lunes, 7 de octubre de 2024

CIUDAD DE MÉXICO

 

Recuerdo tus manos desabrochando botones

con esa rapidez adquirida en un curso de mecanografía,

mi pecho al descubierto y tus dedos

tecleando en el idioma del amor

palabras para retrasar los orgasmos.

Tenías los ojos llenos de posdatas

y a mí que el verano se me clavaba en la clavícula

no me importaba que vieras el rubor de mis complejos

borrando las huellas de otras sendas

que nunca deberíamos haber pisado.

Si alguien me hubiera preguntado que éramos

yo hubiera respondido que felices.

Cualquier otra etiqueta estaba descatalogada.

Recuerdo como te tapabas aquella cicatriz

de cuando la muerte vino a visitarte

y tú le negaste el saludo.

Era demasiado pronto para ser eterna.

"Hasta en las grietas crecen flores" te dije.

Y luego bese aquella mancha rosácea

hasta que volvió la primavera.

Teníamos tantos sueños juntos,

que dormíamos abrazados

para que no se nos escaparan.

Nos podíamos haber tatuado el futuro

en las palmas de la manos,

teníamos esa edad de los imposibles,

de jugar al destino con las cartas marcadas.

No había un obstáculo que no pudiéramos driblar,

una meta que no tuviéramos al alcance,

un deseo que no conllevara un nosotros.

Lo mismo no recuerdas aquel viaje

al centro de nosotros mismos,

era un hotel apartado que tenía tus ojos,

solo se podía llegar a pie pero nosotros volamos,

subieron una estrella al cartel de la entrada

cuando te vieron llegar.

Todo los clientes iban por las vistas,

por el paisaje.

Y yo solo me acuerdo de ti.

De tu escote en la mesa de la cena,

de tu pijama de osos que querían ser tigres,

de lo tigres de tus labios que querían ser besos,

de los besos que dejamos en la humedad de aquel baño,

dónde tú fuiste animal y yo persona.

Te comiste mi vida

como quien nunca estuvo a dieta.

Ni puta idea hasta entonces

de lo que significaba el hambre.

O aquel baile, aquella música de fondo,

yo tropezando con tus pies

y tú colocando tu risa como melodía.

He olvidado la canción que sonaba

pero tú risa, tu risa la tengo clavada

en todas la bandas sonoras

que han pasado por mi vida.

Éramos el todo y la mitad del otro,

éramos el futuro temblando en la boca

de la hija a la que no pusimos nombre.

Implacables.

Invencibles.

Ingobernables.

Increíbles.

Éramos infinito.

Y hoy nos hemos visto por la calle

y ni nos hemos saludado.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Este es el único lugar donde siempre es lunes y la Geografía mi asignatura favorita. Gracias por crearlo. Un abrazo, Maria 🖤