lunes, 14 de octubre de 2024

TOKIO


No soy ese tipo de hombre con el que vas a soñar húmedamente esta noche. No saldré jamás en una revista y a menos que asesine a algún hijo de puta, tampoco la televisión se detendrá en mi perfil. No soy simpático. No me esfuerzo en serlo. Jamás he gastado un minuto de mi vida en caerle bien a alguien. Prefiero la soledad, a la multitud y considero multitud más de dos personas. Hace novecientos días que no lloro y apenas cinco minutos que no río, sin embargo cualquiera que se pare un segundo a mirarme dirá que soy un tipo triste. Solo creo en la casualidad si es forzada y en la suerte si es contigo. “Contigo” y “siempre” son mis dos palabras favoritas. Sobre todo si están juntas. No creo en dios pero estoy seguro de haberlo visto cada vez que sonríes. Tampoco creo en el diablo pero cuando te abres de piernas, sospecho que él tiene algo que ver con el asunto. Opino que el destino se inventó para poder equivocarte sin remordimientos. No uso reloj y preguntar la hora me resulta una pérdida de tiempo. No creo en el amor para siempre pero siempre creo en el amor. Me da miedo la muerte y envidio con todas mis fuerzas a aquellos que confían que después de ella hay otra vida. Tengo el punto g en los labios si me besas, en la nuca si me soplas y en el ego si me miras. Odio los espejos porque me recuerdan quién soy, sin embargo no me gustaría ser otro.  Siempre que me he querido ha dependido de una mujer, en cambio para odiarme me ha bastado conmigo mismo. Me gustan los desnudos incompletos, prefiero las bragas al tanga, me seduce más un botón desabrochado que el pecho al descubierto, el saber por su boca que no lleva nada debajo, que verlo por mí mismo. Abuso de los preliminares, del juego donde entra antes el cerebro que la polla, el verbo que la lengua, los ojos que las manos. Disfruto casi igual de ese silencio que hay antes de la primera palabra, que del gemido que hay después del segundo orgasmo. Para mí el físico de una mujer empieza en el alma y no acaba nunca. Prefiero el olvido a la indiferencia, el adiós rotundo, al ya nos veremos, el que no me saludes nunca a que lo hagas cuando te place. Con la edad he aprendido que no debería haber orgullo que no ablande un beso. Que el verdadero secreto de la felicidad está en la risa y ni siquiera es necesario que sea la de uno mismo. Que si ignoras al niño que fuiste, jamás serás el hombre que querías ser. He asimilado a base de puñaladas que la palabra amistad es demasiado fácil nombrarla para lo complicado que es cumplirla. Que los secretos son armas que les prestas a otros. Que el silencio si es completo es el peor de los ruidos. He llegado a la conclusión que hay errores de los que nunca deberíamos aprender, ya que el placer a menudo, está en el camino incorrecto. Que aquellos que reniegan de su pasado son los más propensos a hacerte daño en el futuro. Que todos los prohibidos acaban por convertirse en tentación. Y todas las tentaciones incumplidas en nostalgia. Ahora ya sé que para saborear la traición basta con que deposites tu confianza en alguien. Que agarrarse a una esperanza es como coger el extremo de una cuerda sin ver que hay final de ella. Que hay lunes maravillosos y sábados de mierda. Que las cosas que no se pueden comprar son las que en realidad deberían importarte. 

Ahora tengo la total convicción de que el amor mueve el mundo y la indiferencia lo para. Y que cada uno puede elegir su propio mundo. El mío empieza en tu nombre y no acaba nunca. Que jamás deberías destacar los defectos de otros para que brillen tus virtudes. Que a menudo los imposibles los etiqueta la pereza. Que el fracaso no es más que una cuestión de expectativas. Que más allá de lo que digan los meteorólogos el clima siempre dependerá de la compañía. Que cauto no es sinónimo de cobarde. Que el miedo es necesario. Que uno debe saber diferenciar precipicio de paisaje, equilibrio de abismo, volar de caer. Que la duda no es inseguridad si no selección. Que si tienes un abrazo pendiente no lo deberías dejar jamás para otro día. Que una vez aciertas con la persona lo de menos es el viaje. Que todos a lo largo de tu vida te pedirán sinceridad pero ninguno aceptará que lo seas completamente. 


Ahora tengo la total seguridad de que la debilidad no es una cuestión de músculo si no de huevos. Que la rebeldía está en defender tus propias ideas, no la de otros. Que en el instante que alguien se considera a sí mismo humilde, ya ha dejado de serlo. Que nunca un perdón cerró una herida. Que el amor propio está de puta madre pero nunca será mejor que el mutuo. Que si la música amansa a la fiera, es porque no estás cantando la canción adecuada. Que el por si acaso es el trampolín donde se coloca la esperanza y el imposible el sofá donde bostezan los deseos. Que esperar que actúe el karma, es como aguardar que toquen los Rolling en la feria de tu pueblo.  Que mañana saldrá el sol de nuevo pero lo mismo no sales tú gilipollas.  Que no sé si tienes que volver o no al lugar donde fuiste feliz, lo que sí que sé, es que no deberías haberte ido.


Y que te quiero, que te quiero mucho, tanto, que ni siquiera se quererme si no me quieres. Aunque esto si lo que se desde el principio. Y si acaso lo olvidaste tú, te lo recuerdo.


martes, 8 de octubre de 2024

POR SI ACASO TE DEBO UN MARTES

 ¿Sabes qué es el amor?

Pensar que si no nos hubiéramos encontrado, todavía estaríamos buscándonos.

lunes, 7 de octubre de 2024

CIUDAD DE MÉXICO

 

Recuerdo tus manos desabrochando botones

con esa rapidez adquirida en un curso de mecanografía,

mi pecho al descubierto y tus dedos

tecleando en el idioma del amor

palabras para retrasar los orgasmos.

Tenías los ojos llenos de posdatas

y a mí que el verano se me clavaba en la clavícula

no me importaba que vieras el rubor de mis complejos

borrando las huellas de otras sendas

que nunca deberíamos haber pisado.

Si alguien me hubiera preguntado que éramos

yo hubiera respondido que felices.

Cualquier otra etiqueta estaba descatalogada.

Recuerdo como te tapabas aquella cicatriz

de cuando la muerte vino a visitarte

y tú le negaste el saludo.

Era demasiado pronto para ser eterna.

"Hasta en las grietas crecen flores" te dije.

Y luego bese aquella mancha rosácea

hasta que volvió la primavera.

Teníamos tantos sueños juntos,

que dormíamos abrazados

para que no se nos escaparan.

Nos podíamos haber tatuado el futuro

en las palmas de la manos,

teníamos esa edad de los imposibles,

de jugar al destino con las cartas marcadas.

No había un obstáculo que no pudiéramos driblar,

una meta que no tuviéramos al alcance,

un deseo que no conllevara un nosotros.

Lo mismo no recuerdas aquel viaje

al centro de nosotros mismos,

era un hotel apartado que tenía tus ojos,

solo se podía llegar a pie pero nosotros volamos,

subieron una estrella al cartel de la entrada

cuando te vieron llegar.

Todo los clientes iban por las vistas,

por el paisaje.

Y yo solo me acuerdo de ti.

De tu escote en la mesa de la cena,

de tu pijama de osos que querían ser tigres,

de lo tigres de tus labios que querían ser besos,

de los besos que dejamos en la humedad de aquel baño,

dónde tú fuiste animal y yo persona.

Te comiste mi vida

como quien nunca estuvo a dieta.

Ni puta idea hasta entonces

de lo que significaba el hambre.

O aquel baile, aquella música de fondo,

yo tropezando con tus pies

y tú colocando tu risa como melodía.

He olvidado la canción que sonaba

pero tú risa, tu risa la tengo clavada

en todas la bandas sonoras

que han pasado por mi vida.

Éramos el todo y la mitad del otro,

éramos el futuro temblando en la boca

de la hija a la que no pusimos nombre.

Implacables.

Invencibles.

Ingobernables.

Increíbles.

Éramos infinito.

Y hoy nos hemos visto por la calle

y ni nos hemos saludado.