2
Es bonita. Te aseguro que me alegra que lo sea. Lo que no soporto es que no me recuerde a mí. Supongo que me sorprende que alguien como tú, en lugar de seguir mi rastro, haya abierto un nuevo camino.La he visto a ella antes. Luego, su vestido te ha traído a mi cabeza, y mi cabeza te ha sentado en esa silla. Intuyo que no lleva bragas.Y que tú sigues creyendo en Dios, solamente si te arrodillas.
En aquel entonces no me hubieras entendido. Y ahora, sería como si alguien te contara el final de una película que ya no tienes interés en ver.Tu palabra favorita era "ancla", y la mía, "naufragio". Mientras tú divisabas la orilla, yo buscaba una ola. Tú, asegurándote de hacer pie; yo, desaprendiendo a nadar. Nunca me darás las gracias, pero yo salvé el amor.
Si hubiéramos seguido juntos, ya no me querrías como antes.Es más, ni siquiera me querrías como ahora. Hay un momento en el que los besos, en lugar de sumar, restan. Te sabes la próxima caricia, el siguiente “te quiero”; se pactan los regalos de cumpleaños, se eligen por turnos las películas, se espera a agosto para la risa. Al sábado, para las copas.
¿Has visto algo más triste que el paisaje que queda después de un incendio? Sobre todo cuando se apaga, porque ya no hay nada que lo prenda. Soy yo quien dejó la hoguera encendida. La que ha conseguido que ahora, en el espacio que nos separa, estén creciendo flores, como si fuera primavera.
Cuando me levante y simule mis ganas de ir al baño, te miraré. Tú dejarás de querer un ancla. Yo descartaré la palabra "naufragio". Tu siguiente ola tendrá mi nombre. Mi siguiente isla, tu pecho. Y puede que te quedes ahí sentado, con los ojos llenos de reproches.Pero no, no podrás apagar un fuego que lleva ardiendo diez años.
Y en el que no estoy dispuesta a dejar de soplar.