lunes, 16 de septiembre de 2024

AMMÁN

 

Yo que tenía tu nombre encerrado bajo llave,

que guardaba en el cajón de los imposibles

el futuro de tus labios,

que había abandonado las trincheras ,

porque no había quien apuntara al corazón.

Yo que había jugado a perder para no ganarte,

que había ganado el olvido

sin el mínimo esfuerzo.

Yo que forzaba el silencio

hasta que el silencio también era ruido,

que tenía un laberinto en la cabeza

con vistas al fracaso.

Yo que era un candado sin claves,

un escudo sin hombre,

un valiente sin alma,

un poeta sin musa.

De repente me dejo llevar

y me quedo desnudo y te invito a mi pecho

y a ti el descompás de mis latidos,

te parece una canción bonita

y en lugar de huir, bailas.

Y ahora tu nombre es un pájaro que picotea

cada segundo del reloj de mi vida.

Y el cajón de los imposibles sueña con braguitas rosas.

Las trincheras forman parte del paisaje

pero no ven llegar las balas,

ni entienden de esta guerra.

Yo que sigo perdiendo por inercia,

que he dejado de olvidar por si te gano,

que el silencio, el tuyo, es un ruido espantoso.

Que el laberinto de mi cabeza no solo te resulta acogedor,

si no que tiendes tu mano

y me enseñas que tiene tantas salidas,

que quedarse dentro es más voluntad que castigo.

Más desamor que complejos.

Yo que era un candado sin claves

y llega tu sonrisa y me abre de par en par.

Y el escudo lo ignoras

y atraviesas al hombre

y me vuelven los miedos

y te escribo un poema,

mientras espero que digas

si has venido a quedarte.

O le echo la llave

otra vez a tu nombre.

lunes, 9 de septiembre de 2024

Nicosia

 

Yo a "X" la conocí bailando. Bueno ella bailaba, yo estaba en la barra de la discoteca bebiendo ron. Era mayo, viernes, el día trece para ser exactos y serían las dos de la madrugada más o menos. Si ni siquiera he sido capaz de olvidarme de esos datos, cómo olvidar el resto. 

Ella llevaba falda negra, más bien corta, de esas que se pegan al culo y no se levantan jamás. Ya puedes suspirar un vendaval por la garganta que la tela no se sube ni un centímetro. Lo sé porque lo hice. Vendavales, huracanes y tornados. Me bastó un par de minutos para saber que "X" era el color rojo. Rojo sangre. Rojo fuego. Rojo amor. Y rojo odio porque el odio también es rojo. Y el deseo y las tentaciones y la lujuria. Hasta los besos son rojos. Los que llevan lengua me refiero. Cuando un beso lleva lengua, no es un beso, es un principio,son como puntos suspensivos, o signos de exclamación. Sin ella, sin la lengua, son como un punto seguido, a veces incluso punto y aparte y en el peor de los casos un punto final.

Cuando en una parte de la noche la perdí de vista, ella apareció detrás mía y me tocó el hombro. Esperaba a Sergio, esperaba a cualquier otro amigo, a un camarero, a un conocido, a un enemigo, esperaba a alguien dispuesto a partirme la boca pero no a ella. Cuando sucede algo inesperado, es mágico. Si alguien no cree en la magia, es que nunca le ha sucedido una "x" de la nada, de la nada hasta su hombro, de su hombro, hasta los ojos, de los ojos hasta las vértebras. Como si un relámpago lo atravesara en mitad de un descampado. Primero lógicamente pensé que se había confundido pero al sonreír supe que iba ser complicado salir vivo de aquel sitio. A veces las personas intuímos ciertas cosas. Es como una punzada en la sien. Nunca me han puesto una pistola en la cabeza. Pero aquella noche la sentí tal cual. Y no le hizo falta apretar el gatillo para matarme, a "x" le bastaba la sonrisa, para que nadie, absolutamente nadie, saliera ileso de ella.

- No es gratis. Me dijo. Su mirada era descarada,segura, como quien juega al scrabble con un diccionario en la mano.

- Perdona pero creo que te has equivocado. Le dije dubitativo.

- No, no me he equivocado, te digo que no es gratis.

Era dulcemente rubia, exageradamente rubia. Como una de esas mujeres que solo habitan en los sueños y en las películas finlandesas. Su rostro era un poema de Bukowski. Bello pero perverso. Aseado pero jodidamente sucio. De cerca hacía de la distancia un puta mentira sobre el deseo. Se duplicaba, se triplicaba, se hacía límite, horizonte, infinito.

- ¿ El qué no es gratis? Pregunté buscando un rumbo.

- El espectáculo. Dijo mientras analizaba detenidamente mi cara. Como hace un buen jugador de poker en una mesa en un casino de las vegas.

-Te juro que no tengo ni idea de qué me hablas. Confesé terriblemente perdido. 

Recuerdo haber pensado en aquel momento, que aquella indecencia andante estaba completamente loca.

-Me has observado bailar, sin levantar la vista, por un momento podría jurar que ni siquiera parpadeabas. Y como te he repetido varias veces, te digo que no es gratis.

A través de su camisa abotonada amanecía. Se adivinaban dos pechos como manzanas de árbol prohibido.Medía cerca del metro setenta pero con aquellos tacones atados al tobillo rozaba el cielo. Sus piernas eran largas como pasillos de hospital, bronceadas como si el verano se hubiera enamorado de ellas y hubiera echado el ancla para que no pasara el tiempo, para que no llegara el frío.


-Entiendo. Dije aún más extraviado que antes. ¿Qué puedo ofrecerte? Pregunté. 

Notaba mis pómulos arder. Como si el infierno estuviera demasiado cerca.

-Sorpréndeme. Dijo.

Y sonrió. Y se paró la música. Creo que sucedió eso. Que la banda sonora de mi vida estaba esperando que yo, el hombre más estúpido del planeta empezará un ritmo. Y el hombre más estúpido del planeta dijo:

-¿Tal vez una copa?

¿En serio? Preguntó decepcionada.

¿Dos? Pregunté de golpe. Como si aquello fuera una subasta en lugar del amor.

-Vaya pensé que eras otro tipo de persona. A veces una juega a adivinar como es la gente. Las analiza y crea una personalidad. Contigo me he equivocado. Dijo girándose de repente y comenzando a caminar en dirección contraria al deseo.

Y quizás empujado por el alcohol, o por su belleza, o porque ella parecía un tren de esos que solo se pueden perder una vez, o porque su espalda era como echar las persianas al sol, como una ciudad sin playa, o como un domingo sin siesta. Pregunté subiendo las apuestas al imposible.

-¿Mi vida?

Ella se giró, rápidamente, me miró a los ojos mientras buscaba en su bolso de mano, se acercó a mí, tanto que temblé, sacó un lápiz de ojos y firmó en mi camisa favorita.

-Acepto. Dijo.

Y me besó. 


Con lengua por supuesto.



lunes, 2 de septiembre de 2024

LONDRES

 Intento observarte desde la frialdad del diálogo. Procuro escucharte mientras tus labios se mueven, ignorar que la humedad de tu lengua apagaría la sed de mi boca. A veces fijo la mirada lejos de tu rostro, en un punto perdido, temo que mis ojos te cuenten lo que mi voz no sabría. Luego casi al azar, hallo tu cintura en mitad de la nada y apuesto media vida al rojo de tus pómulos, al impar de los lunares de tu cuello.

Alguien me dijo que la suerte hay que buscarla, pero olvidó mencionar qué hacer cuando la encuentras.

Tus palabras siguen danzando por toda la habitación, tropiezan con mi silencio, resbalan con esta torpe manera que tengo de escuchar lo que no oigo. El destino es un crupier al que le tiembla el pulso, e intento adivinar la próxima carta. Supongo que es de corazones, pero desconozco si mayor o menor, a la cantidad de suspiros que guardo por si me rozas antes de marcharte. Invierto toda mi fortuna en asentir con la cabeza, coloco una mueca para que en mi sonrisa no intuyas la derrota del siguiente hasta luego y dejo de ir de farol sólo cuando caminas dándole la espalda a mi futuro. Luego me siento a esperar la siguiente partida, sabiendo que no hay trucos en tu forma de moverte, ni ocultas ases en la manga para volver a hacer desaparecer toda mi tristeza.

Que la magia es que existas. Que la maga eres tú.