lunes, 27 de enero de 2025

SEUL


¿Sabes lo malo de la puntualidad?

¿De esa adicción a no jugar

con el tiempo de nadie?

Que nunca, nunca, nunca

sabrás cuánto te esperan.

A mí me ha ocurrido con tu vida.

Claro que tú no tienes la culpa,

cómo ibas a pensar que tal vez,

que quizás, que a lo mejor,

yo existía.


Pero aquí estoy,

observando con nitidez

el desorden de tu futuro,

los cimientos de tu pasado.

Contándote cicatrices que puedo lamer

pero no borrar,

que puedo tapar

pero no esconder.

Tienes en la risa las cosquillas que me deben,

en el acento la canción que bailaría.

Parece que has salido de un cuento de hadas

y vienes de matar a todas las princesas de los cuentos,

para que ya no sufran por amor.

Tienes la curva en otra curva,

pareces una carretera donde frenar

es de cobardes,

donde volar es necesario.


Yo tampoco te esperaba,

yo también me he equivocado,

no solamente de vida,

también de mujeres,

también de sonrisas.

Incluso he llegado a pensar

que ya no había más piedras en el camino,

que perder el equilibrio

iba a depender más del borde de las copas

que del alma de las musas.

Y, de repente, tú,

con esa cruel mentira sobre los espejos,

con esa pose de nadie me ve,

de nadie me mira,

de nadie me siente.

Como si no fueras inevitable,

como si tus pechos no los hubiera moldeado mi hambre,

ni tu culo mi asfixia,

ni tu boca el diablo.


Antes del eclipse, mucho antes

de que en la oscuridad

buscara un rayo de luz,

de que en el viento

creyera en la brisa,

de que en el mar

extraviara la orilla,

dejé de buscarte.

Y no, no fue mi culpa.

Te has llamado de tantas formas

que ni siquiera me consuela

tu verdadero nombre.


Ahora tu silueta planea por mi hogar,

como un avión que se olvidó del destino.

Estoy gritando desde el sofá

la dirección correcta,

pero cuando a alguien le crecen alas

también le sobra el abrazo.


Llegar tarde,

como quejarse antes de la herida,

o pedir perdón sin que nada haya sucedido todavía.

Como las promesas de los borrachos,

o pintar corazones en el vaho del baño

viviendo solo.


Papá decía que el amor es llegar justo a tiempo.

Si llegas demasiado pronto,

ella tendrá la duda de si hay otras puertas;

si llegas demasiado tarde,

ni siquiera habrá puertas.

Pero a papá se le olvidaron las ventanas.


Y tras ellas tú,

con esos muslos de atrapar a las olas,

con ese vientre de crear una familia,

con esas manos de perder siempre al póker.

Haciendo malabares con mis verbos,

poniendo el límite más allá de los sueños,

los sueños donde empieza el desvelo.

Coloreando atardeceres con tus pómulos,

haciendo el amor con la incertidumbre,

llorando poemas que pienso escribirte.


Por ti ando corriendo en dirección contraria,

no como si alguien me persiguiera,

más bien como si de repente hubiera encontrado el camino.

Y tú, estuvieras allí al fondo esperándome

con los labios manchados de futuro,

con la certeza de que sí, de que he llegado muy tarde a tu vida

y, sin embargo, justo a tiempo a la nuestra.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Tú no llegas jamás tarde a nuestras vidas porque siempre te esperamos los lunes .. me encanto ♥️