacto.

Y me traigo tu voz al oído,

y aún siento el escalofrío de tu primera frase,

donde los relámpagos iluminaban el cielo

como fotografiando una escena

de anuncio de perfume.


Recuerdo con perfecta exactitud

cómo, después de tu primera sonrisa,

dejó repentinamente de llover,

y cómo tu nombre me acarició las mejillas

cuando todavía la distancia entre nosotros

era un abismo de dos metros.


Disfruto del momento en que decidimos

que el autobús nos pasara de largo,

y caminamos hasta tu casa,

esquivando los atajos

hasta pactar un laberinto cuya salida

dependía del primer beso.


El cigarro a medias,

tu risa como banda sonora,

el vaho saliendo de nuestras gargantas,

como si pudiéramos esconder la felicidad

después de los suspiros.


Mis nervios y aquella manada de elefantes

golpeándome por dentro del pecho,

el ruido del silencio mientras buscaba la frase perfecta,

aquel "hasta mañana" que tus labios soltaron

y mis manos ataron al futuro inmediato,

justo antes de que cerraras la puerta

y comenzara de nuevo a llover de repente.


Como ahora,

solo que en lugar de futuro

nada más  que queda ropa tendida.

Y se me está mojando.


Como los ojos.